Norma Meraz
A 26 días de la elección presidencial en la que resultó triunfador Andrés Manuel López Obrador con el 53.8% de los votos, pareciera que estamos en el arranque de una carrera de los mil metros con obstáculos y que antes de la señal de salida –el uno de diciembre– nos encontramos en la organización del festejo por haber llegado a la meta.
Mucha agua ha corrido bajo el puente. Muchos eventos se han sucedido día tras día en la casa que fuera de campaña –hoy de transición–.
La urgencia por gobernar sin tener en cuenta la metodología y la estrategia para ello, sin duda obliga a los tropezones.
Muchos de los que votaron por AMLO ya viven en la zozobra de qué va a pasar con ellos. Si son burócratas están preocupados porque les bajarán el sueldo –si es que se quedan–; otros, porque no saben si los mandarán a la calle, unos más con la incertidumbre de a donde los mandarán a vivir cuando descentralicen las distintas secretarias, como Energía, Comunicaciones y Transportes, Educación, Turismo, Cultura y otras.
Quienes se quedaron con la idea de que nos convertiremos en un país gobernado por un Presidente que defenderá a capa y espada la existencia, eficiencia y honestidad de las instituciones, ahora les brinca la duda de si en realidad las cosas se darán tal y como lo expresó el entonces López Obrador en campaña, pues él, antes de sobar su nombramiento como Presidente Electo que le entregará el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ya pone en tela de juicio la actuación del INE, con el caso ya famoso del Fideicomiso privado que recibió y entregó recursos a los damnificados del 19 de septiembre a nombre de MORENA.
¿Para qué ponerse el zapato antes del tropezón? ¿Saltar a la arena para buscar un enemigo que no existe? Eso da para muchas lecturas al tiempo que lanza muchas señales.
Andrés Manuel López Obrador, portó un escudo durante la campaña: su honestidad personal y ese escudo lo seguirá usando hasta el final de sus días en la Presidencia.
Entonces, cuidado con tentar siquiera ese escudo porque éste se usará para repeler a quien se atreva.
Sólo que eso no bastará para mantener el alto grado de credulidad que logró en el electorado cuando era candidato.
Con el anuncio de designaciones adelantadas –en el tiempo–, con nombres y apellidos para cargos en puestos claves de alta responsabilidad en el gobierno que encabezará; o bien, despierta cierta tranquilidad al conocer de quiénes se trata, o, por qué no, también hace que surjan dudas acerca de si cada uno de los elegidos encajará y dará el ancho en el puesto asignado.
López Obrador supo captar el voto de los millones de mexicanos inconformes, incrédulos y desconfiados que padecieron un desgobierno estigmatizado por la corrupción y la impunidad.
Ese electorado espera no ser defraudado por el presidente que viene.
En los primeros nombramientos que dio a conocer, ya hizo cambios; ya se entrevistó con el presidente Enrique Peña Nieto, ya habló y se carteó con Donald Trump, además de recibir al grupo de más alto nivel del gabinete del presidente de Estados Unidos; recibió a la Canciller canadiense y lo mismo con otros actores políticos importantes.
Ha asumido el papel de cuasi presidente marcando agenda mediática y, por si fuera poco, ha borrado la presencia del actual jefe del Ejecutivo, Enrique Peña Nieto.
Sin embargo, nada se ha dicho a cerca de cómo se combatirá el crimen, la violencia, el narcotráfico y cómo atenderán a las víctimas de todo ese lastre de sangre y desamparo que nos dejan los dos gobiernos panistas y este priista que está por terminar.
Otra duda que cunde en el ámbito político es: ¿cómo se va a institucionalizar MORENA, una vez que López Obrador tome posesión?
No olvidemos la existencia de partidos que serán oposición, aunque con representación disminuida en el Congreso, pero que asumirán su papel a pie juntillas.
Este Movimiento de Regeneración Nacional tendrá que tomar forma de partido de acuerdo con los cánones.
MORENA, significa: Andrés Manuel López Obrador, sin él no existe MORENA.
¿Cómo diseccionar este monomio?
MORENA será el partido en el poder, todo indica que será un gobierno centralista. Aunque se hable de descentralización, se refiere al ámbito territorial pero las líneas que dibujan su política nos muestran una figura única en el centro de las decisiones.
Vale la pena señalar que el candidato triunfador ha continuado con el mismo esquema de comunicación mediática que en su campaña y esta es ya otra etapa, que precede a la que se iniciará el uno de diciembre.
En el próximo gobierno se hace indispensable una nueva estrategia de comunicación política.
Sin generalidades, sin voceros con teleprompter, sin mensajes oficiales que sólo hablan de logros de gobierno.
La información, la comunicación y la difusión exigen ser tomadas en cuenta si realmente quieren interlocución con la ciudadanía.
En fin, que dudas y señales resumen estos primeros días del candidato triunfador que espera con ansia colocarse la banda presidencial.
Así es, y…
¡Digamos la verdad!