* La verdadera auténtica cornucopia mexicana tiene su fundamento y asiento en la silla del águila; al venderse los activos del Estado se diluyó esa munificencia -que fue característica del Presidente de México- en tantas manos como poderes fácticos hay actualmente
Gregorio Ortega Molina
El poder transforma, aunque sea para bien. El señor Andrés Manuel López Obrador se atemperó en el lenguaje, pero su comportamiento continúa con la fuerza de un vendaval del sureste, ¿alevantará las instituciones y las normas con el propósito de lograr una verdadera regeneración nacional, de sentar las fundamentos históricos y constitucionales de la IV República?
Trae prisa, está consciente de los plazos constitucionales, sabe de la fugacidad del tiempo político, de la endeblez de las lealtades, de la necesidad de dejar atrás enconos después de que se haya procurado y administrado justicia a la corrupción del presente que concluye el próximo 30 de noviembre a las 24 horas, porque tiene la certeza de que ésta es fuente y fundamento de todas nuestras desgracias. Imposible conceder un perdón anticipado. Equivaldría a haber nacido antes de tiempo.
Haberlo declarado Presidente Electo equivalió a atemperarlo y darle firmeza a sus acciones. Ya no puede titubear aunque insista en correr. Tranquiliza a los observadores internacionales y analistas financieros y políticos la presencia de figuras como Julio Scherer Ibarra, que hace en él un efecto tranquilizador, le transmite certeza jurídica a la toma de decisiones, porque las reformas legales y constitucionales con las que desea transformar a México son muchas y todas con carácter de urgente para el primer trienio, para contar con otros tres años para arraigarlas entre los electores del 2024, al parecer tan lejano, pero que es mañana.
Otra presencia benéfica en el entorno de AMLO es Porfirio Muñoz Ledo, promotor incansable de la refundación de la República, a través de la reforma total del Estado y un nuevo documento constitucional, pues debido al carácter de los mexicanos y la situación de crisis de seguridad interna que padecemos, además del corrimiento de los factores de poder y el empequeñecimiento del presidencialismo conceptuado por Plutarco Elías Calles, ya fue.
La verdadera auténtica cornucopia mexicana tiene su fundamento y asiento en la silla del águila; al venderse los activos del Estado se diluyó esa munificencia -que fue característica del Presidente de México- en tantas manos como poderes fácticos hay actualmente, incluida esa fuerza de la delincuencia organizada que todo lo avasalla con la corrupción y la violencia, dupla fatal contra el Estado de Derecho.
El mensaje enviado desde los foros de pacificación vía la amnistía debe modificarse. Aquí no puede haber lugar a confusiones. Una de las francesas más inteligentes del siglo XX asentó: “Richelieu, con una claridad intelectual frecuente en su época, definió luminosamente la diferencia entre moral y política, problema en torno al cual se ha sembrado tanta confusión después. Más o menos vino a decir: debemos guardarnos de aplicar las mismas reglas para la salud del Estado y las del alma; pues la de ésta se obra en el otro mundo, mientras que la del Estado tiene lugar exclusivamente en éste”.
Imposible desoír a Richelieu y a Simone Weil. Hay prisa, sí, pero importa más caminar sin pausa.
www.gregorioortega.blog