Francisco Gómez Maza
• El imperativo: salvar lo que queda de México
• No lo hará AMLO, sino la izquierda verdadera
Pareciérame que ha llegado el momento de que lo que se haga cargo de reconstruir a este destrozado México sea la Izquierda (aclaro de una vez que no me refiero ni a Morena ni a López Obrador y menos al PT, al MC o al derruido prd.)
Me refiero a la izquierda oculta en los cubículos universitarios, tanto de las universidades públicas como de universidades particulares, como la UNAM, la mejor de todas en América Latina, y otras como la Universidad Iberoamericana, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), ambas de la Compañía de Jesús, e inclusive el Tecnológico de Monterrey, en donde se hace un análisis metodológico, análisis científico (de Marx) de la realidad mexicana.
Hablando de la realidad que nos dejará este fatídico sexenio peñista, el tercero de vacas flacas y espigas de grano delgado, tan sólo la economía quedará muy maltrecha al término de la gerencia priista de Peña Nieto. Simplemente, sus economistas adolescentes de economicismo, no entendieron qué es la ciencia económica y para qué sirve. Creyeron que era para comprarse una lujosísima residencia en Las Lomas o en Malinalco, con dinero del Erario. O hacer un gran negocio sucio con OHL u Odebrecht, o con los dineros de la Sedesol, de Sedatu, triangulados a universidades de conducción corrupta. Se quedaron con aquella cantaleta de nuestros años de estudiantes que dice: Economía es la ciencia que quita la paciencia y las ganas de estudiar.
La producción de bienes y servicios concluirá el sexenio en picada, por los suelos; el campo, la actividad agropecuaria, minada por el hambre y la miseria. El petróleo entregado, regalado, a poderosos inversionistas del exterior, como estaba antes de la expropiación del 18 de marzo de 1938, decretada por el patriota presidente general Lázaro Cárdenas del Río. El empleo y los salarios, injustísimos salarios, cada vez más depauperados, mientras se ve una gran concentración de la riqueza en muy pocas manos, y una supina corrupción de la clase política, desde Los Pinos hasta la secretaría más anodina. Hay tantos ejemplos que todos ustedes conocen y que no tiene caso repetirlos.
De acuerdo con recuentos de la revista Forbes, en el mandato de Peña, que culminará el 1 de diciembre de este año, los demás desafíos habrán sido de carácter externo, en particular debido a la política económica del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Por un lado, este paranoico personaje ha mantenido el TLCAN en vilo y, por otro, ha aplicado un esquema de incentivos fiscales, en buena medida con dedicatoria a México, para restar competitividad a las inversiones que las empresas hagan fuera de su país.
La reforma que Donald Trump ha impulsado pasa por una reducción de los impuestos corporativos (a una tasa muy por debajo de lo cobrado en México), la disminución de la tasa cobrada a la repatriación de capitales y la imposición de un impuesto sobre los montos que las firmas estadounidenses inviertan en sus subsidiarias fuera de ese país.
La eventual cancelación del NAFTA es el gran riesgo. “Si hubiera un retiro de Estados Unidos del TLCAN, esperaría que la economía mexicana se redujera 2.9%; las importaciones cayeran 16%; las exportaciones, 18%, y la inversión, 11%. El peso se depreciaría a 21.5 por dólar y la tasa de interés del Banco de México estaría en 8%, mientras que la inflación sería del 5%”, según estimaciones confiadas a Forbes por Joe Brusuelas, economista en jefe en Estados Unidos de la firma de auditoría e impuestos RSM. Y eso que las cifras oficiales, como decíamos hace cuatro décadas los reporteros de finanzas, vienen rasuradas.
Mientras la economía global mexicana va que vuela en picada para terminar el sexenio en paro, como un enfermo gravísimo en una cama de hospital del Seguro Social, que entra en crisis fatal y muere inevitablemente, la inflación vuela a la velocidad del sonido, en desbandada hacia los cielos. Y el poder adquisitivo de los salarios concluirá hecho caca.
Al mismo tiempo, la inflación de la violencia y la inseguridad pública, terminará desatada, sin freno, descontrolada, como sin control actúan las bandas de la delincuencia organizada, las mañas, los ejércitos irregulares de los cárteles de la droga y su contraparte, las fuerzas de seguridad del Estado; soldados, marinos, policías federales, gendarmería, policía política, inteligencia, cuerpos especiales, escuadrones de la muerte integrados por tropas de élite, y toda la apocalíptica amenaza que los mexicanos han afrontado en los últimos 18 años, con las gerencias de Fox, Calderón y Peña.
Un campo mexicano sembrado de cadáveres, unos 35 mil muertos sin identificación, y conservadoramente unos 30 mil desaparecidos, que cuando aparece alguno, es hallado enterrado en una fosa clandestina. Mujeres asesinadas por odio, feminicidios que no son castigados y que no paran, bañando de sangre el cuerpo femenino de esta nación de mujeres sojuzgadas, violadas, como violadas fueron las indias por los criminales hispanos que vinieron a invadir estas tierras, las mejores del mundo, en donde se levantaba Tenochtitlan, muy superior a Londres, París, o Madrid, que entonces apenas eran villas.
La verdadera izquierda, ahora y siempre agazapada en los cubículos universitarios y en las facultades de ingeniería química de todas las universidades del país tiene la gran oportunidad de tomar la batuta y sacar a patadas de Los Pinos a los gobiernos peleles del capitalismo estadounidense, de esa vieja, moribunda gobernanza, basada en el populismo del Consenso de Washington y de aquella Revolución Silenciosa que inauguró hace ya años el francés Michel Camdessus, desde las oficinas del Fondo Monetario Internacional en Washington, D. C.
La izquierda mexicana, agazapada en las universidades e institutos de educación superior, tiene que despertar. Es su turno. Los gobiernos de la revolución inconclusa, traicionada, suplantada, no pudieron con el paquete. La ultraderecha panista sólo se enriqueció en su Docena Trágica, y los neopriistas de derecha, concebidos en Atracomulco, sólo alcanzaron a entregar al país al extranjero. Y si los votantes los dejan, van por más. Ciertamente, López Obrador no es la opción. Pero la opción de los mexicanos es no permitir que siga el PRI en Los Pinos o que vuelva el PAN, ya sea a través del PRI, o a través de él mismo y sus comparsitas, el prd y el mc. Ya los conocemos. Los Chuchos destruyen todo lo que tocan. La izquierda verdadera tiene la palabra, ¿O no, sub Galeano?
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