Javier Peñalosa Castro
A medida que se acerca el plazo fatal para definir los nombres que aparecerán en las boletas electorales para la elección presidencial del próximo primero de julio, se recrudecen las patadas debajo de la mesa, los manotazos sobre ésta y las zancadillas hacia quienes se levantan brevemente de su asiento.
Cuando aparentemente tres de los aspirantes a figurar como “independientes”, quienes habían reunido cada uno —al menos en el papel— más de un millón de firmas y logrado una dispersión de adherentes en más de 17 entidades federativas, todo parece indicar que fue tal el grado de corrupción, traducido en la compra de firmas, la falsificación de éstas y algunos otros ejemplos de neomapacheo, que el Instituto Nacional Electoral sólo otorgaría el registro a Margarita Hillary Zavala [de Calderón], en tanto que al autodenominado Jaguar, Armando Ríos Piter y al también autoproclamado Bronco, Jaime Rodríguez, quien gasta menos en la manutención de su penco que en la de su mujer, se les habrían detectado tantas irregularidades que harían insostenible su registro (se habla de que Ríos Piter traería irregularidades en el 70% de sus apoyos y El Bronco no le iría muy a la zaga).
Y en este cotarro electoral, hasta el remedo de presidente de los gringos, Donald Trump, en una nueva, abierta y grosera intromisión (dejara de ser Trump) opina sobre el proceso electoral mexicano, y dice que hay candidatos buenos y “otros no tanto” (en mal velada alusión a López Obrador) y el mismo Enrique Peña Nieto sostiene que sólo uno de los candidatos reúne las cualidades de honestidad y experiencia de gobierno requeridas para ser Presidente, a lo que AMLO responde, con el sentido del humor que últimamente lo caracteriza, que probablemente se referiría a él.
En este contexto, los empresarios también opinan. Por ejemplo, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial pretende obtener de los candidatos el compromiso de que nada cambiará, especialmente en las materias que tanto los han favorecido durante los 30 años de gobiernos “neoliberales” y otras voces de corredurías y firmas calificadoras de inversiones del imperio del norte alertan sobre el riesgo de “populismo” en caso de que no se ataje el triunfo del Peje.
Para casi todos (no hay más ciego que el que no quiere ver) resulta evidente que Andrés Manuel López Obrador se enfila al triunfo en solitario, aun de acuerdo con las encuestas más “cucheareadas” encargadas por sus adversarios y mientras, tanto Meade como Anaya centran su atención en destruirse mutuamente, con la esperanza de sobrevivir y recibir en herencia lños votos del otro. Pese a ello, los sufragios que atesoran como la lechera codiciosa, se han ido hacia la causa obradorista sin que la tendencia luzca algún ángulo desde el que sea posible vislumbrar una reversión.
Entre tanto, la PGR, la Secretaría de Gobernación y otras dependencias (eso son, y no instituciones, como a veces se pretende) luchan denodadamente por tratar de descarrilar a Anaya (que, dicho sea de paso, mucho ayuda a que así sea con su mutismo ante las denuncias de negocios turbios), al tiempo que pierde todo recato y pudor para acudir en defensa de impresentables como César Duarte, a quien cada semana se le decomisa un rancho, se le señala por nuevos quebrantos al erario durante su gestión como gobernador y se demuestra cómo lavó dinero para financiar las campañas del PRI, al tiempo que la PGR hace todo lo que está en sus manos y más para incurrir en fallas procesales, desistimientos y otras lindezas para que este Duarte no llegue a pisar la cárcel.
Tan evidente es el encubrimiento y la impunidad de que goza el exgobernador de Chihuahua, que su homólogo y tocayo de apellido, Javier Duarte, ya decidió despedir a su abogado y hacer que lo represente el jefe de la defensa de Javidú.
Otro aspecto que marcó la semana fue la “preocupación” expresada por José Antonio Meade, el candidato del PRI y sus adláteres a la Presidencia, por la eventual intromisión del crimen organizado en el proceso electoral en curso. Si realmente le preocupa, bien haría en dar un repaso a las listas de aquellos que lo han hecho suyo, y que estarían en busca de fuero, no porque necesariamente deban algo (gente malpensada…) sino por mera precaución.
Anaya fue el primero en registrar su candidatura presidencial, el fin de semana pasado, le siguió López Obrador, el viernes 16 y se espera que Meade lo haga el domingo 18. Falta por ver la suerte que corren los independientes.
También este fin de semana se espera que el PRI dé a conocer las famosas listas de aspirantes a cargos de elección popular de la que, por cierto, se ha excluido Manlio Fabio Beltrones, a quien muchos consideraban como seguro aspirante a figurar en ellas.
En la Ciudad de México, ya se inscribieron ante el INE las dos candidatas con posibilidades para ocupar la jefatura de gobierno: la exdirigente sindical Alejandra Barrales y la casi segura ganadora de la contienda, Claudia Sheinbaum, a quien por más que se empeñen en tratar de desacreditar y manchar le hacen lo que el viento a Juárez.
Mientras tanto, continúa transcurriendo el tiempo de la llamada “intercampaña”, y por más que Meade y Anaya han insistido en que quieren más debates, aparentemente han entendido que no tendrán éxito en su empeño, y que deberán encomendarse al santo de su devoción para lograr un milagro en las tres oportunidades que tendrán de participar en los debates que organizará el INE y no les quedará otra que elevar las dosis de infusión de pasiflora… o de Amlodipino, medicamento que un creciente número de mexicanos ve como la cura a los más graves males del país.