Por Norma Meraz
Igual que la entrada del huracán del Pacifico a Hawái, entró en la República Mexicana un huracán de nombre Andrés Manuel López Obrador.
El próximo presidente de México irrumpió con fuerza en el escenario político nacional, luego de su triunfo avasallador en las elecciones del uno de julio pasado.
Aún antes de recibir su constancia de mayoría por parte del TRIFE para convertirse en Presidente Electo, López Obrador empezó a enfundarse el traje de presidente.
Más allá del cambio de peinado –que copió de Don Benito Juárez– y la vestimenta realizada escrupulosamente por sastres profesionales, impuso un nuevo modo de arribar al poder.
Designaciones anticipadas de sus colaboradores cercanos que lo acompañarán durante su mandato, el anuncio de decisiones relativas a una nueva estructura del gobierno federal, como es el caso de la Secretaría de Gobernación, SEDESOL y SAGARPA; tanto como de iniciativas de reformas constitucionales de alto impacto; un nuevo tejido de redes de control –con el fin de acotar la corrupción–, como la designación de delegados federales que sofocarán a los gobernadores –poniendo en entredicho al federalismo—y que son personajes que fungirán como filtros entre los gobernadores y el Presidente; a la vez serán la vía de gestión y control con el Poder Legislativo y el gobierno federal, amén de ser funcionarios públicos que desde esa ubicación iniciarán su carrera de ascenso político en sus lugares de origen.
En otras palabras, los súper poderosos delegados harán desde ya su tarea política que los colocará en la primera fila de competencia para ocupar los gobiernos estatales, como es el caso de la maestra Delfina Gómez en el Estado de México.
En temas de enjundia, el Presidente Electo adelanta cómo y entre quienes se elegirá al Fiscal Federal, la designación del Secretario de Seguridad Nacional, la decisión de hacer adquisiciones consolidadas en todo tipo de insumos desde lápices, medicamentos, sistemas de cómputo, mobiliario escolar, etc.
Acerca de la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, asunto en el que un día sí y otro también mandan señales contradictorias; la convocatoria para una consulta nacional para ver si se construye o no y cómo esta obra magna se llevará a cabo.
En este apartado, ¿no debieran ser los expertos en la materia quienes opinen y sean las autoridades –en quienes hemos depositado la confianza—los que tomen las decisiones?
No podemos dejar de mencionar lo referente a dar marcha atrás a la Reforma Educativa, convertida en el estandarte del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto.
Hoy se ha roto con el formato tradicional de una transición de gobierno presidencial. Se ha mandado al archivo muerto el respeto a los cánones que siempre se observaron entre la fecha de la elección y la toma de posesión.
Este espacio de cinco meses Andrés Manuel López Obrador lo declaró tiempo muerto de otras épocas y se pronunció por el establecimiento de un cuasi gobierno en funciones, poniendo de inmediato manos a la obra.
Para bien o para mal, López Obrador fue orillando al actual presidente Peña Nieto, al abandono de la escena política para posicionarse él como el núcleo de la política nacional.
Mientras Peña Nieto pide perdón a quienes pudo haber ofendido –como en otro tiempo lo hiciera José López Portillo p en su discurso de toma de posesión-, accede y se presta a toda iniciativa de su sucesor a publicitar sus encuentros y, el colmo: acepta aparecer en Palacio Nacional con su gabinete junto al gabinete que acompañará a López Obrador.
La foto del presidente que se va con el presidente que llega, retrató en blanco y negro los rostros de un sexenio agonizante marcado por la incompetencia, la corrupción la impunidad la violencia, el libertinaje político y el derrumbe de un partido –el PRI– que habiendo sido el que llevó al poder a Peña Nieto, tras las elecciones de 2012, se desabarranca y cae a un triste y lamentable tercer lugar en las preferencias de los mexicanos.
Es de dar pena cuando después de cinco años de no dar la cara ni la mano a los ciudadanos, Enrique Peña Nieto aparece en la TV con un rostro de indefinición acerca de lo que hará de su vida personal fuera de la vida política de México.
Mientras tanto López Obrador se enfunda el empaque de presidente, a la par crece la expectación de lo que será su gobierno cuando tenga a la mano una mayoría legislativa, un Fiscal Federal a modo y la concentración del poder que marcará el rumbo de México.
Así el panorama político-social de nuestro país, lo que nos obliga a que siempre:
¡Digamos la Verdad!