Claudia Rodríguez
Para algunos es inimaginable aún, la escena que puede concretarse del momento en el que el presidente Enrique Peña Nieto, le entregue la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador para que asuma el Gobierno sexenal 2018-2024.
Las distintas encuestas y sondeos que se han publicado desde hace unos meses por diferentes casas encuestadoras, muestran reiteradamente y en general para el caso de la elección presidencial; al morenista López Obrador con la mayor preferencia ciudadana pese a que los mismos confeccionadores de encuestas apunten, como curándose en salud, que estos ejercicios demoscópicos no son más que una fotografía del momento.
Resulta que hoy según nos dicen, las gráficas de las tendencias electorales no son más que una imagen estática, cuando antes se instituían como la base de una apuesta bien cimentada. Sin embargo, tantos escenarios de sondeos que no proyectaron los resultados finales, han dejado profesionalmente muy raspados a quienes las realizan y publican.
Pero quizá quienes miden la preferencia del elector para uno u otro cargo público, no se equivocan tan desmedidamente en ciertos casos respecto a las mediciones de lo que piensa hacer el sufragista el día de la elección. Porque los encuestadores hasta ahora miden la voz del que interrogan pero no otro factor que juega con diferentes variables antes y después de la elección y este es nada más y nada menos, que el delito electoral en sus muy distintas versiones para intentar cambiar desde la intención del voto hasta el resultado de una elección en una casilla, en un distrito, en un municipio, en un estado y por qué no, en todo el país.
Hay que entender que entre algunos priistas, la idea de entregar la Presidencia a un proyecto totalmente distinto al del PRI o al del PAN, se hace inconcebible, por lo que están dispuestos como en otros momentos, a realizar prácticas ilegales para retener ese jugoso árbol de dinero y poder en el que ellos convirtieron la Administración Pública.
El mandatario federal Peña Nieto, cuando fue candidato presidencial del PRI pudo haber sido partícipe directo de la andanada de movimientos ilegales para violentar la elección presidencial, aunque al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) no le alcanzaran las evidencias para descalificar al aspirante priista, pese a que ese mismo órgano electoral reconociera que en el 2012 sí hubo compra de votos, urnas embarazadas y hasta gastos fuera del presupuesto por el equipo de apoyo al entonces candidato Peña.
La memoria no es corta, tal vez el espacio sí, pero en este sexenio muchas encuestas no midieron la actividad delictiva no solo del PRI, sino incluso de otros partidos políticos para operar el clientelismo electoral y otros tantos delitos electorales, por lo que no sería sorpresa, más bien parece obligado, que sobre todo el candidato presidencial José Antonio Meade sea apoyado con la serie de ilegalidades afinadas por su partido para llevarlo avante.
Se habla incluso de generar violencia diseminada para que se logren invalidar el 10% de las casillas para votar, en donde la totalidad de estas rondan en poco más de 155 mil, con lo que se invalidaría la elección por ley.
Con todo y que Meade no pinta competitivo en las encuestas, muchos sabemos que no es fácil que el PRI deje el mando en la izquierda mexicana. Habrá quien recuerde a Ernesto Zedillo quien entregó la Presidencia al PAN con Vicente Fox, adelantándose incluso al final de los resultados, e impidiendo así la alquimia electoral de último minuto para darle el gane a Francisco Labastida.
Pero Peña no es Zedillo y si el Estado de México fue en efecto el laboratorio electoral priista, entonces decenas de encuestas volverán a errar.
Acta Divina…”Esto no se acaba hasta que se acaba”: José Antonio Meade candidato presidencial “no priista” de la coalición Todos por México.
Para advertir… Las elecciones también se ganan con la operación electoral, desde acarreos y credibilidad, compra y coacción del voto
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