Desde Filomeno Mata 8
Mouris Salloum George*
En medio del ruido y la furia que subvierten todo proceso electoral, no es cuestión menor tener en México un acto de solemnidad, atributo con dimensión litúrgica.
Más allá de todo formalismo protocolario, en la sesión plenaria de la Sala Superior del Tribunal Electoral federal, la solemnidad laica marcó la certificación de Andrés Manuel López Obrador como Presidente electo.
Si la unanimidad de los siete togados tiene precedente, el mensaje del colegiado Felipe de la Mata estuvo presidido por una significativa expresión: Ganó la oposición, “ganó la izquierda”.
Ganó la izquierda. El triunfo lo avala un magistrado cuyo perfil profesional podría prestarse a sorpresa: Es egresado de la Escuela Libre de Derecho, donde se formó Felipe Calderón, y profesor de la Universidad Panamericana, alma mater de Enrique Peña Nieto.
Solemnidad, volvemos al concepto, implica validez, en cuyo caso la instancia jurisdiccional dio por válido el resultado electoral del 1 de julio.
Firmeza, es otra característica de la solemnidad. El Tribunal dio por firme el desenlace de la elección presidencial, de lo que sigue que su sentencia es definitiva e inatacable.
Otra cualidad de la solemnidad, es el compromiso. En este punto, el compromiso solemne de los jueces electorales se transfiere al Presidente electo.
La carga de la responsabilidad moral y política que entraña el poder presidencial, la asumió López Obrador durante tres campañas electorales para escalar Los Pinos.
La agenda resultante de la elección del 1 de julio, por supuesto, compromete constitucionalmente al tabasqueño, ahí donde se deposita el Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo.
Mandatario, es el individuo que obedece el mandato de sus votantes, que son los verdaderos mandantes.
Cuando ciertos políticos se trepan al ladrillo, suelen olvidar que el Presidente, si practica la modestia, se asume como coordinador de los esfuerzos nacionales.
“Ganó la izquierda”, pero López Obrador será el Presidente de todos los mexicanos. Es aquí donde se agiganta el llamado a la reconciliación. No valen los regateos mezquinos.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.