Gabriela Chico Goerne Cobián
¨Mucho, mucho ruido, ruido de tijeras, ruido de escaleras que se acaban por bajar. Mucho, mucho ruido, tanto, tanto ruido. Tanto ruido y al final, tanto ruido y al final, tanto ruido y al
final… La soledad”. Joaquín Sabina
Todos los días nos vemos asediados por sonidos estridentes que no sólo afectan nuestra audición, sino también nuestro estado de ánimo. El tránsito de los automóviles, las bocinas resonando al mismo tiempo como si fuera una sinfónica, sólo que ésta nadie la aprecia y sí vuelve locos a los conductores. Unos gritan groserías al de al lado, otros se bajan del coche en busca de una revancha, otros, simplemente suben el volumen a la radio en un intento por dejar de escuchar el caos del exterior. Nunca falta el policía que decide hacer sonar su silbato en tu oído –dejándote sordo por un instante–. Te unes al caos mentando madres a quien se encuentre a tu alcance. Finalmente, avanzas. Pero el ruido te acompaña a donde
vayas.
Está presente en la oficina, en la escuela, en el metro –donde en cada estación te topas con un vendedor que necesita alzar la voz para ser escuchado–, puedes usar audífonos para aislarte, sin embargo, la música que llega a tus oídos, poco a poco, atrofia tu audición sin que tú te des cuenta.
El ruido ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. Hoy más que nunca la gente se ha acostumbrado a él, sin conocer los severos daños que puede provocar en el organismo. Los automóviles, aeronaves, la construcción de obra pública, los espacios de esparcimiento y la industria, son las fuentes más comunes de ruido a las que nos hemos no sólo acostumbrado, sino adaptado.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), detalló en el documento Guías para el ruido urbano, las consecuencias de la contaminación auditiva y fijó los niveles de ruido que el ser humano puede soportar a lo largo del día, tomando en cuenta los distintos ambientes en que se mueve, así como las funciones que realiza.
Las consecuencias más comunes de la contaminación auditiva son: trastornos del sueño –que son ocasionados a partir de los 30 decibeles–, deficiencia auditiva –que ocurre al exponerse de manera continua y prolongada a ruidos que exceden los 70 decibeles–, alteraciones fisiológicas –después de una exposición prolongada a altos niveles de sonido, las personas pueden llegar a desarrollar hipertensión y cardiopatía. El riesgo es mayor para los trabajadores que se exponen al ruido industrial por más de cinco años–, trastornos mentales –aunque el ruido no los causa de forma directa, se presume que puede acelerar e intensificar el desarrollo de éstos–.
Con respecto a cómo afecta el ruido en los niños, el doctor Jaime Albores de la Peña, especialista en otorrinolaringología, dijo: “El daño que el ruido ocasiona en los niños puede producirse incluso durante el embarazo, sobre todo en el último trimestre, cuando el feto está más expuesto a los sonidos del exterior debido a la disminución de líquido amniótico y el adelgazamiento del tejido adiposo del abdomen de la madre”.
En la escuela, el ruido se constituye como un distractor que impide la concentración y por ende afecta los procesos de aprendizaje, por ello se recomienda que las instituciones educativas se construyan lejos de áreas ruidosas, como vialidades muy transitadas, los alrededores de algún parque industrial o los aeropuertos. Vivir cerca de estos lugares tampoco es conveniente, según el testimonio de la señora Laura Herrera que tiene su departamento en la delegación Venustiano Carranza es prácticamente imposible dormir por el constante paso de aviones, de hecho, está buscando mudarse lo más pronto posible de ahí.
Es casi imposible imaginar una ciudad sin contaminación auditiva y dado el crecimiento de la población, las opciones que tiene la gente para protegerse de ella son cada vez más escasas, por lo que la única vía parece ser la toma de conciencia ante la problemática. Esto es, exigir una regulación efectiva del ruido, pues aunque existen normas internacionales que la mayoría de los países han integrado a sus reglamentos, en casos como el de México, estos pocas veces se cumplen.