* ¿Regenerar la vida de las instituciones de la República a través de la reforma completa del Estado, o flotar en la reingeniería constitucional para dar nuevo aliento a un presidencialismo que, en mi opinión, permanecerá en terapia intensiva, porque no puede ya responder a las exigencias de 120 millones de gobernados y a los proyectos de la globalización, a un mismo tiempo?
Gregorio Ortega Molina
¿Es el presidencialismo el modelo de gobierno adecuado para las actuales circunstancias de México en su gobernanza y en sus relaciones con la comunidad internacional? ¿Debe continuar como el país de un solo hombre? ¿Exige el carácter de los mexicanos un hombre fuerte en el poder?
José Ramón Cossío Díaz, ministro de la SCJN, ha dedicado sus últimos textos de El Universal a la reingeniería constitucional; hace años conversé del tema con Javier Moctezuma Barragán, recientemente con Diego Valadés, ambos coinciden con Cossío, pero Valadés va más allá en el aspecto de la gobernabilidad, es partidario de los gobiernos de coalición, lo que dada la composición del próximo Congreso se ve utópico.
Pero yo insisto: México está en la crisis en la que se encuentra, en buena medida gracias al modelo político, y por otra parte a la corruptibilidad de servidores públicos y empresarios corruptores: lo mismo peca el que mata a la vaca, que el que le detiene la pata.
Coincido más con la propuesta, reiterada, de Porfirio Muñoz Ledo: la reforma del Estado. ¿Pueden las instituciones de la República blindarse a la corrupción y a su infiltración por parte de la delincuencia organizada? ¿Será que el único camino al debilitamiento del poder es a través de las mujeres y hombres obligados por un mandato constitucional poco observado o nada vinculante?
El dilema para AMLO es mayor, resolverlo confirmará su lugar en la historia, si acierta como líder de un gran movimiento de verdadera “regeneración” nacional, o si lo dejan en el camino, ¿para qué adjetivar? Demos tiempo, pero permanezcamos atentos, con los ojos y la razón bien abiertos.
Abrevo en la lectura para cerciorarme si las inquietudes que me motivan son acertadas o equívocas. Stefan Zweig dejó anotado en su biografía de María Estuardo: “En política y en la vida, las medianías e insinceridades siempre causan más daños que las decisiones enérgicas y claras… Una persona que se ha comprometido con la política ya no se pertenece a sí misma, y ha de obedecer a leyes distintas de las sagradas de su naturaleza”.
El tema es el de mayor trascendencia para el gobierno que se acerca: ¿regenerar la vida de las instituciones de la República a través de la reforma completa del Estado, o flotar en la reingeniería constitucional para dar nuevo aliento a un presidencialismo que, en mi opinión, permanecerá en terapia intensiva, porque no puede ya responder a las exigencias de 120 millones de gobernados y a los proyectos de la globalización, a un mismo tiempo y precisamente en el mismo lugar: el territorio nacional con tres mil kilómetros de frontera con el Imperio.
Pronto, muy pronto podremos atestiguar cuál es el rumbo elegido por AMLO, y así podremos prefigurar nuestro futuro.