* Es tan grave el rompimiento del tejido social dejado por las políticas públicas del peñato, ha sido tan lesivo el uso político de la administración de justicia que favorece el rompimiento del orden constitucional, que los candidatos de las tres coaliciones electorales se ven obligados a ofrecer el oro y el moro.
Gregorio Ortega Molina
Insisto, para aclarar: la confrontación verbal, política y de percepción sobre el futuro inmediato -mientras México continúa inmerso en su reingeniería social y económica- que calienta las campañas políticas, no es propiciada por quienes aspiran al poder, sino por el tiradero dejado por el grupo que lo abandona, a su pesar y sin garantía consolidada de impunidad. Para ellos equivale a la ejecución de desahucio cuando ya tienes la lana de la hipoteca en la mano.
Es tan grave el rompimiento del tejido social dejado por las políticas públicas del peñato, ha sido tan lesivo el uso político de la administración de justicia que favorece el rompimiento del orden constitucional, que los candidatos de las tres coaliciones electorales se ven obligados a ofrecer el oro y el moro, sin siquiera saber si pueden o no cumplir un mínimo porcentaje de las promesas de campaña.
Todo parece indicar que la coalición Juntos Haremos Historia sumará más del 50 por ciento de votos, al menos, lo que podría ser más del 70 por ciento de la población, si a los electores les sumamos sus familiares menores de edad y los renuentes a participar en el diseño de su futuro. Estos mexicanos se considerarán dueños del triunfo de su candidato, merecedores de que más pronto que tarde satisfaga con políticas públicas si lista de agravio y/o necesidades.
Supongo que después de 18 años de buscar un poder político real para ser líder de un movimiento social (como él lo califica), el candidato de Juntos Haremos Historia adquiere el perfil descrito por Enrique Maza:
“Una causa de la angustia es la imposibilidad de calcular la conducta humana. Puede darse en relación con el mundo o en relación con la persona, cuando la conducta imprevisible de otros afecta el ámbito personal y coloca en la incertidumbre o el miedo. El otro se convierte en un ser inquietante.
“Un ejemplo: la ascensión de un hombre al poder. Mientras más sube más va dejando de estar atado por una autoridad última. En la medida en que pierde un punto de referencia superior, se vuelve desconcertante. Cuando llega a la cumbre del poder, su desigualdad es total y su angustia es profunda”.
Y es en ese contexto que habrá de enfrentar las exigencias constantes de quienes, con su sufragio, lo llevaron a la cumbre.
Imposible que se dé un compás de espera para el asentamiento del nuevo gobierno, porque los cinco meses de interregno entre los que lo abandonan y sus nuevos dueños profundizarán la crisis que ya enfrentamos, renovará los agravios y hará multiplicar los reclamos del cumplimiento de lo que esperan, ansían, se mueren por lograr: la justicia por encima de la ley; será del todo imposible que la ley prive al pueblo de los desagravios que le deben los que llevó al poder.
No hacerlo le hará difícil, si no imposible, gobernar, y adiós al proyecto social. Es decir, México podría visitar el Infierno.