Joel Hernández Santiago
Que lo de AMLO/Morena fue un “tsunami” que arrasó con los otros partidos políticos; que fue un vendaval que vino y alevantó todo a su paso; que pocas veces se había visto una votación tan copiosa como definida… Al final conocemos el resultado, pero ¿qué pasa con los partidos políticos nacionales que quedaron en el camino?
Según las cifras oficiales, con el 100 por ciento de los cómputos distritales de la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador, de la Coalición Juntos Haremos Historia, obtuvo 30 millones 113 mil 483 votos que es decir, el 53,19% de los sufragios emitidos.
El candidato de la Coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya obtuvo 22.27 por ciento de los sufragios, que es decir 12 millones 610 mil 120 votos. Luego el candidato de la Coalición Todos por México, José Antonio Meade consiguió el 16.40 por ciento con 9 millones 289,853 votos y finalmente el candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón, alias El Bronco, tuvo el 05.23 por ciento con 2 millones 861,732 sufragios efectivos, no reelección.
Y, pues nada, que lo que se ve ahí es la debacle de varios partidos políticos que hoy están en crisis existencial y de subsistencia.
¿Quién lo iba decir todavía no hace mucho del Partido Revolucionario Institucional; el viejo PRI hegemónico, que durante décadas ostentó el poder en México y que mantuvo la presidencia dela República más de 70 años continuos hasta que, en 2000, sus políticos dieron paso a la alternancia hacia la derecha de la cuadratura del círculo político mexicano. Hoy el PRI está en crisis profunda.
¿Por qué? Son muchísimas las razones. Una de ellas, por evidente, fue el de ‘dejar hacer-dejar pasar’. Confiados en su fortaleza histórica, los priístas de origen permitieron que se les impusiera a un presidente de partido que no tenía la mínima idea de lo que era esta enormidad partidaria, como fue Enrique Ochoa Reza, y quien desde su llegada cometió error tras error, desvinculándose de sus bases de partido, de su militancia y de sus estructuras… Y nadie dijo nada ahí. Todos, o casi todos los priistas, guardaron silencio cómplice.
Y ya en crisis, los mismos priístas callaron cuando se les impuso un candidato que dijo no ser militante priista, aunque sí “simpatizante”, y quien puede ser un hombre excelente como persona, como es que se ha visto y se sabe, pero estuvo en el peor momento y en el peor lugar para conseguir un triunfo electoral del tamaño dela presidencia mexicana, sin ser priísta.
En todo caso, la debacle tiene que ver con la muy baja popularidad y errores de gobierno federal, como por el rompimiento institucional del PRI. Ya comienzan a lamerse las heridas y a proponer una “reflexión profunda interna”… La primera de ellas será la de dotar de contenidos políticos ciertos, concretos y vinculados con la sociedad mexicana, porque ese es y fue uno de sus pecados: de pronto ya no tenían conexión con los mexicanos y sí se convirtió en una entelequia de grupo de poder, que perdió el poder… Más se habrá de reflexionar sobre este partido y su crisis.
El Partido Acción Nacional paso de ser oposición fiel y sin riesgos, a conseguir la presidencia de la República en dos periodos: al final tuvo que devolver los bártulos y entregar el poder al PRI luego de dos gobiernos fallidos, colmados de errores: uno de ellos en manos de un presidente locuaz y torpe, como fue Vicente Fox; otro, Felipe Calderón, que hizo del país un territorio minado…
Pero la crisis del PAN fue su propia división interna. Las ambiciones de poder. El triunfo del más sagaz, del más dispuesto a pasar por encima de todo, el mismo que para llegar a la cúspide del partido no dudó en traicionar a patriarcas o amigos.
Ricardo Anaya fue un dirigente no querido por muchísimos en el PAN, pero a él no le importó: quería ser presidente de México… La división interna en este instituto político conservador era más que evidente, como lo demostró que exactamente un día antes del 1 de julio decidieron ‘expulsar de sus filas’ a Ernesto Cordero, crítico y adversario de Ricardo Anaya.
… Y Anaya se hizo de la candidatura desde una coalición fallida: ni más ni menos que con un partido que asimismo está a punto de extinción, como es el Partido de la Revolución Democrática; también ahí el Movimiento Ciudadano (del que ahora reniega el gobernador electo de Jalisco, Enrique Alfaro).Pero una vez conseguido esta candidatura, Anaya se olvidó de sus aliados para caminar él solo hacia su máxima ambición: ser presidente de México.
Los demás partidos menores están en las mismas. Y casi todos desaparecieron de la contienda porque se coaligaron unos con otros para dar la pelea electoral, negándose a sí mismos en sus principios, en su doctrina, ideología y proyecto de nación.
El resultado está ahí: una crisis de partidos políticos que habrá de obligarnos a todos a reflexionar uno a uno los pasos que seguirán en esta debacle partidaria…
… Seguiremos en ellos porque asimismo es urgente revisar la existencia del Instituto Nacional Electoral y de los tribunales de lo electoral que, asimismo, dicen haber triunfado en este proceso. Pero ese triunfo es dudoso si nos atenemos a su costo y a la voluntad ciudadana única, de salir por sí misma a votar dadas las circunstancias políticas del país.
Ya comentaremos in extenso, de todo esto.
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