Joel Hernández Santiago
Por estos días hay una especie de locura mexicana. Una locura que tiene que ver con la idea de que las cosas cambien aquí. Una idea que se sustenta en que la mayoría mexicana que acudió a las urnas votó por Andrés Manuel López Obrador y, a él, más de treinta millones de mexicanos le pusieron en las manos a todo el país…
Esto es: Somos 127 millones de mexicanos. Tenían derecho a ejercer su voto 89 millones; de estos acudieron 56 millones 508 mil 266 votantes; y de ahí AMLO obtuvo 30 millones 113,483 votos, que representan 53.1% del total de los sufragios emitidos en total el pasado día 1 de julio.
Esta mayoría decidió que quería como presidente a AMLO y también que la mayoría de los aspirantes a gobernar nueve estados fueran de Morena y que muchas alcaldías y el Congreso mexicano se vistieran de guinda, así como congresos estatales, incluyendo al de la CdMx.
Así que a partir de septiembre próximo, cuando se instale el Congreso de la Unión, y a partir del 1 de diciembre, cuando tome posesión el político tabasqueño de larga historia política, comenzará una nueva etapa para el país. Las expectativas son muchas. Los compromisos son tantos y tantos y todo hace suponer que sí habrá cambios… ¿para bien? ¿para mal?
A unos cuantos días de conocerse la noticia del triunfo de AMLO y de que éste ha comenzado el control de crisis luego de una campaña rasposa, dañina, de contraposiciones y enfrentamientos, convoca a la unidad nacional, a la ‘reconciliación’ (por conciliación) y a que ahora todos estamos en el barco a su mando y que todos tenemos la responsabilidad de su gobierno y para decidir qué está bien o no. (En esto la libertad der expresión será un factor determinante.)
Para empezar en unos cuantos días se reunió en diversas ocasiones con diferentes organizaciones empresariales para fumar la pipa de la paz. Esto luego de que durante la campaña ambas partes se lanzaran dardos envenenados. Ahora están en plena ‘conciliación’ y hasta hay empresarios que dicen que el AMLO de antes y después del 1 de julio “es otro AMLO”.
En todo caso no hay que ser tan confiados. Los agravios fueron muchos. Las amenazas otro tanto.
Si están a partir de un piñón y dispuestos a garantizar la participación para un buen gobierno y un buen país y si esto es cierto, ya se verá en los hechos cuando sea presidente. Pero cada uno tiene sus propios intereses y ojalá que lo dicho ahí y acordado ahí no sea ‘de dientes para afuera’ para salir por ahora del embrollo en el que se metieron ambos.
De la misma manera AMLO ha dado a conocer el nombre de algunos de los funcionarios que trabajarán con él desde diferentes Secretarías de Estado. Quizá este sea uno de los puntos que ponen en la mesa del debate la realidad del cambio o es, de otro modo, lo mismo.
El cambio abrupto de Héctor Vasconcelos –sin explicación rigurosa alguna- por Marcelo Ebrard para ocuparse de la Cancillería mexicana sorprendió a muchos y esos muchos y más recordaron el paso del funcionario que hasta hace poco estaba auto-exiliado en Europa y a quien se achaca el desastre financiero y estructural de la línea 12 del Metro de la CdMx.
Se dice además que ha resuelto crear la Secretaría de Seguridad y que su titular será Alfonso Durazo, un político de larga andadura en diferentes posiciones aunque pocas o ninguna relativas a la tarea que habrá de emprender y quien lo mismo ha trabajado para el PRI desde los tiempos de Luis Donaldo Colosio, como para el PAN con Vicente Fox hasta 2004.
Asimismo el caso de la Secretaría de Gobernación que estará bajo el control de la ex ministra Olga Sánchez Cordero, quien ha hecho una carrera meritoria en el ámbito de la Justicia desde 1995 como Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y aun antes.
Pero la responsabilidad que se le asigna a la ministro Cordero no sólo tiene que ver con el tema justicia sino, sobre todo, del de la política y la articulación del gobierno federal y los estatales, así como la armonía social, los derechos humanos y la gobernabilidad. También produjo comezón en muchos el que anunciará que estarán con ella Joel Ortega y Leonel Godoy, dos personajes no muy populares entre los mexicanos al grito de guerra.
Otros nombramientos están a la vista, por ejemplo el caso de la Secretaría de Educación Pública, asignada a Esteban Moctezuma Barragán, un priísta de larga data, quien fue coordinador de la campaña a la presidencia de Ernesto Zedillo, quien luego lo designó secretario de Gobernación, cargo en el que se mantuvo menos de un año.
En 1997 fue electo Senador y en 1998 volvió al gabinete como secretario de Desarrollo Social, y luego se unió a la campaña de Francisco Labastida Ochoa. Tras la derrota de Labastida y del PRI, a partir de 2002 se unió a Grupo Salinas como Presidente de Fundación Azteca. En la materia educativa tiene poca o nada de experiencia.
Estos algunos ejemplos. En todo caso, AMLO está trabajando de forma impetuosa para hacer los arreglos políticos que le serán de utilidad para su mejor gobierno.
Muchas de las decisiones que está tomando parecen orientadas a responder a los compromisos de campaña: si esto es así, qué bueno; si lo consigue, qué bueno; pero si predomina la improvisación y la decisión unilateral y la inexperiencia, habrá que esperar que los resultados sean los óptimos. Si el ideal es bueno: las formas y los hombres y mujeres se deben ajustar a ellos: si no, no.
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