Francisco Gómez Maza
• Ya se van y siguen defendiendo lo indefendible
• La política de Peña es puro neoliberalismo fallido
¿Y sabrán los economistas de Hacienda y los senadores del PRI quién y qué parió el austriaco Friedrich von Hayek?
La glosa del VI informe de gobierno, con el que se despide de La Silla y de Los Pinos Enrique Peña, ha dejado de manifiesto que el único partido que aún lo defiende, y con argumentos sin sustento, es lo que queda del suyo, la otrora aplanadora priista, sostenida en el poder gracias a la compra de votos, el fraude electoral, la corrupción. Pero se acabó ante el terremoto que generó el porfiado Peje en las elecciones del domingo primero de julio pasado. Y murió el pérfido austriaco, empeñado en desacreditar a toda costa la regulación económica, alegando que es demasiado compleja para pretender organizarla.
Los senadores del Senado Mexicano, en su mayoría del Movimiento de Regeneración Nacional, analizaron este martes 18 de septiembre el capítulo de la economía y la política económica del gobierno priista, guiada por el recetario hayekiano del Fondo Monetario Internacional, que ya han rechazado varios gobiernos al darse cuenta de que el tal recetario sólo le sirvió al padre del neoliberalismo para hacerse famoso ante la Tatcher o Bush padre, o los muchachitos de Chicago, y que no sirve para lograr una economía fuerte.
Muchos, si no es que todos, están retornando la mirada hacia los maestros keynesianos. Han recomenzado con las políticas económicas satanizadas por los más reaccionarios grandes empresarios mexicanos, que no de Wall Street, donde son menos neoliberales que Hayek (los mexicanos ni saben quién es “el austriaco”, para aplicar políticas económicas no economicistas, sino más con sentido humano, poniendo énfasis en el bienestar de la población, particularmente de los trabajadores, porque del bienestar de los trabajadores, que constituyen “la demanda”, pues el éxito de una economía está en función de la creación de empleo justamente remunerados, con el objetivo de impulsar la demanda de bienes y servicios y, por tanto, impulsar el crecimiento de la oferta. Y con ello, privilegiar tanto al capital como al trabajo, los dos factores fundamentales de cualquier economía.
Pero en México aún causa placer a los economistas formados en las instituciones, llamadas pomposamente universidades, auspiciadas por la empresa privada y algunos entes eclesiásticos, como los Millonarios de Cristo, la política neoliberal, la ya trasnochada política neoliberal. La más reciente muestra de esta postura, hasta ahora oficial en el gobierno de México, es la defensa hecha por los senadores priistas de la política económica del grupo de economistas que alistan maletas para irse, inclusive muchos, del país porque tomará su lugar el padre de la política cepalina, interpretada por Raúl Prebisch, fundador de la Comisión Económica para América Latina (de las Naciones Unidas), que dirige, en calidad de Secretaría General, la mexicana Alicia Bárcena.
Entre los posicionamientos y críticas de los partidos políticos representados en el Senado mexicano, los únicos que disintieron de los cuestionamientos y críticas a la política económica del gobierno de Enrique Peña Nieto fueron los integrantes de la muy venida a menos representación del otrora poderoso partido revolucionario institucional: La senadora Vanessa Rubio Márquez, ex funcionaria de Hacienda, del PRI, explicó la posición priista fondomonetarista, neoliberal, hayekiana, de que las variables de la inflación, el desarrollo económico, del trabajo e infraestructura, no se mueven por decreto, sino que se dan por complejos factores internos y externos. Qué sencillo. ¿Verdad? Ahora resulta que las leyes económicas tienen vida propia. Que ni la mano de dios puede con ellas, menos la mano del mercado a quien, por cierto, adoran los neoliberales. Entonces, para qué queremos economistas, funcionarios, expertos que manejen esa política, si los elementos económicos se mueven solos. Habrá que desmantelar la Secretaría de Hacienda y el Banco de México, por lo menos. No sirven ni para quítame estas pajas ante la fuerza ciega de la oferta y la demanda. Qué fácil.
Pero lo que más les importa no es ni el liberalismo, ni el neoliberalismo, sino el agandallismo. Meterle la mano en el Erario, que para eso lucharon, compraron votos, hicieron fraude en las elecciones de 2012 y en todas las anteriores, desde que Miguel de la Madrid se prestó para entronizar en México el neoliberalismo Hayekiano. Al fin y al cabo, la concepción que los priistas de Atracomucho tienen es que la política es sólo el caldo de cultivo de muy buenos negocios. De casas Blancas y de residencias de descanso en Malinalco. Y mucho dinero robado abiertamente, cínicamente. Ta bueno.
Los demás senadores, encabezados por los mayoritarios de Morena, cuestionaron los resultados de las políticas públicas en todas las materias económicas. Y este escribidor les advierte: Economía que no genera empleos reales (no inventados como esos 4 millones cacareados por Peña Nieto y apoyados por Vanessa Rubio en tribuna senatorial), es economía fallida. Es un fracaso. Está, como dice López Obrador, en bancarrota, digan lo que digan los apátridas.
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