Jorge Miguel Ramírez Pérez
Era lógico. Meade no pudo demostrar que su principal estigma es cargar con un gobierno excesivamente cuestionado en todas las materias. Con todo, demostró que Obrador ha sido un factor de desunión durante 20 años.
Jaime Rodríguez sorprendió vapuleando a Obrador. Acusó a Meade de solapar impunidades; logró una participación destacada para lo que se esperaba. Claro que ratificó su personalidad silvestre, transitando de la franqueza de espetarle a Obrador, que anda vendiendo aviones que no son suyos, los del gobierno, hasta las medidas draconianas como las de “mocharle las manos” a los ladrones.
Margarita ni siquiera entendió que significaba la procuración de justicia y se vio como defensora a ultranza del gobierno de su marido. Se lo hicieron notar e insistió, en que hay que hacer uso del ojo por ojo, diente por diente y enfrentar a los que matan con la misma moneda.
Margarita dejó una huella indeleble de lo que quiere es la prolongación del calderonismo. No aportó y se vio alquilada, tanto para hacerle segunda a Meade con un esquema más, -sin pies ni cabeza- el observatorio ciudadano que ambos compartieron. Trató de pegarle a Anaya sin éxito.
López Obrador defendió la vieja e indemostrable tesis de que la pobreza es la causa de todos los males de la inseguridad y que el presidente –o sea él- es el que puede hacer posible el combate a la corrupción. Siguió sin mencionar leyes o instituciones para lograr vencer los flagelos de corrupción e impunidad. Fue inevitable su inclinación al voluntarismo y poder personal.
Demostró Obrador que no puede responder no solo por estrategia; sino porque en realidad no podría responder contradicciones evidentes. Aún cuando no lo reconozcan los obradoristas fue arrollado.
Anaya en cambio enfatizó claridad en centrar el problema de la seguridad en una estrategia que no descabece cárteles, sino los desmantele.
En la corrupción Anaya no desperdició la oportunidad de deslindarse de lo que le acusaron; señaló a Meade y a Peña en esa maniobra con la PGR.
En el tema de la democracia también Anaya tuvo claridad tanto de los temas de gobierno y democracia, como de sus procedimientos que los demás omitieron.
Obrador volvió a anunciar un movimiento, un cuarto movimiento que como ha dicho en otras ocasiones, sigue a la Independencia, la Reforma y la Revolución; es decir uno con las características irremediables de profundizar en los mecanismos de la violencia, porque no existe una forma alternativa para inscribirse en la historia sin ese temible recurso.