Javier Peñalosa Castro
Más allá de las incorporaciones de personajes variopintos a la causa de Andrés Manuel López Obrador, que van del virtual candidato a la gubernatura de Puebla, el experrredista Miguel Barbosa, hasta la panista Gabriela Cuevas, otrora enemiga del tabasqueño, en especial en la época en que —graciosamente, según ella— pagó la fianza que le fue impuesta tras el famoso desafuero maquinado por el infame palurdo que fingió gobernar el país entre 2000 y 2006 mientras que su avariciosa mujer y sus hijastros se enriquecían de manera ilegal a diestra y siniestra con el pretexto de que su antecesora —Rosario Robles— había autorizado la construcción de una vía de acceso a un hospital privado en Santa Fe.
Entonces el tabasqueño calificó de cobarde el alarde de la panista; sin embargo, ahora demostró que es capaz de perdonar incluso a sus más ruines adversarios. Con la incorporación de Cuevas y de otras figuras, esta semana el equipo del candidato de Morena a la Presidencia se fortaleció sensiblemente, al sumar valiosos activos políticos de todo signo.
Primero, López Obrador anunció que la coordinadora de su campaña por la Presidencia será Tatiana Clouthier, política sinaloense de larga militancia en Acción Nacional que aceptó el reto, convencida de que el tabasqueño es la mejor opción para impulsar un cambio verdadero que permita al país sacudirse, de una vez por todas, el yugo impuesto por los llamados neoliberales que, desde hace tres décadas han propiciado el empobrecimiento de las clase media y baja, la entrega de los mejores negocios a empresarios voraces y el remate del patrimonio que la Constitución de 1917 había reservado para los mexicanos (el petróleo y las minas de metales preciosos que se han ido malbaratando o entregando en graciosa concesión a canadienses, estadounidenses y europeos con la complicidad de los gobiernos del PRI y el PAN; esa cacareada alternancia que sólo lamentables resultados ha brindado al pueblo mexicano.
Después vinieron los nombres de quienes se encargarán de vigilar la limpieza de las elecciones presidenciales de julio directamente en las urnas. Aquí llamó la atención la constitución de un equipo de lujo, en el que destacan Marcelo Ebrard, que acumula décadas de experiencia en la operación política —desde la época en que fue el segundo de a bordo de Manuel Camacho en la regencia del DF, con menos de 30 años de edad, hasta su desempeño como Jefe de Gobierno de 2006 a 2012—, Ricardo Monreal, exgobernador de Zacatecas, exdelegado en la delegación más compleja de la capital de la República —Cuauhtémoc— y un operador político de primer orden, y Julio Scherer Ibarra, en su momento destacado funcionario de la administración paraestatal que fue víctima de la persecución política durante el gobierno de Ernesto Zedillo y es hijo del célebre periodista que dirigió Excélsior en su época de oro y fundó la revista Proceso.
A estos nombres se suman los de Bertha Luján, quien fuera Consejera Jurídica durante el gobierno de AMLO en la ciudad de México, y el morelense Rabindranath Salazar. Este grupo de operadores se encargará de vigilar las distintas regiones del país para garantizar, en la medida de lo posible, que —esta vez sí— se vigilen escrupulosamente los comicios y se dé una jornada tan limpia como sea posible.
Con estas designaciones, el tabasqueño demuestra que ha elegido diseñar su estrategia de campaña “de acuerdo con el librito”, lo cual incluye la cobertura de todo el territorio “por tierra”, tal como lo has estado haciendo Andrés Manuel durante años, la asesoría a los electores para que emitan su sufragio libremente; la defensa del voto en las urnas; la denuncia de tácticas ilegales por parte de sus adversarios, tanto en los gastos de campaña como en las “campañas negras”, las acciones específicas de coacción y compra de votos (Monex, monederos rosas, Soriana y otras lindezas) y propalación de infundios a través de medios de comunicación convencionales y de redes sociales.
Además, Ebrard, Monreal y Scherer seguramente serán, en su momento, ´piezas fundamentales dentro del Congreso con el que le tocará gobernar a Andrés Manuel, y desde que habrán de apuntalarse los más importantes cambios.
A estas trascendentes incorporaciones habría que sumar la de los maestros, más allá del Panal, que habrán de respaldar la candidatura de quien les ofrece una verdadera reforma educativa, alejada del relumbrón administrativo y del control ocioso. También será importante que concrete el apoyo de electricistas, petroleros y otros gremios progresistas para consolidar la base social de la candidatura de López Obrador.
Otro tema relevante es la elaboración de un programa de gobierno a la altura de los retos y las demandas que tiene el país, con la participación de los sectores interesados en cada aspecto.
Hasta ahora, el tabasqueño tiene un equipo valioso, formado por políticos experimentados, empresarios y líderes sociales, y si bien algunos de ellos provocan controversia, a ninguno se puede señalar como improvisado.
El ánimo de sumar voluntades mostrado por Andrés Manuel se refleja también en acciones como la invitación a los panistas Roberto Gil Zuarth y Germán Martínez Cáceres, que han sido sus antagonistas durante años, y a quienes ha tendido puentes de entendimiento.
Tal vez sea momento de organizarse con quienes están y enfocarse en asegurar la victoria en las elecciones y, con ello, la posibilidad de impulsar el cambio de fondo que México demanda.