* ¿Podrá tomar decisiones políticas que pongan en riesgo su integridad moral en relación a la fe de su práctica religiosa? ¿Las consultará con su director espiritual o su gabinete? La conciencia debe ser flexible si el conocimiento del Estado y lo que se requiere en lo interno para servirlo, puede convencerlo de que desempeña su papel de presidente constitucional, con mandato y todo
Gregorio Ortega Molina
Los políticos dejaron atrás, hace muchos años, esa idea romántica de que en los ojos anida el espejo del alma. Son actores consumados, estudiosos de la oratoria, de la manera de agradar y los modos para transformar la sorpresa o el enojo en agradable sonrisa. Son maestros de la simulación. Se mimetizan con aquellos a los que han de servir para merecer su ascenso.
Toda la tinta impresa, todos los minutos de tiempo aire en tv y radio, el mar de mensajes cibernéticos cruzados en las redes, las opiniones vertidas por los expertos que lo favorecen o los que quieren y necesitan verlo perder, nada nos dicen de lo que José Antonio Meade trae en el corazón y en la voluntad, en la razón y en las debilidades que a cualquier ser humano caracterizan.
Tarde constataremos si resolvió el conflicto interno que afecta a todo hombre de fe que intenta servir al Estado, porque deidad e instituciones son santos patronos celosos que no gustan de compartir a sus fieles.
La semana anterior, después de años de estudio, compartí con ustedes, lectores, la respuesta a la pregunta que todos nos hicimos sobre la necedad de declarar al narco una guerra justa innecesaria. Privó en el aspirante a hombre de Estado la exigencia de dar, antes que a nada y a nadie, su lugar a la fe. Hoy todavía lo veo asistir al rito de la misa, sin nada que lo perturbe. ¡Vaya misterio!
José Antonio Meade recibirá -si triunfa electoralmente-, posiblemente, las riendas de un gobierno con una nueva ley de seguridad interior, para santificar el papel de las Fuerzas Armadas en la lucha contra la delincuencia organizada, con todo lo que conlleva vivir en Estado de excepción y primar los derechos humanos de las víctimas por sobre los derechos constitucionales de los delincuentes. Al menos a eso aspiran públicamente.
¿Podrá tomar decisiones políticas que pongan en riesgo su integridad moral en relación a la fe de su práctica religiosa? ¿Las consultará con su director espiritual o su gabinete? La conciencia debe ser flexible si el conocimiento del Estado y lo que se requiere en lo interno para servirlo, puede convencerlo de que desempeña su papel de presidente constitucional, con mandato y todo.
Michel de Montaigne, que no era un lego en estos temas de conocer a los humanos, en Apología de Raimundo Sabunde dejó constancia de que hay señales “evidentes de que no aceptamos la religión más que a nuestro modo y manipulándola, e igual que se aceptan las otras religiones. Hemos nacido en el país en el que se practica; o tenemos en cuenta su antigüedad o la autoridad de los hombres que la han mantenido; o tememos las amenazas que esgrime contra los incrédulos; o perseguimos sus promesas. Estas consideraciones han de emplearse en favor de nuestras creencias, mas subsidiariamente: son lazos humanos. Otras religiones, otros testigos, otras promesas y amenazas semejantes podrían imprimir en nosotros, por el mismo camino, unas creencias contrarias”.
Lo mismo puede decirse del servicio al Estado, lo que me trae a la memoria la respuesta que Odiseo (Kirk Douglas) da a Polifemo cuando pregunta quién lo dejó ciego:
-Mi nombre es nadie.
Lo mismo ha de asumir el precandidato Meade. En esta ocasión, por más dinero que le inviertan a las papeletas electorales que necesitan para ganar, nadie lo hizo candidato, y sólo el elector puede convertirlo en presidente, porque de otra manera el país se le convertirá en ingobernable.
Pero en el trayecto puede dejarse engañar, y así lo alejarán de su relación con la realidad. Quizá si escucha a sus hijos, pero…
Con lo primero que debe lidear es de su resorte como especialista financiero. Resulta que, según informe de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, el conjunto de bancos que opera en México obtuvo entre enero y octubre pasados ganancias por 110 mil 433 millones de pesos, cantidad que superó en 22.3 por ciento a las generadas en el mismo periodo de 2016.
“La tasa de avance de las utilidades de la banca prácticamente multiplicó por 10 la del crecimiento de la economía en los tres primeros trimestres del año, que fue de 2.2 por ciento, en comparación con el mismo lapso del año anterior.
“Tres cuartas partes de las ganancias fueron obtenidas por cinco instituciones, mientras las otras 43 que operan en el país se repartieron el resto”.
Ahora podemos intuir por qué crece la pobreza en México.
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