Si me preguntan que cuál fue mi impresión de los tres debates convocados por el Instituto Nacional Electoral, bajo un muy festinado cambio de formato, la respuesta es que fue una feria de marrullerías, que los cuatro aspirantes a la Presidencia de la República quedaron a deber, que se burlaron del auditorio que esperaba más de sus participaciones y que no modificaron en nada las preferencias electorales rumbo al ya muy cercado primero de julio.
Un nuevo formato con tres moderadores en el primero y el tercero y con dos en el segundo, pero que más que moderar el encuentro entre los candidatos quisieron aprovechar el escenario para el lucimiento personal, lejos estuvieron de cumplir con su cometido y más lejos de exigir a los cuatro participantes que se sujetaran a los temas programados en los tres casos. Apenas un incipiente intento de León Krauze se registró en el segundo debate cuando le exigió a Ricardo Anaya que respondiera a la pregunta que se le formuló.
En la mayoría de los cuestionamientos que se les hicieron, los aspirantes no respondieron respecto al tema que estaba en la discusión y si en cambio recurrieron a marrullerías como las de editar portadas de revistas, mostrar fotomontajes y hacer acusaciones sobre algo en que nada tuvo que ver el acusado, como cuando en el debate del martes, José Antonio Meade quiso dar un golpe asegurando que el familiar de un posible colaborador en el eventual gobierno de Andrés Manuel López Obrador estaba relacionado con la muy cuestionada empresa brasileña, Odebrecht, sin precisar cuál era esa relación.
Definitivamente el nuevo formato diseñado por la autoridad electoral no sirvió para elevar el nivel del debate como hubiéramos querido quienes nos preocupamos por el futuro de nuestro país, un Manuel López Obrador que insiste en que combatiendo la corrupción, por arte de magia se van a resolver los grandes problemas de México, o un Meade que presume ser el más preparado pero que no logra conectar sus propuestas, nada del otro mundo, con los potenciales electores. O un Jaime Rodríguez quien a base de bromitas quiere elevar su muy baja preferencial electoral. Dicen que Anaya ganó, pero el campeonato de marrullerías, en eso el panista es un gallo que se pinta sólo. Ni para adonde hacerse, ¿no cree usted?
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Que no les extrañe si en la misma madrugada del 2 de julio, sí es que para esas horas ya se conoció el resultado de la elección presidencial y el mismo no le favorece a Ricardo Anaya, agentes de la Procuraduría General de la República lo detengan llevando una orden de aprehensión, de esas que giran algunos jueces en caliente, para llevarlo ante la justicia por presunto lavado de dinero. Más le vale al queretano que gane, porque de lo contrario la venganza puede ser muy cruel… ¿Saben por qué Ernesto Cordero apoya a José Antonio Meade? ¿Saben por qué este senador presentó una denuncia ante la PGR en contra de Ricardo Anaya? Porque es mucho lo que le debe a Meade que lo sustituyó en la Secretaría de Hacienda en donde dejó un tiradero cuando se fue a disputarle la candidatura panista a Josefina Vázquez Mota, que al final lo arrolló. Fue el ahora candidato del PRI a la presidencia quien limpió las irregularidades que el presidente del senado cometió en esa dependencia, por eso ahora anda como un simple corderito haciendo lo que Pepe Toño le ordena.
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