Francisco Gómez Maza
• El cambio que decidió la inmensa mayoría
• Hubiera preferido la Ciudad de Tomás Moro
Un cambio radical, mi querido Sandro. En México hubo ya un cambio radical. De extremo a extremo. Las mayorías, cansadas, dolidas, enojadas con un gobierno ultraconservador, pero además corrupto, impune, simulador y cínico, eligieron al porfiado de Andrés Manuel López Obrador, y lo van a entronizar, con la banda verde, blanco y rojo al pecho, el primero de diciembre venidero, en La Silla presidencial de Palacio Nacional.
Yo no creo que AMLO, como le dicen sus fanáticos, sea la opción del cambio que este escribidor quiere (un gobierno que exija de cada quien según su capacidad; y dé a cada quien según su necesidad). Pero aquí no se trata de lo que yo quiero, sino de lo que decidieron 30 millones de mexicanos, que hicieron polvo, el domingo primero de julio pasado, a los partidos políticos tradicionales, el PRI y el PAN, que representan la inmovilidad y los mecanismos para privilegiar únicamente a los grandes capitalistas y enriquecer ilícitamente, mediante la cleptocracia, a los miembros de la clase política de esos partidos.
Aclaro que, como ciudadano, no como periodista, prefiero la utopía de Tomás Moro, utopía aparentemente irrealizable, pero que en una de esas, machacando, trabajando, impulsando la toma de conciencia de la gente, se convierta en topía. La historia, que no es la maestra de la vida como dicen los demagogos de la filosofía, tiene sus quereres y sí permite que la utopía se convierta en realidad.
Por lo pronto, ha habido un cambio radical no violento ni marxista leninista, como creen los pensadores del tapanco. Un Viejo Régimen que, desde hace tres décadas se había negado a morir, gracias a prácticas electorales fraudulentas y corruptas, y a toda suerte de triquiñuelas para comprar dignidades y conciencias, fue derrumbado materialmente por un terremoto político electora emocional, por las corrientes de lava ígnea de un volcán inmisericorde, en una tierra de volcanes (remenber Joseph H. L. Schlarman) y temblores cotidianos, que dejan estelas de destrucción, muerte, dolor y llanto.
El Congreso, con una inmensa mayoría de diputados y senadores del partido de López Obrador (Movimiento de Regeneración Nacional-Morena), abrió su actividad político legislativa, este sábado primero de septiembre con la recepción del último informe de gobierno del señor Enrique Peña y, ahora, los legisladores se aprestan a elaborar el presupuesto federal para 2019, que se espera sea el más austero de la historia, porque el mismo presidente electo prometió desde campaña una brusca austeridad que pretende acabar con el despilfarro y la apropiación que los políticos perpetran en contra del Erario. Simultáneamente, los morenistas iniciarán reformas legales que permitan concretar las promesas de campaña del ahora presidente electo.
El primero de diciembre será la toma de protesta del nuevo presidente, que, por sus promesas de campaña, trabajará por la defensa del nacionalismo liberal para revertir las políticas públicas implantadas por los conservadores, neoliberales, del PRI y del PAN, en detrimento de las clases populares y la clase trabajadora.
Los mexicanos están a la expectativa. Los fanáticos de López Obrador, llamados morenistas, han puesto toda su confianza en el líder que ha luchado toda su vida al lado de los frentes populares por lo que fue (creo todavía lo es) considerado por los ultra conservadores como “un peligro para México”, como un pupilo del Chavismo venezolano.
Mucho de lo poco que quedó del priismo y el panismo, después de las elecciones ganadas arrolladoramente por AMLO, no asimila la derrota, y yo creo que no a manos del ahora presidente electo, sino por un masivo electorado, que emitió un voto de castigo contra el gobierno priista de Enrique Peña, por su mal desempeño en la presidencia de la república. Por su política de privilegiar al gran capital y la corrupción de la clase política priista, y empobrecer a la mayoría de ciudadanos con un depauperado salario que apenas les alcanza a los trabajadores para medio comer.
Además, grupos, ad látere, de seudo intelectuales, seudo izquierdistas, pequeña burguesía, muy pequeña, algunos grupúsculos de profesionales de la clase media pro empresarial, y ciudadanos de buena fe, pero engañados, además de los eternamente insatisfechos, no se han dado cuenta de que la contienda electoral terminó y que las fuerzas de la Pridictadura, como la llama Moisés Edwing, fueron hechas trizas; que ganó “el ignorante” de Andrés Manuel, como lo califica un querido colega de este escribidor y de que no hay vuelta atrás.
Por lo pronto, apenas se inició el Congreso, se iniciaron los enfrentamientos en el salón de sesión de las Cámaras legislativas. Los morenistas no se han dado cuenta de que tienen el poder y que ya no tienen enfrente contra quien protestar desde las curules y escaños de la Cámara de Diputados y la de Senadores. No se han dado cuenta de que, con la victoria electoral tienen enormes ventajas; están por encima de todas las otras muy debilitadas fuerzas políticas. Pues, mi querido hijo. Éste es el México de ahora, que conmovió al gran nicaragüense, monje de La Trapa de Solentiname, Ernesto Cardenal, el poeta del amor.
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