Claudia Rodríguez
El sismo del 16 de febrero pasado con una magnitud de 7..2 grados Richter, había dejado saldo blanco en vidas humanas en el lugar del epicentro y en todos los otros lugares del sur y centro del país en donde repercutió, pero parece que ese movimiento de la Tierra en Jamiltepec, Oaxaca, sólo sería el aviso del ángel de la muerte que viajaría hasta la localidad.
NVI Noticias en línea, reprodujo el trabajo de Miguel Ángel –así la firma del cronista– que relata de una forma más que vívida, lo que para los pobladores de Jamiltepec sería en principio, la visita del secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida y el gobernador de la entidad, Alejando Murat para supervisar lo que hubiera dejado en afectaciones el sismo, de acuerdo a la versión oficial.
Así se lee a Miguel Ángel, quien publicó el mismo sábado 17 de febrero a unas horas de la caída del helicóptero en que viajaban entre otros, Navarrete y Murat.
“Noche de muerte en Jamiltepec, Oaxaca; un mostruo cayó del cielo.
Santiago Jamiltepec.- “Mamacita, ¿Por qué? Por culpa de esos idiotas”, fue el grito de dolor de un niño que postrado frente al ataúd de su madre lloraba su muerte.
La tierra se estremeció en Santiago Jamiltepec. Era el preludio de la tragedia. Un monstruo cayó del cielo. Arrogante, imponente, mortífero. Exigía sangre y la tuvo. Bebés, niños y mujeres fueron sus víctimas. La piedad no estaba dentro de sus atributos.
“Mi hermana está muerta, estaba con su bebé de tres meses, su hija de tres años está en el hospital”, susurra Martha Mendoza entre llanto.
No hay consuelo, los abrazos no son suficientes para calmar el dolor. Perdieron a sus hijos, a sus madres, a sus hermanos.
El terremoto de 7.2 grados de magnitud con epicentro en Pinotepa Nacional, causó miedo entre los pobladores. Buscaron refugio en el Campo de la Aviación, en la colonia del mismo nombre. Era el lugar más seguro posible o al menos eso pensaban.
El helicóptero Black Hawk, de la Fuerza Aérea Mexicana, dio varias vueltas, dijo Reynaldo Sánchez, familiar de uno de los fallecidos, los vio, pero falló en el aterrizaje y se estrelló en el improvisado campamento.
El gobernador del estado, Alejandro Murat Hinojosa, vino a verificar personalmente los daños que causó el movimiento telúrico. Las cosas no salieron según lo planeado. La aeronave yacía en el suelo.
Extraoficialmente son 13 muertos, “todos vivían en esta colonia, por eso todos los fallecidos y lesionados son familiares”, explica un vecino.
Militares y policías van de un lugar a otro, con armas que en este momento parecían innecesarias.
Los ataúdes llegaron, mientras las labores de rescate de los cuerpos continuaban. Los altos mandos se fueron.
“Vamos a quemar ese helicóptero”, dice un poblador. “Ya para que”, contesta otro. “Dios te dará fuerzas”, consuela una anciana a una joven mujer.
“No le vayas a dar mucho que te vas a emborrachar”, le dicen a un hombre, quien entre lágrimas le da dos tragos a una botella de licor.
Ante la mirada de los familiares, los cuerpos son colocados en los ataúdes. Nueve militares con armas largas cuidan que nadie pase.
Uno a uno los familiares reconocían los cuerpos. Las cajas se abrían mostrando lo que no querían ver. “Háganse a un lado los que ya reconocieron”, gritaba una insensible voz.
Las miradas perdidas de los familiares que no podían pasar el cordón, se apagaban más aún en la oscuridad de la noche.
“Alguien que me ayude a llevar a mi hermano”, fueron las suplicantes palabras de un hombre.
A las 4:30 horas, las luces se apagaron, la oscuridad reinó de nuevo. Muchas familias quedaron incompletas y un terremoto de 7.2 grados de magnitud pasó a segundo plano.”
El relato explica por sí sólo, porqué Navarrete Prida, no ha asomado ni la nariz en Jamiltepec.
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