MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Del caso Karime Macías y su cínico e impune enriquecimiento, videograbada con la evidencia del despilfarro millonario con el que vive en Londres, merced a una investigación ordenada por Miguel Ángel Yunes Linares, mi colega Germán Guzmán considera que el gobernador veracruzano le hace un favor a “ya sabes quién”.
Y, bueno, en tanto el candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador reacciona con un discurso en el que descalifica a quienes cuestionan su oferta de campaña de bajar su salario, si es que gana la Presidencia de la República, y de todos los altos funcionarios e incluso a los ministros de la Corte.
Con ese desdén de quien se asume triunfador de la jornada electoral del domingo 1 de julio próximo, sostiene que si por eso le dicen populista, “me tiene sin cuidado”.
Discursos salpicados de demagogia, en muchos casos con evidente desconocimiento de los temas que aborda, como eso de llamar ventiladores a las turbinas de viento generadoras de energía eólica, y asegurar que sólo benefician a unos cuantos en perjuicio de tierras agrícolas, amén de que equivoca la denominación eólica.
En abono de esos dislates declarativos, aducirán sus simpatizantes y oficiosos cuanto apoyadores que hoy se dan cuenta, casualmente, de que estaban en la trinchera equivocada, que el licenciado López Obrador no está obligado a ser un sabelotodo.
Y tienen razón; pero habrán de recordar o por lo menos enterarse que, cuando un político cualquiera es ungido candidato, automáticamente se convierte en el más guapo, inteligente, experto y prototipo del demócrata y amoroso aspirante al voto ciudadano.
Bueno, en todo caso fallan los asesores, ya no diga usted de imagen que incurren en los mismos métodos de todos los candidatos, como eso de lucir collares de flores, jarritos y toda clase de adornos que, no necesariamente los asumen identificados con las comunidades que utilizan ese tipo de avituallamientos ceremoniales. Eso es demagogia.
Pero, vaya, retomando el caso de doña Karime Macías, quien cuando estudiante de la Ibero fue convencida de aceptar salir con Javier Duarte, su compañero de clase, sin imaginar que saborearía las mieles del poder y la libertad de amasar una fortuna multimillonaria, es una ofensa para cualquier ciudadano veracruzano que otorgó su voto al entonces diputado federal con licencia que Fidel Herrera Beltrán imaginó manipulable pero le salió todo un experto en pillerías.
Y precisamente esa experiencia de un gobierno priista, en mala hora dirían los operadores que en Veracruz pasan las de Caín para atraer el voto de la estructura tricolor ofendida, molesta e incluso dispuesta a pasarse a la causa del vecino de enfrente, porque por encima de la imagen de Javier Duarte de Ochoa tras las rejas, está la de la familia y la esposa intocable pese a la ficha roja solicitada a la Interpol.
Y, sin duda tiene razón mi amigo Germán, el gobernador Yunes Linares le acarrea indirectamente simpatías a ya sabes quién, porque él no es precisamente un dechado de honestidad y pulcritud política, de forma tal que no necesariamente abonaría, con esa persecución de la señora Karime y del encarcelamiento de su antecesor, a la causa de Ricardo Anaya.
En este escenario, que no puede presumirse como ejemplo de pulcritud demócrata, el clima de violencia amplía esa franja de los indecisos, de estos ciudadanos que no responden a las encuestas, que se abstienen de asumir una postura.
Y, con ello, plantea esa posibilidad indiscutible de que el segundo lugar en la preferencia de los votos expuesta en esas singulares y contradictorias encuestas, pueda alzarse con el triunfo en las urnas el domingo 1 de julio.
Porque, mire usted, la misma displicencia cuando no, incluso, desprecio con el que Andrés Manuel López Obrador trata a sus críticos y a sus contrincantes en la carrera por la Presidencia de la República, aviva la polarización social.
Una muestra de ello, son los enfrentamientos entre simpatizantes de Andrés Manuel y sus contrincantes de otros partidos, no exclusivamente de esa coalición PAN-PRD-Movimiento Ciudadano, que se suma a los asesinatos y ejecuciones de políticos en funciones y aspirantes a cargos de elección popular.
No, no se trata en forma alguna de una apología de la violencia ni mucho menos de plantear que algún candidato puede ser víctima de un atentado. La inseguridad que priva en el país, la presencia de ese poder fáctico en que se ha convertido el crimen organizado en estados como Guerrero, Michoacán y Tamaulipas, aviva ese clima de oscuras previsiones.
Y flaco favor hace al clima de paz, civilidad y tolerancia, el licenciado López Obrador con la insistencia de asumirse en abogado de causas que deben ser atendidas y desahogadas por instancias jurisdiccionales, que merced a la presión social no someterían sus fallos a órdenes del poder.
Pero, bueno, transitamos como potenciales electores en escenarios de ofensiva impunidad, de cinismo y rampante demagogia populista de quienes venden espejitos y prometen el México Feliz, pero dejan en libertad a sus recalcitrantes huestes que lo mismo en la Ciudad de México que en Chiapas, se enfrentan a golpes, con violencia que es pauta de algo mayor.
¿Está a punto de liberarse el tigre? El simplismo declarativo entraña riesgos que, en esa carrera por el poder, se soslayan. ¿Recordarán los detractores de hoy cuando jugaron similar papel en esos días de 1994, cuando urgían al cambio de candidato porque el dizque oficial no prendía? La violencia merodeaba en todos lados y nadie cuestionó a la generada por el EZLN, remedo de guerrilla que utilizó a indígenas como carne de cañón, con rifles de madera. Conste.
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