Jorge Miguel Ramírez Pérez
El necesario y nuevo aeropuerto ha sido desde cualquier enfoque que se trate, desde que se ha planteado su solución a lo largo de los diversos sexenios, un asunto que huele mal. No solo de parte de las autoridades sino también de parte de la gente que se dice afectada. Nadie tiene razón. Todos actúan con egoísmo extremo.
El nuevo aeropuerto se necesita desde que se gastó en el pasado una millonada de los recursos petroleros en sus remodelaciones, al final inútiles, en cuanto a costo-beneficio.
Nadie ha tenido autoridad, ni capacidad política para frenar los negocios desmedidos, ni para contener la ambición de los líderes autollamados sociales, que no pueden ver algo constructivo que genere oportunidades de trabajo; sin que busquen un pretexto para chantajear y aventar a la masa infeliz, a participar como carne de cañón como han sido Atenco, Ayotzinapa y decenas de episodios, que cubren de ignominia los movimientos que pudieron ser de ciudadanos en uso de sus derechos y no lo que son, barruntos inagotables de odio e impunidad.
Por eso el asunto del NAICM era algo más que una decisión, era un punto de partida para marcar una línea distinta de lo que se acostumbra.
Porque más que una decisión que no se dio abiertamente de frente a los ciudadanos, se optó por un fallo de facto al trasladar a la masa la negativa, para que ellos digan no a todo lo que huela a la inversión promovida por Peña.
Es innegable que López Obrador en lo formal difirió hacerse cargo e irresponsablemente le impuso a sus seguidores mas intransigentes -embargados de una irrefrenable envidia social- una consulta disfrazada como la de los buenos tiempos del PRI, con la diferencia que esas maniobras eran dizque en positivo y ésta, tiene el claro propósito de tronar el proyecto que actualmente se tiene.
Así es como Obrador va a mandar a la fregada el proyecto; que ya se chupó cien mil millones de pesos solo en movimiento de tierras, dejando la duda de que la tranza mayor ya se hizo; y el perdedor para variar es el gobierno, con el dinero de los contribuyentes.
Porqué las complejidades técnicas que seguirían -que son más costosas- se van a ir al limbo; y todo, tirado al caño, pero sin investigación; solo como una maniobra que tiene más de teatro para cubrir irregularidades mayores, que un análisis serio que lleve a concretar técnica y financieramente algo que alguien en el gobierno, debió haber hecho antes de nada.
Así que lo que se esperaba no se dio, no hubo decisión ejecutiva abierta, valiente, acompañada de una denuncia de las irregularidades; porque es muy fácil hacer acusaciones para ganar votos y llegado el momento hacerla de pleito ratero.
Ahora era la oportunidad para probar lo dicho sin afectar la credibilidad de un gobierno que todavía no llega y con esto y los nombramientos de PEMEX se resbala en el juicio internacional; un juicio externo, el de los inversionistas que le cuesta a México en indirectos financieros, esos que afectan a la economía nacional, como las desconfianzas que determinan los covenants y hacen subir tasas de interés y condiciones, que no pueden ser desatendidas.
Ahora falta saber cuáles fueron los acuerdos en corto con Slim y los aparentemente afectados; porque se van a saber, dejando en evidencia las tomadas de pelo, de que se iba a resolver técnicamente el destino del aeropuerto y todo va a parar en un mitin.
Por supuesto que también en esa trama se tendría que consultar también si el aeropuerto militar de Santa Lucía deberá ser para uso comercial, para ver si es el que quiere la masa ¿o, no?
De esta manera los asesores de la “democracia plebiscitaria”, también deberán informar al público -que no se sabe si son los vecinos de los ghettos alrededor del aeropuerto o los usuarios- sobre las consecuencias financieras en el entorno mundial de los compromisos de los negocios internacionales, que van a evaluar la forma como se determina por el nuevo gobierno de la catorceava potencia económica mundial los proyectos que tienen en las manos. En este tipo de sucesos van a constatar que las decisiones serán tomadas con los procedimientos de aclamación tipo Mussolini o mas corrientes como los del venezolano Hugo Chávez .
Así que se termina la luna de miel con los empresarios que han manejado los grandes negocios en México en los últimos treinta años y con el gobierno de Peña, porque empiezan las fisuras de los pesos y centavos. La cara de Alfonso Romo fue la evidencia cuando se anunció lo resulto sin resolver.
Tampoco tenía de otra López Obrador sino escudarse en la masa, porque en unos cuantos días se le han caído casi todos los proyectos como el de bajar el IVA a la mitad en la frontera, la amnistía fiscal, las dudas del tren maya que en su ruta tiene el rancho de Palenque de los Obrador, y las horas para atravesar la selva comiendo tamales de lagartija; o los fracasos del foro de consulta de amnistiar a los delincuentes; lo de estructurar una Guardia Nacional, que alguien les sugirió igual a la de Estados Unidos sin alguna semejanza con ellos para establecerla; diferir o echar para atrás la descentralización y la bronca que le va a representar con los gobernadores de ahora, quererles pulverizar el mando en sus estados con la figura mal diseñada de coordinadores oficiales del desarrollo, no de los estados sino de Morena.
A eso súmele que la gente nueva que está jalando no le ayuda a Obrador, porque nunca han trabajado, son investigadores utópicos de las universidades, que se sostienen no por su producción científica sino por sus nexos con la izquierda y con los sindicatos universitarios, y poco o nada pueden hacer con teorías mal digeridas, y sin experiencia.
López Obrador uno que llegó con una enorme confianza de la tercera parte del electorado, está a punto de arrostrar prematuramente las consecuencias de sus malas decisiones, aconsejadas por resentidos que lo único que aportan es rabia social.