Buena parte de los pomposamente llamados “directores de comunicación social” –o jefes de prensa— podrían ser sujetos de un juicio de responsabilidad, si es que acatan las instrucciones verbales que les giraron hace poco desde Los Pinos.
Y es que, por ley, la partidas para las campañas de publicidad gubernamental –la 3601 del Presupuesto de Egresos– debe reservar un 20% del monto total asignado a cada una de ellas para la evaluación de las mismas.
No obstante, desde las oficinas en las que despacha Eduardo Sánchez, jefe de prensa de la actual Presidencia de la República, les dijeron que se saltaran ese engorroso trámite de evaluar –aunque está en la ley– y que destinaran íntegros los recursos a promocionar a Enrique Peña Nieto y a su último –¡por fortuna!– informe del gobiernito que en mala hora encabezó.
Órdenes verbales que muchos de esos funcionarios no saben si acatar o no, dado que ello puede implicar que, al momento de revisar la Cuenta Pública, la Auditoría Superior de la Federación les finque responsabilidades tales como la de desviación de recursos presupuestales.
Y eso está penado.
Lo menos que les puede pasar es que sean obligados a devolver a las arcas públicas esos recursos no aplicados al rubro de evaluación que les ordena la ley.
Ahora que en Los Pinos deben justificarse diciendo que la dicha evaluación es innecesaria. De antemano ya saben que las campañas promocionales de Peña son mayoritariamente rechazadas por mentirosas y verdaderamente vomitivas, ¿a poco no?
Raúl Salinas: Estar cerca de la lumbre del poder, quema
Hace 20 días, Raúl Salinas de Gortari estuvo en Zacatecas y fue entrevistado por Darío Dávila del medio digital Pórtico Online. Ahí, “en la terraza de un café en la avenida Pedro Coronel, suelta: ‘La cercanía del poder y lo que fue mi experiencia con el presidencial, fue algo que me rebasó. La cercanía con el poder tiene la particular cualidad —en mi caso— de potenciar m ego. Hacer que mi proclividad a la soberbia creciera…”
Humilde ya, sin la altanería que le caracterizo durante los años en los que era tratado como “el hermano del Presidente” y no como Raúl, el mayor de los Salinas de Gortari reconoce que “en mi caso creo que lo que más amplificó (el poder) fue parte de la soberbia y no vi muchas cosas, que debí haber sido más prudente. Yo había tenido una carrera propia. Había sido funcionario con Echeverría, con José López Portillo, con Miguel de la Madrid me distinguió invitándome con hace cargo de un programa de distribución de básicos en las zonas más necesitadas, como director de Diconsa.”
“… Y ya siendo hermano del presidente, en algunos casos, me buscaba algún líder y me decía ‘oiga ingeniero daría mucho gusto que nos acompañe usted, vamos a ce tal o cual situación del sindicato’. Yo pensaba que me invitaban a mí, no me daba cuenta estaban invitando, torpemente lo reconozco, al hermano del presidente. Y que al presentarme ahí estaba avalando al del sindicato y no solo a él, sino al líder particular y probablemente estaba ofendiendo a otros grupos.
“Y lo mismo me pasaba con el sector privado. Si alguno de los empresarios me decía ‘vamos hacer una reunión pues iba con mucha naturalidad y además que no faltaban las que me decían “qué gusto de verte, siempre tan sencillo, mismo de siempre…’ ¿cuál iba a ser el mismo de siempre tenían ahí por ser el (hermano del presidente)… yo… Me veía con unos empresarios y a lo mejor no atendía a otros. Con descuidos de esa naturaleza, porque el poder presidencial debe cuidar de una manera muy particular. “
Una lección para quienes están cerca de los poderosos.
Y que lo son todo el tiempo… porque el poder siempre es prestado.