Francisco Gómez Maza
• Ricardo Anaya obviamente no está quebrado
• Pero millones apenas si comen una guajolota
Pero qué México no está en bancarrota. Porque en este territorio de 2.000,000 de kilometros cuadrados existen muchos México.
Por eso les pregunto a los líderes empresariales, al secretario de hacienda, al presidente Peña Nieto: en qué México viven.
Por supuesto que el secretario de hacienda no está en bancarrota.
Por supuesto que el ingeniero Carlos Slim, uno de los empresarios más ricos del mundo, no está en bancarrota.
Por supuesto que los poderosos empresarios mineros no están en bancarrota.
Por supuesto que los grandes empresarios, los globalizados, los que encabezan el comercio exterior, no están en bancarrota.
Por supuesto que la alta clase política priista y panista, y morenista, no están en bancarrota.
Por supuesto que Ricardo Anaya, ex candidato a la presidencia, que tiene un ingreso mensual, confesado por él, de unos 400 mil pesos, no está en bancarrota.
El México de Peña Nieto no está en bancarrota. El México de José Antonio Meade no está en bancarrota. El México de Carlos Romero Deschamps no está en bancarrota. El México de Rosario Robles pero por supuesto que no está en bancarrota.
Pero yo, como el priista asesinado quién sabe por quién, el magdalenense Luis Donaldo Colosio, veo otro México aparte del de los muy ricos. Un México con hambre y sed de justicia. Veo a millones de mexicanos, que no sólo están en bancarrota, sino que no tienen ni para comer, ni para curarse. Que mueren, sobre todo sus niños, de enfermedades curables y el Estado, o mejor dicho el gobierno, y menos los grandes empresarios, se preocupan por ellos.
No entiendo entonces por qué grandes empresarios, políticos, funcionarios de altísimo nivel y periodistas a modo y ciudadanos acomodaticios se escandalizan por lo dicho por Andrés Manuel. De que México está en bancarrota.
México, el México profundo, el México negro, el México de las calles de ciudad de México, de Niño Perdido y de San Juan de Letrán, el México que viaja en Metro, en Metrobús, en microbuses, en taxis destartalados, el que espera meses para ser atendido en las instituciones de salud y seguridad social, el que va a las escuelas públicas que no tienen ni siquiera confortables mesabancos para los niños, el que no tiene asistencia ni técnica ni financiera para sembrar y cosechar tan sólo para comer él y su familia, el que anda como zombie por las calles de las ciudades pidiendo una moneda para un taco
El México que se ve forzado a integrarse a las filas del narcotráfico y la delincuencia organizada por hambre. Ese México de sangre, dolor, muerte y llanto. Ese México está en bancarrota.
Pero a ese México no lo conocen, ni quieren conocerlo, los grandes empresarios y menos los altos miembros de la clase política y menos los mexicanos que toda su vida se la han pasado sufriendo porque quisieran tener lo que tiene el rico.
Tiene razón López Obrador. México está en bancarrota. Pero no están en bancarrota ni los altos miembros de la clase política ni los grandes empresarios.
Están en bancarrota las empresas medianas, pequeñas y micro y los mexicanos de tercer, de cuarta y de quinta, y yo diría que hasta los de segunda.
Pregúntele a mi doctora qué opina de la bancarrota. Claro que está en bancarrota atendiendo a pacientes que no pueden pagarle la consulta, que ella tiene que subsidiar, no con muestras médicas, sino con algo de dinero, para que adquieran sus medicamentos.
Y los que se enojaron por lo que declaró Andrés Manuel tienen razón. Ellos no pueden estar en bancarrota. Tienen todo. Y si no, como en Jalisco, arrebatan.
Es más, ni les interesa México. A los altos políticos, no les interesa México. Lo único que les interesa es robarle al erario; hacer negocios fáciles y millonarios a costa de la política, y aumentar sus caudales en los paraísos fiscales. Los grandes empresarios, los poderosos, los que no pagan impuestos porque el político en turno se los perdona por miles de millones, no tienen patria. Porque el dinero no la tiene.
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