MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Es insoslayable, el tamaño y las complicaciones de un proceso electoral como el que se encuentra en marcha, aun con el eufemismo de precampañas con precandidatos que no tienen contrincante pero andan en el periplo nacional, dizque para sumar voluntades en torno de su nominación.
Por esas características, es previsible un conflicto postelectoral prohijado por quien pierda en las urnas el domingo 1 de julio próximo. Y más, en la paráfrasis del promocional del Partido del Trabajo, si pierde “ya saben quién”.
Y mire usted, no es que sea catastrofista ni ave de mal agüero. No, al contrario, a partir de esta enorme experiencia de haber cubierto varias elecciones presidenciales y otras tantas de gobiernos estatales y municipales, apostaría por un lunes 2 de julio ayuno de complicaciones, con la aceptación de la última palabra del árbitro de la contienda, es decir, el Instituto Nacional Electoral.
Sería una muestra de civilidad y tolerancia, que el país amaneciera en paz, sin bloqueos ni movilizaciones de contingentes contestatarios e iracundos ciudadanos molestos por el fallo en las urnas. Pero la realidad futura, es otra.
Una voz autorizada es la de la magistrada presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Janine Otálora, cuya previsión es la de resolver cerca de 50 mil asuntos, es decir, quejas y denuncias de la más diversa índole, en este año de elecciones.
La magistrada refiere que el órgano jurisdiccional está listo para atender ese cúmulo de trabajo y acotó, en conferencia de prensa, que “México tiene instituciones electorales fuertes y sólidas. Hoy tenemos todo lo necesario para que procesos electorales complejos como los que tendremos este año, sean resueltos en un marco de paz social y a través de los cauces institucionales y por ello es importante fortalecer la confianza de la ciudadanía en la funcionalidad de su democracia”.
Bien, la magistrada presidenta considera que los problemas derivados de este complejo proceso se resuelvan en un marco de paz social. Pero, la pregunta obligada, si el perdedor es “ya saben quién”, ¿hay garantía de que aceptará el cómputo que dé el triunfo a uno de sus dos fuertes contrincantes?
O que, en el caso de que el ganador de la Presidencia de la República, sea un independiente, “ya saben quién” admita la derrota.
Es difícil. La experiencia ha demostrado que “ya saben quién” no sabe perder. Y, el horizonte electoral evidencia un lunes 2 de julio ayuno de esa paz social que estima la magistrada presidenta del TEPJF. Sólo hay que comparar las cifras: Janine Otálora avistó un grueso paquete de asuntos a resolver, prácticamente el doble de lo que el máximo tribunal electoral resolvió en 2012, cuando fue incuestionable el triunfo de Enrique Peña Nieto.
Ese año se resolvieron 28 mil 573 asuntos.
La complejidad del proceso electoral, el número de contendientes por la cantidad de cargos de elección popular en juego, dan elementos para una movilización de simpatizantes del perdedor inconforme con los resultados de la noche del domingo 1 de julio.
Por supuesto, es elemental que los contendientes adelanten vísperas. Nadie hace campaña con la convicción y menos la promoción de que perderá. Y todo indica que, en la boleta, estarán los nombres de “ya saben quién”, de José Antonio Meade Kuribreña, Ricardo Anaya Cortés, Jaime Rodríguez, Margarita Zavala Gómez del Campo y Armando Ríos Piter, como candidatos a la Presidencia de la República.
¿Y si pierde ya saben quién, se sumarán a su causa los restantes perdedores? Mal harían por la salud de la imperfecta democracia mexicana, pero peor daño a los mexicanos que no se merecen un proceso postelectoral salpicado de protestas radicales, como las impulsadas por “ya saben quién”.
¿Por qué negarse a firmar un pacto de civilidad en la Ciudad de México? ¿Por qué lo convocó el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera? Mala señal de esa postura de soberbia y desdén a un pacto que no daña a la imagen de nadie, al contrario le otorga un papel de respeto a las instituciones y al elector.
En fin.
Por cierto, José Antonio Meade se refirió a “ya saben quién”, sin citar su nombre, en términos de que “Hay un estudiante por ahí de candidato que se tardó 10 años, poco más, en terminar sus estudios y que lleva 10 años sin trabajar. Ese no es el modelo dual, hacer turismo político no es trabajo, hacer turismo político no es compromiso, tardarse 10 años en terminar los estudios no es ejemplo de dirigencia ni de rigor”.
¿Se pondrá el saco “ya saben quién”?
Y, ya entrados en gastos, es como una broma de mal gusto la anunciada renuncia al PRI del ex gobernador de Michoacán, Fausto Vallejo Figueroa, bajo el argumento de que la dirigencia del tricolor se ha convertido en una gerencia que no responde a los intereses de México y la militancia. Pero, bueno, ya hablaremos de este tema en otro momento. Digo.
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