Francisco Gómez Maza
• Jinetes del Apocalipsis mexicano
• La diabólica herencia de los brujos
Pareciera que Andrés Manuel López Obrador podría ganar las elecciones del domingo 1 de julio, que están ya a la vuelta de la esquina. De ser así, si el gobierno y el PRI no maquinan un fenomenal fraude electoral, como ha ocurrido siempre, el tabasqueño se ceñirá al pecho la banda de tres colores, pero a cambio tendrá que bailar con la más fea. Con el aterrador legado de Enrique Peña Nieto:
Colusión de miembros de la clase política con las bandas criminales, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, millares de ejecutados presuntamente por la “delincuencia organizada”, asesinatos de odio contra mujeres (feminicidios), periodistas y defensores de derechos humanos, asesinatos políticos en el actual proceso electoral 2018, corrupción de importantes sectores de la clase política y empresarial – Casa Blanca, Malinalco, La Estafa Maestra entre otros, impunidad total, simulación y cinismo, inclemente y galopante pobreza de millones de trabajadores, una economía real fallida, devaluación constante y ascendente del peso frente al dólar, manga ancha a los especuladores con el tipo de cambio e inclusive complicidad con ellos, entre otros muchos jinetes del apocalipsis mexicano.
Asumir el mando presidencial no será un premio, sino un gran reto porque se trata, y las mayorías no comprometidas con la corrupción así lo reclaman, de cambiar el modelo de país, ya que el modelo instaurado y practicado por el sistema monolítico y dictatorial del PRI no funciona más en una economía acosada tanto por grandes plutócratas de adentro y políticos sin escrúpulos, como desde los Estados Unidos por el fascista que ocupa la Presidencia de esa nación.
Desde el primer momento, cuando rinda la protesta cívica, el nuevo presidente tendrá que declararse, como lo hiciera el generalísimo José María Morelos y Pavón, siervo de la nación y con quien tendrá que celebrar pactos no será con los partidos políticos, sino con el pueblo, al que aquellos no representan. Y tendrá que soportar una ola de movimientos populares como huelgas de trabajadores, que actualmente viven y trabajan bajo la espada de Damocles del despido si se atreven a protestar y exigir mejores condiciones de trabajo y de vida. Nadie deberá de asustarse.
Los ciudadanos libres esperan un cambio verdadero el próximo primero de diciembre, cuando se celebra la ceremonia de entrega recepción de la Presidencia de la República. Un cambio en el que la pirámide se invierta y los más importantes sean los trabajadores, los pobres, los desheredados.
Por lo pronto, las autoridades del INE tienen que buscar los medios para cuidar de la vida de los candidatos a puestos de elección, pues ya son muchos, por lo menos unos 47, los que han sido asesinados por armas desconocidas, aparte de más de un centenar de políticos ejecutados. Para Rubén Salazar, director de la consultora Etellekt, especializada en análisis de riesgos políticos, el que la violencia se haya ensañado con los candidatos a alcaldías podría explicarse a partir de la naturaleza misma del proceso electoral, donde por primera vez concurren las elecciones presidenciales, el cambio de ocho gubernaturas y la renovación de 2 mil de las 2 mil 400 alcaldías del país. “En buena medida es por la concurrencia, Me parece que hubo una pésima planeación del gobierno federal. En este proceso se disputan casi todas las alcaldías del país y, si a eso se suman regidurías y sindicaturas, tenemos una elección con más de 18 mil puestos que se celebra al mismo tiempo en estados tan problemáticos como Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Puebla.
La complejidad de estos estados, agrega, se refleja en las causas detrás de los homicidios de aspirantes a ediles, que pueden ir desde conflictos familiares, disputas políticas, narcotráfico y delincuencia organizada. El caso de los estados del litoral del Pacífico es el que mejor explica la ola de violencia a nivel municipal.
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