* La propuesta Comisión de la Verdad sobre Ayotzinapa no puede ni debe situarse sobre la legislación penal ni las decisiones de los tribunales, pero nada impide determinar si quienes ya dieron el caso como juzgado y determinaron una única verdad histórica, acertaron o se equivocaron
Gregorio Ortega Molina
Establecer sobre uno o varios hechos sucedidos una versión considerada, acertada o erróneamente, como verdad, es un tema colindante con lo religioso, por no decir bíblico. En el caso que nos atañe carecemos de heridas para meter los dedos en los agujeros de los clavos, o la mano en el costado del Señor.
Escritores contemporáneos cuyas obras describen las variaciones de una misma verdad, nos dejan claro que considerarla tal es harto difícil, porque no fuimos testigos y lo que ha de valorarse o juzgarse sólo es sabido de oídas. Las versiones son contrarias unas a otras, porque todas están patrocinadas por intereses políticos incompatibles, incluso la avalada como verdad histórica frente a la historia verdadera: Jesús Murillo Karam no fue testigo presencial y todo lo recibió de segundas y hasta terceras manos.
Los protagonistas de las consecuencias de la incredulidad de los sucesos de Ayotzinapa decidieron olvidar que “… en la vida de los seres humanos no solamente ocurren las cosas… Construimos lo que nos ocurre. Lo construimos, lo invocamos, no dejamos escapar lo que ha de ocurrirnos. Así es el género humano. Obra así incluso sabiendo o sintiendo desde el principio, desde el primer instante, que lo que se hace tendrá consecuencias fatales. Es como si se mantuviera unido a su destino (siempre la humanidad), como si se llamaran y crearan mutuamente. No es cierto que la fatalidad llegue ciega a nuestras vidas, no. La fatalidad entra por la puerta que nosotros mismos hemos abierto, invitándola a pasar”.
La anterior es una paráfrasis que Sándor Márai pone en boca del general que alecciona a su subordinado durante El último encuentro. Y sí, hemos de deducir que el gobierno que se despide de manera apresurada y hace sus maletas a la trompa talega, abrió de par en par la puerta a la fatalidad, pero es posible que aunque lo encuentren culpable de incumplimiento del mandato constitucional debido, lo único que lo lesionará es el desprestigio, el denuesto, el escarnio, porque, como en todos lados, los resultados de las comisiones de la verdad no son vinculantes, y después de emitida la segunda versión de la verdad histórica, lo más que puede ocurrir es que se reabra el caso Ayotzinapa, y el nuevo juicio dure más años que vida le quede a los supuestos culpables.
Además, ¿quién en México tiene la estatura moral para encabezar una comisión de la verdad que se crea más por intereses políticos que por afán de administrar justicia por encima de la ley? Ernesto Sábato encabezó, en Argentina y como consecuencia de la dictadura de los generales, La Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas, y acá no veo a alguien de su estatura.
La propuesta Comisión de la Verdad sobre Ayotzinapa no puede ni debe situarse sobre la legislación penal ni las decisiones de los tribunales, pero nada impide determinar si quienes ya dieron el caso como juzgado y determinaron una única verdad histórica, acertaron o se equivocaron. Lo que no desvirtúa las opiniones vertidas por Ana Laura Magaloni y Diego Valadés.
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