Javier Peñalosa Castro
Finalmente llegó la hora del cambio. Mañana domingo millones de mexicanos acudiremos a las urnas para ser protagonistas de una transformación trascendente en caso de que se consume lo que perfilan las preferencias de la inmensa mayoría de la población, que no pudieron frenar los golpes bajos y las campañas sucias, y que difícilmente podrán hacerlo la compra de votos y todas las expresiones de la delincuencia electoral organizada, que insiste en el mapacheo al viejo estilo, el robo de boletas, la coacción y compra de votos, el condicionamiento al acceso de los más necesitados a los programas de asistencia social y un interminable etcétera.
Pese a la llamada veda electoral fijada para las campañas durante los tres días previos a los comicios, los anuncios por medios como redes sociales e incluso de sitios de juegos —como el de Windows Games—, en especial del llamado Joven Maravilla, a cuyos cierres de campaña atribuyen (fake news) cientos de miles de asistentes. También el llamado candidato no priista del PRI y sus adláteres advierte que nadie debe sorprenderse si gana, aunque debe tener la convicción de que, en tan remoto caso, el primer sorprendido sería él.
La verdad es que la carrera presidencial se la llevó, de punta a punta, el candidato que representa la posibilidad de un verdadero cambio de régimen; que encarna un liderazgo singular, semejante al de otros dirigentes que han encabezado revoluciones pacíficas en beneficio de sus países.
Próceres como el escritor checo Vaclac Havel, cuyo lema fue “La verdad y el amor deben prevalecer sobre las mentiras y el odio”, y el exguerrillero uruguayo José Mujica, que llevó una vida notablemente austera cuando fue presidente y se negó rotundamente a vender su humilde vocho en un millón de dólares.. Ambos dejaron el poder cuando les tocaba hacerlo, sin mayores ambiciones que lograr una transformación trascendente, y su obra de gobierno les dio un lugar destacado en la historia. Lo mismo se espera de quien se perfila para imponerse en las urnas el próximo domingo.
Por supuesto, el coro de sus detractores, encabezado por Enrique Krauze, y al que se han sumado voces otrora serias, como la de Gabriel Zaid, no cesa de satanizar, e incluso se empeña fallidamente en ridiculizar la figura del próximo presidente, a quien han etiquetado como autoritario e intolerante y le han endilgado el despectivo sambenito de “mesías tropical”.
Al respecto, resulta por demás aleccionador el texto publicado por el académico Lorenzo Mayer, quien señala que “Los que optaron por introducir referencias bíblicas en las campañas electorales lo hicieron acuñando y difundiendo con gran entusiasmo —celebrando lo ingenioso de su idea— lo de mesías tropical para definir y descalificar a (…) un personaje al que vieron —y con razón— no como un actor político más, sino como el enemigo mortal de un statu quo que les beneficiaba. Se trató —subraya el investigador de El Colegio de México — de una definición cargada de menosprecio y clasismo Supusieron que con un par de palabras se podía sintetizar y deslegitimar el estilo, el liderazgo, el proyecto y todo el largo esfuerzo de alguien que proponía reconstruir el sistema de poder que emergió del agotamiento de la Revolución Mexicana, especialmente en su fase neoliberal”.
Meyer también advierte que, sin duda, “los temores de los profetas del desastre ante un posible triunfo de AMLO tienen base, pero se explican menos por los argumentos que esgrimen y más porque de tomar el poder el tabasqueño va a afectar sus intereses particulares, que van desde la posible pérdida de los escandalosos privilegios fiscales de grandes grupos empresariales —miles de millones de pesos hasta la pérdida de los beneficios y el status que dan los privilegios del poder o del acceso a los corredores de ese poder.”
Pedro hasta los más enconados detractores de quien ha encabezado las preferencias electorales y ha sido depositario de las esperanzas del pueblo para terminar con las hirientes desigualdades e injusticias que sufre, parecen haber aceptado que llegará al poder. Ahora suplican con tono mendicante a los electores que no le den mayoría en el Congreso, para tratar con ello de frenar la transformación. Todo parece indicar que tampoco en eso tendrán éxito.