* Así procedieron desde el gobierno durante los últimos siete lustros, decidieron curar a los mexicanos con la muerte del proyecto de la Revolución, y dejaron a la nación huérfana de su propia identidad, de esa idea de patria que la dio contenido, y hoy los deja vacíos
Gregorio Ortega Molina
Los políticos parecen entrar en razón. De los fantásticos quince minutos de Vicente Fox para lograr la paz en Chiapas, ahora AMLO abre la boca de manera sensata y advierte que a mitad de su sexenio la guerra del Estado en contra del narco habrá dejado de existir.
A Javier Sicilia se le revierte el uso poético del lenguaje procaz usado para desacreditar, aunque es políticamente correcto cuestionar y cuestionarse sobre la validez ética y la capacidad intelectual de López Obrador, pues aspira a gobernar. Resulta que el poeta y otros consideran que el camino a la paz es la vereda de la ignominia, o a lo peor porque poner en la agenda la necesaria paz entre Estado y delincuencia organizada debiera propiciar un serio análisis sobre la corrupción y sus consecuencias, porque la connivencia entre administración y procuración de justicia y los barones de la droga, es la única explicación posible a la debilidad del gobierno para garantizar paz pública, el cumplimiento del mandato constitucional en lo que a garantías individuales se refiere.
Los nombres ofertados por AMLO para formar gobierno son mediáticos. De hacerse con la Presidencia de la República gobernará con otros, como distintos también serán sus verdaderos aliados para resolver -a su manera- los asuntos económicos y el rescate de lo que queda del Estado de bienestar.
Lo ocurrido entre gasolineros a principios de año, para arañar los precios de los combustibles, es sólo una muestra de la verdad del libre mercado. De inmediato Pemex y alguno que otro ingenuo externaron asombro y advertencias, pero la única manera de comprender lo que ocurre es adquirir conciencia de que ahora el Estado comparte su poder con otras fuerzas, las del mercado y el peso específico que los poderes fácticos tienen en la economía.
Éstos son los verdaderos opositores a AMLO, porque esos barones del dinero son los que saben, como lo supo Michel de Montaigne, que “nada perjudica tanto a un Estado como la innovación: el cambio sólo da paso a la injusticia y la tiranía. Cuando alguna pieza se desencaja se le puede apuntalar: es posible oponerse a que la alteración y la corrupción connatural a todo nos aleje en demasía de nuestros comienzos y principios. Mas al acometer la refundición de masa tan grande y el cambiar los fundamentos de tan grande edificio es propio de los que para limpiar borran, de los que quieren enmendar los defectos particulares mediante una confusión universal y curar las enfermedades con la muerte…”.
Y así procedieron desde el gobierno durante los últimos siete lustros, decidieron curar a los mexicanos con la muerte del proyecto de la Revolución, y dejaron a la nación huérfana de su propia identidad, de esa idea de patria que la dio contenido, y hoy los deja vacíos.
A AMLO, si triunfa, lo mantendrán con las manos amarradas, porque es un profeta cuya única arma es la ilusión de un cambio que no puede suceder.
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