Claudia Rodríguez
Las últimas datos que revelan la cifra de 84 asesinatos por día en nuestro país, para algunos puede no ser noticia ya que esto deviene de la escalada de violencia que vive el país desde el 2007 que inició la fallida guerra contra el narcotráfico, iniciativa de Felipe Calderón durante su mandato federal; pero también esta inseguridad magnificada, obedece a otra serie de situaciones que tienen que ver en principio, con el hostigamiento por varias vías para empobrecer a los mexicanos.
Que en promedio las autoridades registren 84 muertes con premeditación en lapsos de 24 horas; es una información que a cualquiera pone en niveles justificables de stress. Se trata de la seguridad de los nuestros y de la individual, que incluso nos lleva a pensar en la fortuna de no encontrar una muerte horripilante, cuando lo lógica es sentirse seguro y protegido por el Estado.
Esta matanza de mexicanos, que tiene tintes de exterminio, no puede esperar una nueva Administración sea cual sea. La realidad en seguridad requiere acciones inmediatas y un reclamo unitario de la sociedad hacia todos los responsables de proporcionarla, porque a la luz de este escenario horripilante; hay indicadores de que muchos de ellos o se han cruzado de brazos o forman parte activa en esta maniobra sangrienta.
El miedo en México lo estamos viviendo, no es ningún escenario futuro. Es este Gobierno el que nos tiene al borde de la psicosis en seguridad, temerosos por oportunidades, por una vejez digna, por el goce de seguridad social y en lo más inmediato, el dinero en el bolsillo.
Ya dejamos solos a los padres de la guardería ABC de Hermosillo, Sonora; a los de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa, Guerrero. ¿Pasará lo mismo con los estudiantes de cine de Jalisco, que fueron asesinados y disueltos en ácido según la Fiscalía de Jalisco?
Sólo de pensar, verbalizar o escribir estos sucesos, a cualquiera se le pone la carne de gallina y espera que nada suceda en su entorno familiar. Pero ya está sucediendo porque vivimos con temor de nuestras propias autoridades, que cuando menos no han podido o no han querido brindarnos la seguridad a la que están obligados.
Estrategias ha habido muchas para combatir a la delincuencia, pero han faltado impulsos, temeridad, y la resta de la impunidad y la corrupción.
Si el sexenio del panista Felipe Calderón pasó a los anales de la historia por ser el más violento, el recuento del presente lo colocará en primerísimo lugar. Eso de sí, ya ahuyenta a los inversores, a los turistas, provoca oleadas de migrantes indocumentados, amenazas extranjeras por su propia seguridad nacional… y muchos otros flagelos.
El fenómeno de la violencia en nuestro país ya no aguanta más líneas discursivas, porque el próximo daño colateral puede ser cualquiera de nosotros. Esto tiene tintes de juego espeluznante.
Acta Divina… La seguridad “sigue siendo todavía uno de los retos mayores del país”, en la que se necesitan más acciones con las que México realmente “alcance condiciones de plena paz y de plena tranquilidad”, señaló el presidente Enrique Peña Nieto, en enero del presente, durante la ceremonia de entrega de los premios Nacional de Deportes y al Mérito Deportivo 2017, e incluso recalcó aún no han dado resultado, las metas que se trazaron.
Para advertir… Se nos acabaron los minutos para palear la inseguridad, este incendio corre con velocidad y cada vez toma más aliento.
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