Luis Alberto García / Moscú
* España derrumbó las ilusiones soviéticas de un bicampeonato.
* A siete minutos del final, Marcelino se convirtió en héroe nacional.
* Enfrentamiento ideológico entre Francisco Franco y Nikita Khuschev.
* Resultado peor que el obtenido en la Copa FIFA / Brasil 2014 por Rusia.
Existen derrotas morales, honrosas, deshonrosas, merecidas, inmerecidas y hasta heroicas y vergonzosas; pero, al fin, derrotas, como la que arrastró la selección de la Unión Soviética al regresar a Moscú sin el título, luego de perder (2-1) ante España en la Copa Europea de Naciones en el estadio Santiago Bernabéu, el 21 de junio de 1964.
La expedición soviética dejó Madrid con una derrota triste, cuando se mostraba en las mejores condiciones –físicas y anímicas- para repetir el triunfo de 1960 ante Yugoslavia, al inaugurarse un torneo que, con los años, ganó prestigio y hoy es uno de los más afamados del planeta, sin que haya perdido su continuidad cuatrienal en más de medio siglo.
Los futbolistas que competirían en España, luego de dejar en el camino a Italia, Suecia y Dinamarca eran los representantes de una nación que había protagonizado los éxitos espaciales de la perrita “Laika”, del cosmonauta Yuri Gagarin, la colocación del primer “Sputnik” en el cielo.
Asimismo, mediante la negociación política se superó la crisis de los misiles instalados en Cuba, que casi desata una guerra nuclear con Estados Unidos en 1962, todo ello durante la presidencia de Nikita Krushchev quien, orgulloso del grado de potencia mundial que había logrado su país, exigió a sus futbolistas refrendar, como cuatro años atrás, el triunfo clamoroso conseguido en París, la capital de Francia.
Para el segundo torneo en España, se inscribieron 29 de los 33 representativos afiliados a la UEFA, con una final futbolística soñada, además de que, para Francisco Franco, dictador de España por la gracia divina –decían sus prosélitos- y para Kruschev, era una batalla ideológica.
Más de 125 mil espectadores asistieron al estadio del barrio madrileño de Chamartín –entre ellos el generalísimo-, quien tenía frente a su palco su bandera roja y amarilla, junto a la soviética, roja con la hoz y el martillo, como si fuese una espina clavada en un costado.
El juego cumplió con todas las expectativas, pues se vio un futbol veloz y de calidad, con ambos cuadros buscando los caminos que condujesen al gol, con el equipo local adelantándose mediante un tiro de Jesús Pereda a pase de Luis Suárez, quien aprovechando los errores defensivos de Chesternev y Shustilov, abrió el marcador.
A los pocos minutos, Galimzhyan Khusainov aprovechó un largo obsequio de Valentín Ivanov para marcar la igualada; pero en el minuto 83, lanzándose de “palomita” –o de “plancha”, como prefieren decir los españoles-, Marcelino Martínez enloqueció a la grada que, en apoteosis total y para tristeza de los soviéticos, celebraba aquel gol que entró a la historia.
Una bella fotografía en sepia fue publicada el 22 de junio de 1964 por el periódico deportivo “As” de Madrid, en la cual se ve el momento preciso en que se definió la final de Madrid, dice en su pie de grabado: “La pelota, cabeceada por Marcelino, besa las mallas y Yashín, la ‘araña negra’, observa con desesperación el lance que no pudo impedir. Con ese gol, conseguido a siete minutos del final, España se adjudicó la Eurocopa”.
Los tres mejores jugadores del torneo, elegidos en orden de sus actuaciones, fueron el soviético Khusainov, el español Luis Suárez y el húngaro Florian Albert; sin embargo, ni ese premio al primer lugar para su goleador levantó el ánimo decaído de los perdedores.
Aquel resultado fue tan triste y doloroso, que el gobierno metió las manos decretó una preparación especial para la Sbornaya que representaría a la Unión Soviética en Inglaterra 66, de donde se pudo rescatar un cuarto lugar de entre 16 selecciones, contando con el pie veterano de la Eurocopa, y la incorporación de jugadores juveniles al plantel.
El ex corresponsal de “Trud”para América Latina, Sergei Bazabluk –un adolescente en 1964-, recuerda que ningún resultado había sido tan lamentable para la Unión Soviética en torneos internacionales, como la pérdida de la final de la Eurocopa en España.
“Derramé lágrimas –confía Bazabluk-, porque hay de derrotas a derrotas, y una de ellas, ésta de coraje y decepción, fue ante las actuaciones de Rusia en la Copa FIFA / Brasil 2014, cuando la selección de Fabio Capello fue incapaz de ganar un partido, algo que nunca ocurrió en la historia de nueve participaciones en Copas del Mundo”.
Los rusos empataron con Corea del Sur y Argelia, y perdieron ante Bélgica, resultando este encuentro una de sus versiones más vergonzosas en su andar por el mundo, que se inició en 1958, con un equipo que fue campeón olímpico en 1956, y europeo cuatro años después.
Al conocerse el resultado del encuentro entre Rusia y Turquía (1-1) el pasado 5 de junio –un día después de que se entregaran las listas definitivas de los jugadores integrantes de las 32 selecciones nacionales que estarán en el Campeonato Mundial-, Bazabluk exigió que la formación que ha dirigido Stanislav Cherchesov desde agosto de 2016 no se limite en casa:
“Como anfitrión –concluyó- Rusia debe superar la fase de grupos, y estar a la expectativa para ver qué pasa, y en octavos de final enfrentar a Portugal o España, que en el papel lucen superiores, para así intentar avanzar, en lo que parece una misión imposible, evitando repetir la vergüenza de 2014 y la tristeza de 1964”.
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