Francisco Gómez Maza
• Nace un Nuevo Régimen, aunque el Antiguo no quiere morir
• Las mayorías se liberaron del miedo; incluso del miedo al miedo
Los que comenzamos a vivir, el domingo primero de julio, son tiempos de cambio radical. Se acabó el miedo de millones que solamente poseían el miedo, aquel miedo que los obligaba a ser parte de la servidumbre de los poderosos, tanto de una clase política impostora como de la plutocracia egoísta.
Hoy, millones de mexicanos pueden respirar profundo. Ya no estarán más los roedores del Erario y sus jilgueros tendrán que escurrirse como las cucarachas en la cocina. La limpia comenzó ya en el periodismo para allanar el camino del Nouveau Régime, aunque aún no para, ni parará, la esquizofrenia de mascar la frustración, la derrota.
La mayoría votó, no sé si con razón o sin ella (el tiempo lo dirá) – no siempre la mayoría produce gobiernos democráticos -, pero decidió deshacerse de lo viejo, que no quiere morir, ante el parto de un nuevo amanecer para esta patria maltratada por el odio, por la perversidad, por la corrupción, por la impunidad, por la simulación, por el cinismo.
Es natural, es normal, que continúe rampante la esquizofrenia, ahora – por ejemplo – doliéndose, sufriendo, profundizando la amargura, cuestionando la designación de Manuel Bartlett Díaz en la dirección de la Comisión Federal de Electricidad (de la que tiene que rendir cuentas aquel fugaz defensor del status, Enrique Ochoa), como si el presidente, una vez depositada en él la confianza de quienes votaron a su favor, no tuviera el derecho de nombrar a quien se le dé su regalada gana, que quien nombre tendrá que rendirle cuentas a él, y él al pueblo que lo eligió.
Quienes cobran por adular o maldecir tendrán que buscar ahora a otro amo para seguir maldiciendo, y seguir enriqueciéndose con sus maldiciones, porque ya no tendrán a quién adular, sino sólo maldecir. Los críticos continuarán como si nada. Critican las acciones públicas de las que se autodenominan autoridades, que empleados son del pueblo. Y seguirán de criticones porque así lo demanda la salud de la república, de la sociedad y el estado consciente o inconsciente de quienes administran.
Quienes están en problemas son las dirigencias de los partidos políticos perdedores, que son la mayoría: el PAN, el PRI, el PRD (éste pasó a formar parte de la Chiquillada). Y la chiquillada no tiene problemas más que de funerales. El PAN tendrá que buscar el camino y el rumbo que perdió, pero desde hace mucho.
Desde que aquellos Bárbaros del Norte se apoderaron de ese partido que estaba integrado por conservadores decentes. Ahora, la indecencia es una de sus grandes “fortalezas”. No estoy seguro de que los panistas reencuentren el camino perdido. No tienen cómo. Andan como un perrito corriendo sin rumbo por el periférico y a la hora pico.
El PRI aún medio respira, pero está herido de muerte. Con lo que jocosamente han llamado algunos, sus chiquibancadas, tiene un presente muy precario y no tiene futuro. Para sobrevivir tiene que cambiar radicalmente, olvidarse de la transa, del cochupo, de los moches, de la indecencia, de las complicidades vergonzantes, del latrocinio, del atraco al Erario; aceptar que la política no es un negocio fácil para enriquecerse a lo bestia fácilmente. La mayoría de los mexicanos repudió a ese PRI y, si los dinosaurios que aún sobreviven no lo ven así, el partido está perdido.
El PRD – lo vislumbre desde hace ya varios soles y lunas – está en terapia intensiva, en riesgo de dar el último suspiro, listo para el entierro o la cremación. No tiene ni presente, ni futuro, ni rumbo, ni destino. Es una lástima. Fue fundado para llevar al pueblo mexicano a la victoria sobre los conservadores, sobre el partido del Leviatán, pero se sus más perniciosos “dirigentes” se conformaron con la corrupción. Y ahí lo tenemos ahora. De ser comparsa del PAN al basurero de la historia.
Y me pregunto: quién bajará la cortina, quién apagará la luz. Buena parte de las bases, que creyeron inocentemente en sus pastores, se irán a probar fortuna en Morena, aunque me temo que sea ya tarde para ello. Si lo logran serán como una especie de arrimados. Qué dura se siente esa expresión. ¡Arrimados!
Por aquel adagio que dice: el muerto y el arrimado, a los tres días apesta.
Esto es parte de la historia de ayer. Y permítanme desearle grandes éxitos a Carlitos Marín, quien renunció a la dirección editorial de Milenio.
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