Para iniciar conscientemente el nuevo año, propongo que hagamos un acuerdo básico: definamos lo que es la inteligencia, pura y llana. Porque por encima de los conceptos de inteligencia emocional, política, financiera, social o diplomática, está el de la inteligencia del ser racional y humano.
Yo no dudo que haya maneras inteligentes de robar. Las hay y muchas. El mundo está lleno de seres geniales que han hecho de robar casi un arte, una excelsitud. Pero robar, quebrando la industria petrolera, destrozando los derechos colectivos de asociación sindical, destruyendo los salarios y abusando de la confianza de los pobres, se define de otra forma.
Robar es un instinto primario, una reacción homínida que nace de la ignorancia y la sevicia. No alcanza ni el nivel de un primate desarrollado que tiene la capacidad de elegir entre las soluciones a sus problemas cotidianos. Robar es como matar. Más cuando se refiere a hacerlo desde la impunidad y la desvergüenza.
La definición más cercana al concepto de inteligencia, alrededor de la que se han puesto de acuerdo todos desde hace siglos, es la capacidad para elegir entre la mejor alternativa para solucionar un problema nuevo, un asunto emergente que se presenta al ser viviente. Es inteligente resolver de la manera adecuada y con los elementos a la mano. Punto.
Resolver inteligentemente, potestad del ser humano, es adecuar lo necesario para bien de la vida. Elegir entre varias posibilidades aquella opción más acertada para la resolución de un problema nuevo. Y coincidiremos todos en que para lograrlo, no es necesario anteponer un instinto básico de apropiación, no es requisito indispensable robar.
Algo no anda bien en el cerebro de Meade El Breve
Es desastroso observar la manera en que demuelen la convivencia quienes se han engañado de ser políticos. Es lastimoso ver la falta de sinapsis entre las neuronas para responder ante un problema básico. No hay conexión posible entre sus dendritas cerebrales, aunque parezca mentira. El ejemplo simbólico es el llamado Presidente de los mexicanos.
No es posible que el candidato provisional del PRI, Meade El Breve, responda instintivamente a los asuntos que se le plantean en campaña. El caso de la solicitud de la comunidad LBGTTTI de Monterrey de añadir sus planteamientos de tolerancia y equidad en su agenda, es realmente preocupante. Algo no anda bien en su cerebro.
Es más preocupante cuando se trata del mismo adefesio político que exigió que las capacidades físicas e intelectuales de todos los candidatos se sometieran a una prueba de control de confianza. Imagínese: poner la Nación en manos del polígrafo, un aparato doméstico, una especie de licuadora, que usan para cancelar las expectativas de trabajo de cualquier mexicano, en todos los terrenos de la burocracia.
Al plantearle sus requerimientos, Meade El Breve responde que los miembros de las comunidades diferentes no están considerados en sus respuestas, como buscando afanosamente a sus apuntadores o a su teleprompter todavía no inaugurado oficialmente. Al verse acorralado por la pregunta, responde que es respetuoso de los derechos humanos… y que el más grande de ellos es… ¡el respeto!
¿Es, en serio, el candidato mejor preparado e informado?
Todos pudieron ver en la cara de escupidera del precandidato una réplica de las reacciones de Peña Nieto al responder a cuestiones similares en campaña hace seis años. No hay una sola diferencia, ni algún tamiz. Son exactamente lo mismo. De nada ha servido la estrategia priísta de presentarlo como el candidato mejor preparado e informado, educado en academias de postín. El hombre no es inteligente.
Lo mismo pasa al ponerse a defender algo tan rebatible y criminal como la nueva Ley de Seguridad Interior, dictada desde el Pentágono. Sobrepasándose en estulticia, la protege a capa y espada, por encima de la Suprema Corta, de las comisiones de derechos humanos, de las organizaciones internacionales, de la ONU y de cualquier parte interesada, incluso de los deudos de los masacrados.
Los aprendices de financieros, diplomáticos y cancilleres que llegaron de Zacazonapan y se disfrazan de millennials, son más etéreos que un spot, más ligeros que un chiflido, más pesados que un cuñado celoso. Llegó la hora de la verdad, es momento de que los atrevidos del peñato nos muestren aquí adentro la radiografía real de la economía que han destrozado. Son tiempos de campaña y la gente quiere respuestas.
