A mediados de la semana pasada el diario Reforma publico un reportaje sobre las 18 mansiones, residencias y edificios que maneja la Presidencia de la República. Le faltó una: la casita del placer que el Estado Mayor Presidencial le construyó a Miguel de la Madrid Hurtado y que, casi escondida, está atrás del Auditorio Nacional y frente a los teatros de la Unidad Cultural y Artística del Bosque de Chapultepec. A un costado de Chivatito.
Esta residencia casi secreta fue usada por De la Madrid como un pequeño Trianón. Prácticamente desaparecía de Los Pinos las tardes, noches, de los miércoles. Por eso en el staff se le conocía así, como “la casa de los miércoles”.
Cuentan que a las reuniones vespertinas que ahí se celebraban a mediados de la semana acudían, convocados por Emilio Gamboa Patrón –a la sazón secretario particular de la Presidencia– Ramón Aguirre, Eduardo Pesqueira, Carlos Salinas de Gortari, Francisco Rojas, un nutrido grupo de efebos y el propio Gamboa entre otros favoritos y gustosos participantes del aquelarre, que no reunión de brujas y brujos, sino en sus acepciones de bacanal, encerrona, desenfreno, orgía, pandemónium… Ya si les salía bien, decían, invitarían a mujeres.
No faltaba, eso sí, el dúo de Aguirre cantando “Motivos”, al son de la guitarra de Pesqueira quien, en una de esas, entre eufórico, payaso, bufón y enojado, se la partió, literalmente, en la cabeza a Salinas de Gortari.
Terminado el sexenio de De la Madrid, dejadas atrás las bacanales, la “casa de los miércoles” se convirtió en la residencia personal del jefe del Estado Mayor Presidencial en turno, por su seguridad y cercanía con Los Pinos. También por su complicidad al ocultar los desmanes de los inquilinos de Los Pinos. Nada mal: una cuasi “Residencia Galeana”, como la que habita el secretario de la Defensa Nacional.
Eran los inicios de la “familia feliz” comandada por el entonces todavía modesto, crecientemente poderoso y naciente Gamboa Patrón, que se entretenía con sus devaneos homoeróticos, el paddle tenis y, claro, con robar.
Fue cuando comenzaron a sentirse nice y empezaron a hacerse de obras de arte con dinero público y regalos. Tiempos en los que el ahora recién casado Gamboa Patrón –con la todavía senadora coahuilense Hilda Flores– “ordeñaba” la bóveda del sótano de la Residencia Lázaro Cárdenas de Los Pinos, al igual que su entonces compinche Raúl Zorrilla Cosío, ex mesero en patines del desaparecido restaurante “Los Comerciales”, de Insurgentes Sur, y levanta dobladillos y valencianas en la también ya inexistente sastrería “Calanchini’s” de Avenida Revolución.
El concuño de Ruiz Esparza
Bien dicen en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Salvador Muriel Suárez, ¡se sacó la lotería sin comprar boleto! Y es que funge como concuño de Gerardo Ruiz Esparza, el controvertido titular de la dependencia.
Muriel Suárez presiona por contratos en todo ese sector. Es contratista. Propietario de una empresa denominada Tresar, que aparentemente se dedica a ¡la construcción, promoción, desarrollo de infraestructura! Las áreas gubernamentales a cargo de su concuño.
Es, sin duda, un hombre afortunado.
Tiene, incluso, una empresa en Bahamas, el paraíso fiscal al que acuden quienes no sólo quieren esconder su fortuna, también evadir el pago de impuestos.
Muriel Suárez es el personaje idóneo para servir de prestanombres del concuño. Cercanía familiar… retribución por los negocios otorgados, cuentan a la hora de dilucidar en quién depositar no nada más la confianza, sino los millones de pesos, dólares y euros mal habidos, ¿no cree usted?
No lo pierda de vista.