* El artículo 16 constitucional en su primer párrafo resume la consideración humana, legal, jurídica e incluso política que debió determinar la resolución adoptada por la SCJN y propuesta por el ministro Javier Laynez Potizek
Gregorio Ortega Molina
Algo supo Santiago Creel cuando por vez primera se refirió al “sospechosismo”. Hoy es una realidad. La reforma constitucional penal impulsada en el ocaso del foxismo es una realidad que puede convertirse en pesadilla.
Pero si la pifia es legislativa, la SCJN debió cumplir con su mandato constitucional, a menos que se viese obligada, presionada o sujeta a coerción, en virtud de necesidades políticas.
El artículo 16 constitucional en su primer párrafo resume la consideración humana, legal, jurídica e incluso política que debió determinar la resolución adoptada por la SCJN y propuesta por el ministro Javier Laynez Potizek, a la manga ancha que abre para los muy educados y conscientes policías cuya obligación y mandato es garantizar la seguridad pública, la tranquilidad de los mexicanos, con el nuevo Código Penal Federal.
¿Cómo asegurarlo?: “Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal del procedimiento”.
Lo anterior queda a criterio de un policía uniformado -primer contacto del ciudadano con su gobierno-, ya no digamos que sujeto a la educación y profesionalismo de los integrantes de alguna de las corporaciones de procuración de justicia o de seguridad interior. Si un mexicano normal después de una reunión en su hogar, se detiene en el quicio de su puerta con dos o tres invitados o conversar durante algunos minutos para despedirlos, y tiene la mala suerte de ser observado por unos patrulleros que hacen su rondín, y de acuerdo a ellos están conduciéndose con un comportamiento sospechoso, mala manera de terminar la noche, o de concluir la vida.
Con esta nueva legislación penal no queda sino a remitirnos a lo que se vivió y vive en los países del cono sur. Escribió Juan José Saer en El concepto de ficción: “El ejército se prepara durante años para la coyuntura decisiva que es el debilitamiento del poder civil… debe (contribuir) a mantener en su sitio a un gobierno que ya no representa ningún consenso social.
La situación que quisiera mostrarse natural, se doblega y vacila bajo el peso de sus contradicciones. Dejando de lado todas las incongruencias teóricas, políticas y morales, tales como actuar en nombre de una orden anulando la Constitución, invocar a la patria a cada momento y plegarse a los designios de las potencias mundiales…”.
Es la repetición de un esquema que ha garantizado el éxito a la política exterior de Estados Unidos. Y no es novedoso, los romanos hicieron lo mismo con sus provincias, tanto como lo hicieron los cartagineses y los fenicios o los macedonios. Las implicaciones para México las trataron con absoluta claridad en El Universal Catalina Pérez Correa, Ignacio Morales Lechuga y Alfonso Zárate.
Ahora cualquier cosa puede pasar.
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