MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Jesús Zambrano Grijalva, desde la guerrilla, es decir, de la lucha política armada y clandestina, trascendió a la legalidad.
Como él, otros entonces jóvenes de tendencias e ideologías radicales y ultras, ingresaron a la legalidad en la lucha por el poder con la Reforma Política de 1977 que les abrió la puerta del Congreso de la Unión.
Eran parte de esos grupos que dejaron las armas y fueron amnistiados primero por Luis Echeverría y, luego, por José López Portillo, en atención al elemental sentido común de concluir con un episodio oscuro, con la guerra sucia.
Con ellos, fueron de la mano otros jóvenes de inquietudes e ideologías no precisamente comunistas, maoístas o trotskistas. Jóvenes que fueron becados para estudiar en Europa, en tanto los de probado radicalismo lo habían hecho desde la clandestinidad en la afamada universidad Patricio Lumumba, en la floreciente Unión Soviética, amén de ser adiestrados en Corea del Norte en prácticas guerrilleras.
Por supuesto, mientras personajes como Fidel Herrera Beltrán estudiaban en Italia y consumían becas en dólares, moviéndose ya en las filas de la juventud priista junto con Roberto Madrazo Pintado, cuya carrera se catapultaría a partir de sus servicios al frente de las Brigadas del Camino, en las que participaron, en la campaña electoral de José López Portillo, integrantes del naciente Movimiento de la Juventud Revolucionaria, otros, que es el caso de Jesús Zambrano, iniciarían el largo camino rumbo al poder, desde las filas de la oposición política.
La referencia viene a colación por lo que hoy ocurre en los partidos políticos que buscan llegar al poder mediante alianzas con candidatos a la Presidencia de la República, en una carrera que ofende al sentido común y pretende escudarse en lo que consideran amnesia ciudadana, ésta que es selectiva y suele tropezarse con la misma piedra electoral.
De esos grupos de la ultra izquierda, de la corriente comunista que se desdibujó cuando un puñado de priistas se desprendió del partido en busca de consumar sus intereses personales y de grupo, surgió un bloque cuya solidez fue efímera, aunque logró sacudir al sistema de partidos, para volver a la ruta de los acuerdos ideológicamente irreverentes y harto sujetos a las ambiciones de poder.
Y, mire usted, es sabido que sólo el Partido Revolucionario Institucional se ha mantenido con una estructura cuya solidez le permitió recuperar el poder que perdió durante 12 años. El PRI tiene un basamento de voto duro que, no obstante, en el año 2000 no le permitió conservar el poder, porque el fenómeno Fox arrastró a un importante sector, el de los jóvenes que fue olvidado por el tricolor, amén de que un grupo de gobernadores priistas jugó contra el PRI.
Algo similar ocurrió en el año 2006, cuando los gobernadores integrantes del TUCOM (Todos Unidos Contra Madrazo) abrigaron apetitos de poder con personajes como Arturo Montiel y Tomás Yarrington Ruvalcaba, echaron sus cartas contra la candidatura de Madrazo de forma tal que el PRI se fue al tercer sitio en la preferencia del voto.
Ganó, entonces, Felipe Calderón y, mientras la izquierda o lo que quedaba de ésta se escindía igual con la ambición de poder de Andrés Manuel López Obrador, que dividió al PRD, el PAN entró en crisis y su candidata presidencial, Josefina Vázquez Mota, perdió frente a Enrique Peña Nieto.
En el año 2012, los priistas se reagruparon. Los que se fueron no volvieron, ya se habían echado a los brazos de la oposición en busca de cargos no obtenidos en el PRI, como fue el caso de Javier Lozano Alarcón, que volvió al redil tricolor porque sus aspiraciones en el PAN toparon con los intereses de Rafael Moreno Valle Rosas y de Ricardo Anaya Cortés.
El caso es que, en tanto el PRI mantiene su estructura sin mayores complicaciones, en la oposición hay evidencia de que las coaliciones no resistirán la prueba de la carrera por el poder. Y es que, en tanto en las filas tricolores hay acuerdos y disciplina, en los vecinos de enfrenta privan las deslealtades y el cambio de casaca por el puro gusto de ser parte de la cúpula del poder.
Por eso tiene razón Jesús Zambrano, pilar de Los Chuchos que controla al PRD y logró lo que parecía imposible: sumarse con la derecha. Y tiene razón cuando refiere que eso de la desbandada de perredistas a Morena, es una película, una cortina de humo que quieren levantar para tratar de ocultar que no van bien y que están muy preocupados en el partido de Andrés Manuel, y ahora andan en la pepena, de llevarse lo que encuentran como si fuera trascabo y llevándose puro cascajo.
“Todo lo agarran, se lo echan a la buchaca y caminan con él. Están levantando cascajo para hacer parecer que van muy bien, pero acá yo diría que estamos repuntando con puro oro molido”.
Han pasado más de cuatro décadas de que la oposición de izquierda, abandonó la clandestinidad y se lanzó a la lucha por el poder político nacional. Zambrano llegó a la presidencia de la Cámara de Diputados; Andrés Manuel, producto del priismo, nunca pisó los terrenos de la oposición verdadera, porque cuando llegó a la dirigencia del PRD, éste ya compartía el poder de ligas intermedias.
¿Quieren la Presidencia de la República? El PRD y Morena deben dejar de blofear y asumirse vencedores de una contienda que apenas comienza; las encuestas y plazas llenas no son garantía de triunfo, el voto se ha vuelto sumamente veleidoso; deben evaluar sus alianzas y recomponer estrategia, limar asperezas domésticas, apaciguar ambiciones y sumar espacios.
Porque, de otra suerte, el voto se atomizará y el PRI, junto con Nueva Alianza y el Verde Ecologista, hará la chica con el porcentaje elemental de su voto duro. Conste.
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