Empecemos hoy por reconocer un fenómeno muy mexicano: durante las últimas décadas nos inundamos de incompetentes crasos y nos crecieron los enanos. Desafortunadamente, los hombres menudos desmantelaron el campo, se aliaron con los delincuentes, arrasaron la producción, secaron las arcas y dejaron exhausto al país.
A diferencia de la historia de amor de la cinta argentina protagonizada por Marcello Mastroianni De eso no se habla, en la que el afanoso boticario del pueblo, a la llegada del circo, se enamora de la grácil mujer enana y se va con la troupe, aquí se empoderaron los inútiles y se quedaron entre nosotros para profundizar una desgracia que requiere de tratamientos para salir del coma.
Y no es para menos. Tiene siete décadas que la voz del amo se impone en todos los rubros de la vida. Siempre dentro de parámetros de dependencia umbilical. Con el “estructuralismo” cepalino, una forma de presumir avances frente al patrón, o con la teoría funcionalista de la “modernización”, centrados en la ambición fallida de transitar a sociedad industrial.
En el mejor y en el peor de los casos hicimos resurgir la vieja economía exportadora, el país dependiente del siglo XIX, pero sobre “bases modernas”, alrededor de un sistema financiero especulativo, importación de tecnologías de punta, a cambio de sacrificar todos los procesos de desarrollo del mercado interno.
Y nos crecieron los enanos
Nos crecieron los enanos, esos enfermos de importancia personal que echaron a andar una maquinaria de totalitarismo político para arrasar al adversario hasta reducirlo a su mínima expresión. Los mismos que ahora sufren el acecho de los vencidos durante largo tiempo por sus burocracias parasitarias.
Nos crecieron los enanos, ésos que entorpecieron la solución de las necesidades elementales y apremiantes del pueblo por soberbia política, por ignorancia, por no poder entender que emergían los rostros que exigían que el Estado se adecuara a la Nación.
Los que llegaron al exceso de centralizar en el Altiplano las decisiones más insignificantes, pero que eran las más vitales para los cuadros dirigentes responsables de la vida y el consumo e las comunidades indígenas y apartadas de la mano de Dios. Los que nos entregaron a cambio de sus bolsillos personales.
Los que creyeron que la simple modernización horizontal significaba cumplir con los mandatos constitucionales, los que quisieron resolver por la violencia lo que se hubiera salvado con el diálogo y la tolerancia. Los que copiaron modelos extranjeros creyendo que así resolvían los problemas ancestrales.
La realidad, abajo de sus caprichos
Los que creyeron que se rodeaban de los mejores colaboradores, siempre y cuando éstos cubrieran el mayor requisito del gobernante acomplejado: ser más chaparro que él. La enanocracia en su máximo esplendor. El metro y los escasos centímetros de talla para formar parte del Banquete de Petronio.
Los enanos criollos que echaron la culpa de nuestras desgracias a los especuladores del exterior, mientras los colmaban de canonjías obtenidas a espaldas del pueblo. Los que creyeron que lo beneficioso para sus bolsillos era lo mejor para el país.
Los que desconocieron que todo acto de gobierno supone una ley previa y que el mandarín sólo pude hacer lo que la ley le autorice. No. Ellos no. Insistieron hasta la ignominia que la realidad era la que tenía que ajustarse a sus caprichos de enriquecimiento ilícito, rápido y fácil.
Los que, en la derrota indigna, se refugian en los brazos del peor postor, como lo hace el virrey Videgaray acercándose a Trump para que lo recomiende en alguna chamba de cacharpo financiero en Washington o Nueva York… o donde sea. Total, lo de aquí ya se acabó. Cualquier polko se avergonzaría por llegar a ese extremo. Los enanos no.
Se arrodillaron frente al patrón
El mundo emergente, los líderes sociales de los países desesperados esperan mucho de la próxima administración mexicana. La carta solidaria del ilustre nicaragüense Ernesto Cardenal, lo refleja: estamos estáticos con el triunfo, que no nada más es de México, sino de América Latina, expresa el enorme luchador.
Y es que saben que aquí hemos sido obedientes en extremo a los caprichos financieros de Nueva York, Londres y Hong Kong, a los dictados de Washington, al saqueo de las riquezas patrimoniales. La voz del amo resuena más fuerte de lo que ha sido. Se arrodillan ante el patrón y éste se aprovecha de cualquier ligereza para servirse con la cuchara grande. Los pelmazos totales. La liviandad política entronizada.
Y querían a alguien de su misma estofa. Al que allá decidieran. Los ratones creían que era suficiente con la autorización del gato. Como no fue así, los hermanos latinoamericanos están de plácemes. El triunfo debe reflejarse en acciones de gran calado en beneficio social. Deben ser ejecutadas con algo que ya ni sabemos qué es: con mística política y social.
La mística Vs. el desenfreno
Algo que las generaciones anteriores nos habían heredado y los enanos hicieron que se nos olvidara, a base de cañonazos de billetes, de compras de conciencia, de mensajes bien pagados en medios de comunicación vendidos, sin escrúpulos, sin idea de tiempo. Llegamos al lugar sin límites, ése que exige a los que llegan remontar las ligerezas. Imponer la mística del país para salir adelante.
La mística que deberá ser empleada en esta nueva etapa del país es precisamente la opuesta a la que los enanos y mandatarios borderline han llevado al paroxismo: el exceso en todas las medidas, el gasto inútil, el derroche, la ostentación esquizofrénica, el abuso de sustancias de toda procedencia, el robo, las masacres, la depresión, la inestabilidad y la ansiedad a la hora de ejercer el no poder. La liviandad exótica de los próceres criollos.
Y exigen que se les llame estadistas
Enanos de talla, de mente y de conciencia. No tienen un humor base controlado, son inconteniblemente hiperactivos para el moche, el asesinato y la molicie. Pesimistas, cínicos y deprimidos. Pero con una condición neurológica : todo, al mismo tiempo y para siempre.
Han manejado el gobierno como si fuera un gran botín. Se agachan ante los poderosos como si no tuvieran columna vertebral. Son empinados e indignos a más no poder. Entreguistas hasta donde tope. ¡Ah… y todavía exigen que se les llame estadistas!
Es muy importante que la mística se oponga al desenfreno. Es la única manera de ganarle la partida a la historia, que ya parecía un molino inacabable a la putrefacción de la sociedad.
Es ahora o nunca.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Soberbia ante la pequeñez de sus perseguidores, la maestra Elba Esther Gordillo sintetizó en una frase el leit motiv de su arbitraria detención y encarcelamiento: “Recuperé la libertad y la (mal llamada) reforma educativa se ha derrumbado”. Es el epitafio de una persecución política iniciada con las vísceras de Luis Videgaray, Miguel Ángel Osorio, Aurelio Nuño y Humberto Castillejos –quien empleó a su primo Alfredo Cervantes como títere– en la que también arrastraron a un Enrique Peña Nieto alejado de la realidad del país… y del mundo. Se impuso la justicia. Se tardó, pero confirmó que los cargos inventados en contra de la lideresa sólo eran pantalla para cubrir la falta de madurez política de la tolucopachucracia, hoy más dividida que nunca. Su comparecencia, ayer, ante los medios es la noticia del sexenio en materia de reivindicación de una luchadora social.
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