Habían corrido apenas tres meses pico de su sexenio, y en marzo de 2013 Enrique Peña Nieto decidió que quería ser tan popular en América Latina como lo había sido Hugo Chávez, a cuyas honras fúnebres había acudido en Caracas.
Impresionado por las multitudes que durante siete días desfilaron frente al catafalco y otras más que permanecían en vela en los alrededores de la Academia Militar en donde se había instalado la capilla ardiente de Chávez, Peña Nieto mandó a llamar a José Murat para que lo alcanzara en la capital venezolana.
Trasladado en una aeronave oficial, en cuestión de horas el exgobernador oaxaqueño –quién no sabía para qué había sido convocado– llegó al hotel en el que se hospedaba EPN.
Ahí, el oriundo de Atlacomulco confió su asombro al de Ixtepec. Gran popularidad de Chávez. Nacional e internacional. Las muchedumbres. Las lágrimas sinceras de mujeres y hombres ante la partida de su líder…
Y le pidió a Murat, quien durante décadas ha cultivado a dirigentes partidistas de todas las latitudes del planeta, que le ayudara a construir en América Latina una popularidad similar, igual, a la del fallecido presidente venezolano.
Más aún. Le anunció que lo nombraría subsecretario de Relaciones Exteriores para América Latina.
De regreso a México, Murat fue llamado a la Cancillería. Su entonces titular, José Antonio Meade, le dijo que había recibido instrucciones de su jefe, el presidente, para darle el nombramiento… sólo que había un problema…
… palabras más, palabras menos, Meade le habría dicho a Murat que a él se le complicaba hacerlo subsecretario en esa área, ¡porque ahí estaba Vanessa Rubio!
Y se supone que no quería deshacerse de ella, como no se deshizo tampoco en el PRI donde ella y otros tecnócratas lo llevaron al fracaso.
Total, que ni Murat fue subsecretario de la SRE ni Peña Nieto el carismático líder del subcontinente que se proponía ser. Todo porque se supone que, ese mismo día o quizá horas más tarde, Meade fue a Los Pinos y convenció a su jefe de que no quitara a Vanessa Rubio de su lado.
¡Lástima, Margarito!
Keith Raniere también es coreógrafo. ¡Y se los bailó!
Otra de las víctimas de Keith Raniere, líder espiritual, fundador de la empresa de cursos de superación NXIVM, acusado en Estados Unidos de tráfico sexual y de marcar con sus iniciales a mujeres en el bajo vientre, es la hermana del todavía titular de la SHCP. Ella es Alejandra González Anaya.
Su empresa, Anima Inc., encargada de montar espectáculos, es una más de las que Raniere obligaba a crear a sus seguidores –todos ellos provenientes de familias pudientes– y en las cuales él llevaba un porcentaje. En el caso de la empresa de doña Alejandra, el ahora preso en Estados Unidos posee un 10 por ciento de acciones. En algún momento, Emiliano Salinas Occelli también fue accionista, fondeador incluso, a través de su empresa Porsus Capital.
Este modus operandi le permitió a Raniere acumular una riqueza considerable. Todos sus seguidores eran convertidos en “emprendedores” y de lo que éstos hacían él se llevaba una tajada. Sólo en México se calcula que tiene más o menos 8 mil discípulos. Ocho mil rebanadas de un inmenso pastel.
Anima Inc. ha organizado el Desfile del Día de Muertos para una película de la saga de James Bond y recientemente, en el Mundial Rusia 2018, un desfile de trajes autóctonos. Y, qué casualidad, muchísimos eventos para el gobierno federal en el que el hermano de la propietaria es figura destacada –sólo en este sexenio ha sido director general del IMSS y de Pemex; ahora secretario de Hacienda.
Su logro más importante, empero, fue la organización del evento inaugural de los Juegos Panamericanos celebrados en Veracruz, hace poco más de dos años. Por tal motivo, Anima Inc. fue nominada a recibir tres Emmy’s.
Y en una entrevista televisada –conducida por la periodista Yuriria Sierra, quien tiene fuertes lazos con Emiliano y con su esposa Ludwika Paleta–, inocente, cándida, desapegada a los consejos recibidos en Albany, Nueva York, Alejandra González Anaya dijo que uno de los coreógrafos del espectáculo veracruzano había sido su gurú Keih Raniere.
Obvio, Alejandra y Keith $e bailaron a Javier Duarte.
Pero Marco Balich, de Balich Worldwide Shows, un italiano que en ese momento era su socio, se bailó a Keith, a Alejandra, y a Emiliano con 300 mil dólares que Duarte les había entregado como adelanto.
Un gran baile.
Y sí, muchos de los juniors de este país, bailaron –hay quienes aún lo hacen– al son que este moderno Charles Manson les toca.