Necesitamos que reconozcan que en su papel de oficiantes de los designios de fuera, de voceros de las decisiones que se toman allende la frontera han marcado los linderos de un sepulcro clandestino donde ya reposan los restos de la Nación.
Meade El Breve no calienta ni un café, menos una plaza
Después de ciento veinte años hicieron posible que se cumpliera aquella profecía de Don Porfirio: si a México le va mal, siempre puede irle peor. Máxime cuando el país está siendo llevado al hoyo por los aprendices de todo y oficiales de nada. Estamos en la vil chilla.
Máxime cuando las encuestas oficiales, pagadas a precios de oro por el peñanietismo y su cerebro de ocasión, el valido Videgaray, dan a conocer pasquines donde el candidato priísta supera de calle a todos sus contrincantes, aunque todo mundo les diga que Meade El Breve no calienta ni un café, menos una plaza.
Las encuestas pagadas, la prensa vendida en dos mil millones de dólares a los publirrelacionistas del peñato –según reportaje de The New York Times— que incluye a todos los mercenarios de la pluma y del micrófono, trata de ocultar las cifras verdaderas de México al iniciar el nuevo año, en las manos de los de Atracomulco.
Las gasolinas y combustibles en las nubes, fuera del alcance del consumidor común y corriente, la inflación rozando niveles peligrosos para la mínima subsistencia popular, el dólar nuevamente a 21 pesos. La capacidad competitiva del país, defenestrada por una reforma fiscal gabacha que los financieros de Zacazonapan pudieron haber evitado con una respuesta mínimamente inteligente: un Plan B fiscal.
Pero no. A cambio de ello, anteponen el instinto primario de importar, destruir, quebrar, masacrar para complicitarse en las comisiones, en los moche$ y en el robo infame. Ése que no necesita dos dedos de frente para ejecutarse, sólo la obsesión de enriquecerse a velocidad turbo, por encima de Slim y las contrapartes del lavadero y del atraco demencial.
Eternizarse en el poder prestado con base en cualquier bayoneta
Para los mexicanos está más que comprobado que Meade El Breve es sólo la réplica del despojo y del anexionismo al gabacho. No hay ni la mínima idea para respetar los elementales derechos humanos a la diversidad sexual de millones de connacionales. Se viene la noche aciaga de la represión, la discriminación y la intolerancia extrema.
En el lugar de cualquier forma o espantajo de inteligencia, sólo queda la obsesión enfermiza del mando a toda costa. Eternizarse en el poder prestado con base en cualquier bayoneta, macana o cachiporra de cualquier fuerza armada a la mano, para masacrar cualquier oposición, cualquier mentalidad que no esté de acuerdo en el fraude masivo.
Para eso han puesto las bases del régimen de la sospecha, del estado de excepción, del robo sin consecuencias jurídicas, de los poderes de supervisión sin dientes, de la población indefensa, asustada, amenazada e interdicta, al margen de cualquier prerrogativa, de toda organización, de todo balbuceo racional.
¡No pasarán!
¿No cree usted?
Índice Flamígero: ¡Juana Cuevas candidata!, exclaman no pocos priístas al ver el desenvolvimiento, la empatía, cómo es que contacta con las audiencias la señora esposa de Meade en los promocionales donde su hubbie –esposito–, en cambio, no conecta. + + + Bibi Villavicencio, fiel lectora del Índice, condiciona y pregunta: “Si el señor Mid quiere mi voto necesito que me aclare lo de muy preparado. Me luce que no conoce la regla de los apellidos extranjeros: se leen como se escriben. En España, por cierto, se refieren a él en los noticiarios como Me-a-de. También quiero me aclare como estando en Hacienda y su cuaderno en Pemex, les pueden robar, o desaparecer de mala manera, un helipuerto de las plataformas de Petróleos Mexicanos, según el libro de Ana Lilia Pérez. Necesito me aclare cómo, siendo secretario de Hacienda, como puede pagar tanto sobrecosto en publicidad. Aparentemente no vigiló muy bien la cartera nacional. Luego necesito que me tranquilice, porque tiemblo de pensarlo, su eslogan este de que ‘viene lo mejor’. ¡Ayyyy nanita! Después de cagados, meados. Sorry por la vulgaridad. Pero podría seguirle…”.
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