* Los ministros son seres humanos, no comen lumbre, aman la vida como todos lo hacemos. No ocurre lo mismo con algunos o muchos de los integrantes del Poder Ejecutivo, ellos creen ser la encarnación del Estado, y buscan llegar allí porque aman más al poder que su vida
Gregorio Ortega Molina
Las consecuencias de las decisiones tomadas por Genaro García Luna y Luis Cárdenas Palomino en el caso de la ficción de la Banda del Zodiaco, y asumidas porque así lo exigió la debida obediencia al gobierno para el que en ese momento se desempeñaron, serán de largo aliento y contribuirán a deformar, todavía más, la relación entre los Tres Poderes de la Unión y la sociedad cuyo deber, por mandato constitucional, deben preservar en su integridad y derechos.
Ahora ya no importan las razones por las cuales Jorge Volpi decidió encabezar esta denuncia -deben seguir otras, nuestro presente está plagado de violaciones al debido proceso-, lo que procede es intentar rescatar al Poder Judicial al exigirle el cumplimiento de su mandato constitucional en el caso de Israel Vallarta, como ocurrió con Florence Cassez.
¿Por qué? En las páginas 451 y 452 Volpi transcribe una conversación telefónica entre Eduardo Margolis y Florence Cassez. Quizá es un alarde, o posiblemente es el verdadero motivo de esta perversión de la realidad: “Margolis le cuenta del problema que tuvo con Sébastien y le confiesa que, cuando se decidió a recuperar los coches de su propiedad, descubrió que Israel pertenecía a una familia de criminales”.
Pero, ¿y yo qué tenía que ver con eso?, pregunta Florence.
Tú no nos interesabas, responde Margolis. Nadie sabía que tú ibas a estar allí cuando arrestaron a Israel. ¡Y el imbécil de Palomino que te golpeó y amenazó en mi nombre! Pensaba que tendrías más miedo de mí que de la policía. ¡Yo jamás autoricé eso! Luego fui a reclamárselo, a decirle que no tenía derecho. Estoy enojado con ellos desde hace siete años. García Luna puso todo esto sobre mí: ha hecho creer que soy narco, ha querido cerrar mis empresas… Yo sé que tú eres inocente. Siempre lo dije.
¿Y entonces? ¿Por qué no lo dijiste en el proceso?
Porque habría puesto a mi familia en peligro, le dice crípticamente Margolis. Tuviste mala suerte, Florence, eso es todo…
Son cuatro frases suficientemente claras: “Yo no autoricé eso”… “Pensaba que tendrías más miedo de mí que de la policía”… “Luego fui a reclamárselo” y “Tuviste mala suerte, Florence, eso es todo”.
Con ellas puede bordar o desbordarse la imaginación; puede inferirse, sugerirse, suponerse cualquier móvil o una muy perversa venganza, o adquirirse una mayor desconfianza en el Estado y su sistema de procuración y administración de justicia.
Lo que sucede a la vista de todos en las sesiones públicas del Pleno de la SCJN está previamente “aprobado, ensayado y vuelto a ensayar” en la previa sesión privada. Los ministros son seres humanos, no comen lumbre, aman la vida como todos lo hacemos. No ocurre lo mismo con algunos o muchos de los integrantes del Poder Ejecutivo, ellos creen ser la encarnación del Estado, y buscan llegar allí porque aman más al poder que su vida.
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