Joel Hernández Santiago
Nunca hay tiempo suficiente para recuperar el tiempo perdido. Es muy difícil. Acaso a lo más que podemos aspirar es a mirar al pasado como recuerdo, como nostalgia, como aquellos días que no quisiéramos repetir nunca, o los que nos han hecho tan felices en un instante, en un tris, en un fuerte abrazo, una sonrisa y un buen mezcal en buena mesa.
Esto viene al caso porque recientemente un amigo me hizo ver la importancia de lo que ha sido Oaxaca en la creación literaria de grandes autores que han ido a convivir en la tierra que es, al mismo tiempo privilegiada, como entristecida por las razones de gobierno que ya conocemos:
[El rosario político ha sido más un viacrucis para los oaxaqueños: Desde el gobierno atrabiliario, agrio y doloroso de José Murat Casab (PRI 1998-2004), al gobierno de las componendas, la mapachería, la grilla y los acomodos de Ulises Ruiz (2004-2010) que miró para otro lado frente a los múltiples problemas de los oaxaqueños, y creó y heredó otros problemas… Mal gobierno en un estado en crisis política y social. Ruíz construyó su propia oposición y a ella entregó el gobierno.
¿Era de oposición la alianza política que llegó al gobierno a Gabino Cué Monteagudo…? ¿Acaso tengamos que decir que al final fue, de otro modo lo mismo? porque llegó bajo la promesa del cambio, del desarrollo, de la justicia, de la repartición de los resultados del trabajo de los oaxaqueños entre los oaxaqueños: fin a la corrupción gritaba enfático durante su campaña…
…Y que erradicaría la nefasta experiencia de los dos gobiernos anteriores en Oaxaca y que…: Fue el parto de los montes; ocurrió la vieja historia de que parecía que estábamos mejor cuando estábamos peor; al final las cuentas no fueron tan claras y aun se duda de que se aclaren por lo que parece un mirar para otro lado del gobierno del hijo de Murat Casab, hoy gobernador…
… Gobernador por obra y gracia de Enrique Peña Nieto que, con Oaxaca, pagó favores recibidos por el ex gobernador para hacer trabajos ad-later, y quien sigue ahí, en Oaxaca, tan vigente como cuando presume que gobernó a la entidad (1998-2004)…
… Y es el viejo Murat quien decide quién está o no en gobierno, a quien quitar o incorporar: lo vetusto del gabinete es un síntoma del pasado hoy, cuando gobierna Alejandro Murat Hinojosa , quien soñaba que acompañaría a la gran política nacional desde el Estado de México y al que, como heredero dinástico se le entregó Oaxaca, sin deberla ni temerla, sin conocerla, sin saber de ella más que por lo que fue, y no por lo que debiera ser y, por lo mismo, ya a más de un año en el Ejecutivo estatal, la ingobernabilidad está ahí, como el dinosaurio de Tito Monterroso]
Pero Oaxaca es mucho más que sus malos gobiernos. Oaxaca contiene esencias y trascendencia. Contiene fortalezas y una forma particular de hacer la vida, de entenderla y convivirla.
Los oaxaqueños venimos de lejos tiempo. Y estamos ahí. Y aun aquellos que se van para buscar mejor vida, tarde o temprano regresan porque la esencia de uno está enterrada en el patio de la casa, bajo los nogales, los laureles, los aguacates, los toronjiles y los “No me olvides”…
Así que esa esencia vital y distinta ha sido percibida por gente de casa y gente de fuera, y a la que se le han abierto las puertas de par en par, como es que se acostumbra allá: siempre un cobijo, siempre un plato de sopa caliente en la mesa y siempre un mezcal, para poner los cachetes rojos…
Malcom Lowry escribió gran parte de su “Bajo el Volcán” en Oaxaca. Llegó allá a finales de 1937 atraído por el mezcal y por huir de su esposa Jan Gabrial, de la que se había separado.
Había escuchado de lo mágico y trascendente de Oaxaca. Fue para comprobarlo y se quedó allá meses, mientras escribía lo que comenzó en Cuernavaca y que es un día en la vida de un hombre que recorre todas las intensidades corrosivas, las que es capaz recorrer un hombre en esencia.
Llegó al entonces muy afamado Hotel Francia y recorrió todas las cantinas que pudo para encontrarse con el mezcal. Y sobre todo encontró ahí a su gran y mejor amigo de la vida: Juan Fernando Márquez con cuya solidaridad interminable recuperó la fuerza vital.
En la cantina El Farolito se asentó y ahí, en una mesa, con el mezcal a cuestas, escribió páginas y páginas de lo que hoy es una de las grandes obras del pensamiento humano en el siglo XX. Muchas páginas de “Bajo el Volcán” se deben a Oaxaca.
Poco tiempo después, al enterarse de la muerte de su gran amigo Fernando Márquez, escribió una de las grandes elegías al hombre y a la amistad: “Oscuro como la tumba donde yace mi amigo.”
Antes, a finales de 1924 llegó a Oaxaca el escritor inglés DH Lawrence. Había estado antes en DF, pero quiso ir a Oaxaca para tocar al México profundo, aislarse y terminar “La serpiente emplumada” libro crítico sobre México, pero en donde también hace halago del ser mexicano por incomprensible y por sus contrastes.
Llegó al Hotel Francia. En el libro “Lawrence en Oaxaca” Ross Parmenter recoge apuntes del autor de “El amante de Lady Chatterley” y “Mujeres enamoradas” se encontró con inconvenientes de comprensión de lo que veía, las formas de vida y la trascendencia vital que transmitían los oaxaqueños.
Pero poco a poco se adentró en ese espíritu que recoge en parte de “La serpiente emplumada” y aún más: Oaxaca le dictó “Mañanas en México”.
En fin. Que todo esto es para decir que Oaxaca es más, mucho más, que su actual circunstancia. Y que la fortaleza y sabiduría oaxaqueña sabrán mostrar que por encima de la ambición de sus políticos esta la trascendencia de una raza-unas razas, que conforman eso: la grandeza oaxaqueña.