Desde Filomeno Mata 8
Por Mouris Salloum George*
Aunque en el seguimiento de tendencias electorales de las últimas cuatro sucesiones presidenciales en México, éstas aparecen marcadas por la votación de la vejentud, personas mayores de 40 años, la esperanza de un cambio democrático parece depositada en las dos más recientes generaciones.
Conforme la revisión de los últimos censos, con actualizaciones simuladas, se calcula que los segmentos que podrían definir las elecciones generales de 2018 están entre los 18 y 40 años de edad. Ya está de moda una tipificación que nos parece chocante, a decir verdad, porque existen otros usos españoles más elegantes.
Primera acotación: El Registro Federal de Electores reporta credenciales a ciudadanos entre 18 y 29 años de edad. Serían poco más de 26 millones. La variante sería que hay unos dos millones de nuevos jóvenes potencialmente votantes. El término es “potencial”.
Sin embargo, se estima que, por suspicacia, escepticismo o desconfianza en el régimen electoral y sus administradores, unos veinte millones de jóvenes entre 18 y 24 años de edad se declaran indecisos o, de plano, negados a presentarse en las urnas el 1 de julio.
El dato de desaliento: Aunque está establecido en la normatividad electoral la condición de paridad de género y, en el compromiso de los partidos, dar oportunidad a los jóvenes, a la hora de repartir las candidaturas, sobre todos las plurinominales, las dirigencias partidistas empezaron a repartírselas entre ellos y a un montón de cascajo recogido de las centrales corporativas tricolores, amarillas o azules.
A tal desfachatez llegaron los partidos, que en algunos estados del sur habilitaron a machitos disfrazados de transgéneros para simular el principio de “paridad”.
Entre el fútbol y el imperativo cívico
Como sea, dos elementos subversivos conspiran contra la voluntad de votar: 1) El fango desparramado por los contendientes en campaña y, 2) El mercantilismo de los dueños del balón que se han apropiado de tiempos y espacios de los medios electrónicos para sobreponer a cualquier otro interés informativo, la histeria colectiva del fútbol.
En cierto medio especializado en finanzas, se descorrió una falacia: Contra las cuentas alegres de los mercaderes del Mundial de Rusia, un monitoreo científico realizado por una agencia privada experta en la aplicación de ingenios digitales, reveló que el día inaugural de aquel evento la trasmisión sólo alcanzó una audiencia de unos 4.5 millones de personas en México.
Como en ese reporte no se especifican las edades, lo que indica el Registro Federal de Electores es que son casi 90 millones de ciudadanos mayores de 18 años los que eventualmente votarían, de lo que sigue que el número de videntes futboleros representa un porcentaje de sólo seis por ciento.
La falsa estadística, pues, se puede desarmar. Lo que queda pendiente de aquí al 1 de julio es saber si, contra la baja calidad de imágenes, dichos y propuestas de los candidatos presidenciales -que aíslan, más que animar- el paisaje puede cambiar.
El INE, optimista, y sus publicistas oficiosos creen que, después de las votaciones de 1994, en las del 18 el puntaje en las urnas podría superar el 70 por ciento. Pero lo dice el doctor Lorenzo Córdova. No, pues sí.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.