Cuando todo México esperaba anoche el segundo round del encuentro pugilístico que el domingo sostuvieron los candidatos del PAN y del PRI –“cínico, corrupto e ingenuo”, le dijo Anaya a Meade, a lo que éste le contestó con un eres un “vulgar ladrón”–, los fajadores se rajaron.
Pero para que usted no se quede con las ganas de pleito, déjeme platicarle del agarrón que se dio poco después del relevo de Rosario Robles de la Secretaría de Desarrollo Social, durante una reunión de gabinete en Los Pinos. En la cabecera de la mesa, Enrique Peña Nieto.
Para esto, en los medios ya se había publicitado que Robles “se había llevado hasta los muebles” de la oficina a la que llegó, en su sustitución, José Antonio Meade. Y en radio-pasillo sonaba fuerte el éxito, “ella y su oficial mayor hicieron todo tipo de corruptelas y se robaron hasta los clips”.
Muy echada pa’ delante, Robles encaró a Meade en aquella reunión de gabinete:
— Lo que tengas que decir de mí, José Antonio, dímelo en mi cara, porque ya sé que andas soltando rumores sobre faltantes de recursos y…
A lo que, palabras más o menos, Meade habría respondido sin la energía que sí había impreso a su reclamo la que ya era titular de Desarrollo Territorial y Urbano:
— Encontramos muchas inconsistencias, muchos problemas…
— Nada de lo que encontraste ahí es desconocido para el señor Presidente –atajó Rosario.
A lo que Peña sólo asintió.
Robles lo complicitó en los faltantes de recursos, en los desvíos, en los robos de dinero y, de hecho, Peña ni cuenta se dio.
Con una Rosario Robles ya despreocupada, dicen que ahí fue cuando Meade decidió hacerse “de la vista gorda” ante todas las corruptelas que, en primera fila, observaba que había y hay en el gobierno peñista.
Privilegió sus posibilidades políticas… a la honradez que hipócritamente hoy presume.
Los números desmienten a quienes critican a los encuestadores
Hace un par de semanas un periodista avecindado en México, siempre caracterizado como textoservidor, recurría a un debate ya superado mundialmente hace por lo menos tres décadas. Que las encuestas no son creíbles, decía, palabras más, palabras menos, porque chocan con una realidad. Que el 1 de julio votarán 89 millones y que las encuestas sólo se les practican a no más de mil 200 potenciales electores.
Pues bien, ayer el sindicato de patrones, la Coparmex, dio a conocer los resultados de una encuesta en la que participaron 13 mil entrevistados. A cada uno de ellos las empresas IPSOS y Berumen los entrevistaron a la puerta de su casa.
Trece mil personas son una muestra enooooorme.
Pero hete aquí que los resultados coinciden con la encuesta telefónica que los primeros días de junio realizó la encuestadora de confianza del Índice Político: Indemerc, de Vicente Licona Galdi y Vicente Licona Cortés, con exactamente mil 200 entrevistados.
Son casi idénticos:
Coparmex da a AMLO 53.3% de intención del voto. Indemerc: 53.6%.
A Meade, el sindicato patronal lo ve con 17.3%. Indemerc: 17.5%.
Y así todas las cifras que presentaron incluyendo las de los estados y de la CDMX. Iguales. Muy parejas.
Berumen es un encuestador de prosapia, serio, con trayectoria. Ipsos es una transnacional que, como Indemerc, no puede ser sobornada… cual sucede con otras.
Las encuestas sí representan al total de electores.
Eso, claro, cuando están bien diseñadas, levantadas e interpretadas, como es el caso.