* La estrategia de acoso judicial electoral exhibe a Meade como capitán de un juego perverso. ¿Tendrá las agallas de explicárselo a su hijo mayor, que asiste al ITAM y todavía aspira a los valores humanistas y éticos del abuelo?
Gregorio Ortega Molina
Ninguna pugna por el poder es limpia, tampoco puede regirse por normas éticas y morales, porque nunca nadie las cumplió ni hoy las cumple. Aquí y en el orbe.
Pero lo que hoy sucede inquieta; el saldo para cualquiera de los tres que se haga con la silla del águila será negativo, conduce a la implosión de la sociedad, a una más cruenta ingobernabilidad. El proyecto económico quedará en situación de riesgo; la reforma del Estado, ni soñarla. El gobierno difícilmente evitará escorar a la derecha y a la represión, porque al menos desde 1988 decidieron disfrazar de “más y moderna política” el peor de los populismos. El Primer Mundo no está, ni estará, al alcance los mexicanos.
Tal como proceden los estrategas de campaña de José Antonio Meade para -mediante infundios, verdades a medias o crímenes difíciles de comprobar- destruir a Ricardo Anaya Cortés, puede equipararse al acoso judicial, y para ello se sirven del SAT y la PGR. Festinan la posibilidad de que el candidato del Frente por México abandone la contienda, sin detenerse a meditar en que los votos que se pierdan por una candidatura fallida no irán al PRI, sino a Morena, porque es mayor el hartazgo a la previsible imposición de una permanencia que nadie desea, porque el tamaño del agravio supera los niveles de desvergüenza que pueden soportarse. La corrupción se convirtió en cinismo, organizado por una cáfila de desvergonzados.
La elección se dará en términos de coacción, y eso no beneficia a nadie.
Lo que sorprende es que Javier Lozano Alarcón se preste a esta infamia, a este juego perverso, pues él fue víctima del que le armaron con Zhen Li Yegon, a quien supuestamente le advirtió: “cooperas, o cuello”. La nota informativa que expone a Meade como capitán de un juego perverso (¿tendrá las agallas de explicárselo a su hijo mayor, que asiste al ITAM y todavía aspira a los valores humanistas y éticos del abuelo?), señala:
El coordinador de voceros del candidato presidencial de la coalición “Todos por México”, presentó un video en su cuenta de twitter en el que fundamenta tres puntos que evidencian las “mentiras” de Ricardo Anaya, candidato a la Presidencia de la alianza “Por México al Frente”.
Él dice que quien firma a nombre de Manhattan Masterplant Development la compra-venta de su nave industrial en Querétaro, es el señor Juan Carlos Reyes García. Y eso es falso. ¿Por qué lo digo? Porque consta en la escritura pública que el verdadero firmante es Luis Alberto López, y a decir de los involucrados en el esquema de lavado de dinero, los que lo reconocen, los que lo confiesan, es el chofer de Manuel Barreiro”, dijo Lozano.
Si Lozano Alarcón puede afirmarlo con tal contundencia, significa que hay pruebas documentadas en PGR y SAT, pues éste sostiene que “existe” una empresa fantasma para estas operaciones, por lo que es momento de preguntarnos: ¿por qué Ricardo Anaya Cortés no ha sido presentado ante las autoridades competentes?
Si dan con la respuesta negativa, ya saben quiénes son los que proceden con las prácticas jurisdiccionales y de presión política como la hace su maestro Nicolás Maduro. Ellos, que tanto lo critican, lo emulan. Con otros fines, pero con idénticos recursos del método, diría Alejo Carpentier.
Por el contrario, si resulta que Anaya Cortés es culpable, ¿por qué alargarle la agonía política?
¿Por el término constitucional, para que el Frente quede imposibilitado de poner a otro candidato? ¿Quién lo sabe?
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