Javier Peñalosa Castro
La semana que termina estuvo marcada por el recrudecimiento de las críticas y las campañas sucias contra los candidatos punteros. En especial contra Andrés Manuel López Obrador, a quien los piistas ven cada vez más lejos, pero también contra Ricky Rickón Anaya, a quien le ha estado lloviendo en su “milpita” por haber hecho cosas buenas que parecen malas (o malas que no parecen buenas).
Como a López Obrador no le pueden achacar (al menos de forma creíble) tramas de corrupción como las que le achacan a Anaya, las críticas se centran en la portación de aliado prohibido, tanto por la incorporación de los expanistas Tatiana Clouthier, Gabriela Cuevas y, más recientemente, del exdirigente nacional de ese partido y excalderonista Germán Martínez Cázares, como por la de Napoleón Gómez Urrutia y familiares de Elba Esther Gordillo.
Peor aún, la legión de detractores del tabasqueño, “cilindreados” por los esbirros del colero en la carrera le tomaron a mal que llamara a fortalecer los valores morales (lo que nada mal nos vendría, empezando por la honradez y el apego a la verdad) y las evocaciones religiosas, que provocaron un desgarramiento generalizado de vestiduras, como si se estuviera llamado a poner fin a la separación entre Estado e Iglesia.
El que sirve lo mismo para un roto que para un descosido es el expriista, expanista y neopriista Javier Cooperas o Cuello Lozano, quien suelta mandobles tanto contra López Obrador que sobre la humanidad de Ricky Ricón Anaya.
Como se ha podido ver, los que Lozano endereza contra el Peje no sólo son inocuos, sino que dan pie a la chacota (remember Andrés Manuelovich y el oro de Moscú) y terminan por favorecer al morenista. En cambio, los que asesta al panista, centrados en su aparente habilidad para triangular recursos que, por lo que se ve, podría ser la envidia de personajes como Lozoya (Odebrecht), Ruiz Esparza (socavón, OHL, Higa y un interminable etcétera) y Rosario Robles (la estafa maestra), causan daño al bisoño aspirante a la Presidencia.
Y si bien opinócratas y textoservidores mantienen el asedio a la plaza pejista y tildan a AMLO de conservador, acomodaticio y mesiánico (con este último vocablo se les llena la boca), y recrudecen los embates hacia la escuadra anayista, finalmente han cobrado conciencia de que ello no es suficiente para hacer que Pepe Mit levante un poco más allá del 14 o 16 por ciento que araña en las preferencias de los encuestados (seguramente el piso del verdadero voto útil priista).
Por ello, la maquinaria tricolor decidió echar mano de sus míticos operadores (aparentemente los últimos dinosaurios del Parque Jurásico de Insurgentes Norte), y resucitó a figuras como Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes y René Juárez Cisneros, quienes junto con Eruviel Ávila y otros personajes de la picaresca política nacional formaron un frente que aparentemente intentará insuflar vida a José Antonio Ya mero Meade.
Mientras la artillería de la mafia del poder ataca sin tregua a sus contrincantes, López Obrador ha encontrado entre sus otrora enemigos jurados de la derecha a los más sólidos defensores de su proyecto de nación y de su talante incluyente. Expresan su certeza de que sólo a partir del triunfo de la causa del tabasqueño en las urnas el próximo primero de julio será posible construir una nueva realidad a partir de la justicia social y económica, la igualdad de oportunidades y, en suma, el combate de las iniquidades.
Tal es el caso de Germán Martínez Cázares, quien ha concedido entrevistas en varios medios para explicar su decisión de competir por una senaduría bajo los colores de Morena y su convicción de que la mejor opción para lograr un cambio en el país es López Obrador.
Ciertamente, las decisiones cuestionadas por los adversarios del Peje, y concretamente la inclusión del dirigente minero Napoleón Gómez Urrutia y de la exdirigente de la policía comunitaria de Guerrero Nestora Salgado en las listas plurinominales de Morena despertaron duda entre un segmento de sus votantes potenciales. También provocó algunos movimientos de cejas la propuesta de establecer una Constitución Moral que, de inmediato, fue relacionada con el sambenito de mesiánico que Enrique Krauze insiste en endilgarle a AMLO.
Hasta ahora, las campañas de ataques enderezadas contra el puntero no han tenido éxito. Por ello, es de esperarse que quienes las protagonizan tomen vuelo para embestir con mayor fuerza. Sin embargo, como está visto, esta vez hará falta mucho más que comparar a AMLO con Chávez, Maduro o algún otro impresentable o de repetir hasta la náusea que “es un peligro para México”.
De hecho, todo parece indicar que esta vez no será suficiente siquiera la inyección de carretadas de dinero repartidas a través de los colmilludos operadores recién incorporados a la campaña de Meade, la estrategia de pulverización del voto que les funcionó en la elección de gobernador del Estado de México ni la compra de votos a través de tarjetas de débito o promesas de subsidios, como las tarjetas rosas.
El hartazgo es tal, que la gente se movilizará para impulsar el cambio que anhela, y que vislumbran en el PRI y su candidato el mayor obstáculo a librar.