Claudia Rodríguez
Cientos de usuarios de las red social Twiitter, se han ensañado de una manera voraz contra Beatriz Gutiérrez Müller esposa de Andrés Manuel López Obrador, ganador de las elecciones para Presidente el pasado primero de julio, y ella se ha manifestado en el mismo espacio advirtiendo lo agresivo de algunos usuarios para con su persona; además de recordar que ella no es López Obrador. ¡Y qué bien que así lo entienda y manifieste!, Porque ya los mexicanos no toleraríamos más, a cualquiera que tras el poder ganado por el voto ciudadano, creyera y se aprovechara del poder constitucional de su par.
No hay más cierto que como lo establece el artículo 80 constitucional, se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo que se denominará “Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”, y no más; es decir que no hay extensión en ninguna otra persona de este poder, porque este es unipersonal.
Es increíble que los mexicanos hayamos permitido los excesos de las llamadas “primeras damas”; y no sólo en cuanto a la disposición excesiva de los recursos públicos; sino incluso de algunas de las esposas del Jefe del Ejecutivo Federal en turno –e incluso a nivel estatal y municipal–, para usar ese poder en aspiraciones políticas, con una ventaja superlativa sobre cualquier otro ciudadano.
Para ir de adelante hacia atrás en el tiempo, la señora Angélica Rivera esposa del presidente en funciones constitucionales, Enrique Peña Nieto –pero ya prácticamente paralizado–, a más de hacer dispendio para ella y su familia en ropa, zapatos, joyería, imagen, viajes e inmuebles; nadie olvida como se le dio espacio institucional en cadena nacional, para decirnos con un tono alto de indignación, que la compra de la “Casa Blanca” de Las Lomas de Chapultepec, fue con dinero reflejo de su trabajo por años en la empresa Televisa, y cabe señalar que le costó a Peña Nieto un severo revés en su popularidad.
La abogada Margarita Zavala, esposa del ex presidente Felipe Calderón, aunque no cabe duda que ostentara militancia por años en el Partido Acción nacional (PAN), y fuera diputada federal y local en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en apariencia se mostró lejos del radar de la Presidencia, pero si se habla de todos los contratos y proyectos que representaron millones y millones de pesos del dinero público para familiares de ella, entonces ya se cae otra vez, en un poder no enmarcado en la Constitución, pero de peso real.
Zavala además ha sido la única mujer mexicana que ha hecho realidad el llegar a la candidatura presidencial, claro, con el apoyo económico de su esposo, que fue el que más aportó a su campaña como candidata independiente, misma que fue fallida en todos sentidos. Zavala –y Calderón–, buscan ya formar un partido político, con la idea de regresar al poder, cualquier nombre que este tenga.
¡Ay pero Martita Sahagún! También es ella un caso, y muy sufrido para los mexicanos. Llegó con Vicente Fox a la Presidencia en el papel de vocera –y una historia fuerte de arrebata maridos-, para pronto conocer que eran pareja y pronto se hicieron esposos, para lo que se anuló de manera truculenta el anterior matrimonio eclesiástico de Fox, casi como el de Angélica, haciendo uso del Poder Supremo del Ejecutivo que las respaldaba.
Pero Sahagún, en serio, un gran dolor de cabeza nacional, empezó a ocupar más y más espacios no sólo en los medios, sino en decisiones políticas anteponiendo como mote su fundación Vamos México, al grado de hablar del empoderamiento de la mujer, con miras a suceder a su marido.
Y aunque Marta tenía muchas ganas y se especulaba igual sobre su ambición por el Ejecutivo Federal; cuando Alfonso Durazo, entonces secretario particular de Fox, presentó su renuncia a su cartera con un misiva pública en la que acusaba al Presidente Fox de ejercer el mandato en pareja y querer decidir la candidatura para Marta; la señora tuvo que conformarse en vivir en el Rancho de San Cristóbal, en Guanajuato, igual con mucho más dinero del que soñó, luego de haber pasado por la Presidencia sin ningún poder efectivo.
Las llamadas “primeras damas” en México han ejercido un poder meta constitucional y abusivo, que ha ido más allá de su protagonismo.
¡Ya no más, por favor!
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