CUENTO
Cada vez que sus ojos miraban a una persona, sentía mucho miedo. Y no podía entenderlo: el por qué las gentes se le aparecían ante su mirada como unos monstruos.
Vivía en un país de esos llamados “tercermundistas”, donde todas las cosas eran muy difíciles de asimilar, y más de descifrar. Por lo tanto todo esto es lo que parecía hacer crecer su dolor. Y por más que lo intentaba, ¡nunca lograba escapar! Correr, ¡lejos!, hacia un lugar donde poder estar a salvo.
“¡No puedo más!”, pensaba siempre cuando se daba cuenta del bache en el que se encontraba tirado. Su existir se le hacía más insoportable. Conforme pasaban los días, sentía extraviarse, más y más. Lo peor de todo es que NO había nadie, ¡nadie!, que pudiese tenderle una mano para así ayudarlo a buscarse…, hasta encontrarse. Volver a la vida, volver al mundo, volver a todo aquello que nunca antes había conocido.
Pero él lo veía imposible. ¡Todo le daba miedo! ¡Pero más aquel país donde desgraciadamente le había tocado “aterrizar”! “Monstruos”, pensaba todo el tiempo. “¡Monstruos!” Todas las personas se le aparecían ante su mirada precisamente como seres deformados.
Y aunque él se la pasaba todo el tiempo tratando de que todo esto no lo lastimase, ¡simplemente no lo conseguía! Porque su mismo dolor volvía a tirarlo hondo, muy hondo, ahí en un lugar muy oscuro, donde sus ojos ya no alcanzaban a ver nada. Por lo tanto, otra vez no le quedaba más remedio sino que solamente balbucear completamente lleno de terror: “Mons…Mons… ¡Monstruos!”
FIN.
ANTHONY SMART
Mayo/23/2018