Al presunto comprador del avión presidencial, Gustavo Javier Jiménez Pons García le han sacado sus trapos al sol. Que estuvo preso en el 2010, acusado de fraude, al no entregar 5 mil boletos que incautos le habían comprado para acceder a los partidos de futbol en el Mundial de Alemania, celebrado cuatro años antes, en el 2006.
Pero tal no ha sido su único ingreso a chirona. Hace tres décadas y media fue compañero de celda de El Pelacuas y de El Mata-abuelos, y del priísta Luis del Toro Calero, quien había caído en desgracia política.
En aquella época el genial reportero de asuntos policiacos Roberto Bobby Meléndez (QEPD) lo pintó tal cual, a raíz de otra acusación de fraude relacionada ¡con un avión!
¿Y sabe usted con qué pretendía pagarle a su defensor, el prestigiado penalista Alberto Woolrich?
Pues, ¡con otro avión!
Sólo que esta aeronave estaba asegurada por el gobierno de Estados Unidos en un aeropuerto de Dallas, Texas. Todo un escándalo bilateral en el que Jiménez Pons García protagonizó el papel estelar.
Mitómano, pues se dice hijo de un afamado productor de telenovelas, es capaz de haber maquinado la compra del TP-01… ¡para pagar alguna de sus muchas deudas!
Otra anécdota más, de la fauna que se acerca a la oficina del Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador.
Alberto Anaya, extraditado de Nuevo León
Otro personaje que pisó la cárcel fue el fundador y dirigente del Partido del Trabajo, Alberto Anaya, quien ahora quiere más diputaciones plurinominale$ para su coleto.
Sucedió que, harto de las invasiones que con su grupo “Tierra y Libertad”, un día sí y otro también, El Beto Anaya llevaba a cabo en el área metropolitana de Monterrey, el entonces gobernador de Nuevo León, Alfonso Martínez Domínguez, lo encerró en el penal de Topo Chico.
De nada valieron las manifestaciones que los colonos –invasores de terrenos, en realidad– llevaban a cabo frente al Palacio de Gobierno.
Hasta que la situación amenazaba el clima de paz social y políticos de la Federación intercedieron.
Enrique Fernández Martínez, a la sazón líder de la CNOP, fue el encargado de hablar con Don Halconso, como se conocía al mandatario estatal tras los trágicos sucesos del 10 de junio de 1971.
— Se lo entrego, sólo por tratarse de usted –le habría dicho Martínez Domínguez al fogueado político guanajuatense–. Pero con una condición, que mientras yo sea gobernador, él no pise el Estado.
Y sí. El también ya fallecido Gustavo Robles, amigo cercanísimo de Gustavo Carvajal y del propio Fernández Martínez, fue a recogerlo a las puertas de Topo Chico y, de inmediato, lo subió a un avión con destino a lo que hoy es la Ciudad de México.
El Beto sólo regresó a Monterrey, luego de que Martínez Domínguez le entregara la estafeta a su sucesor Jorge Treviño Martínez, El Tío de los hijos de Miguel de la Madrid.