2 de Octubre ¡No se olvida!
Por Gilberto Celis
Cinismo ofensivo, agresivo y denigrante, es la falsía del gobierno ¿Estado? con expertos en todo, menos en la vida de los del común; y que se refocilan de haber ultimado el Movimiento Nacional de Huelga Estudiantil. Cuando vive en la Historia, en el holocausto del 2 de octubre de 1968.
Los datos se podrán dramatizar o desvirtuar al gusto de cada cual; es posible. Pero nadie podrá negar que la cerrazón del gobierno ¿Estado? partiera en dos al país. Y de la entraña nacional brotó la desautorización al Boletín Oficial del piquete coactivo de terror mediático.
Inocultables los hechos, como los hechos acontecieron en un gobierno ¿Estado? golpista y golpeador; manipulador de la sustancia del miedo; coronada con el asesinato colectivo del pueblo que dice es Mandatario.
La historia, desde la trinchera que a cada uno le correspondió; y que hoy, enhiestos, seguimos sobre los pies para dar fe.
RAZÓN DE LA SINRAZÓN
La tarde de la noche de Tlatelolco, corrí, caí, me levanté dando traspiés; y al no encontrar salida alguna volví correr de un lado a otro de la Plaza de las Tres Culturas. Hasta que vi un muro pequeño cerca de unos escalones que bajaban y daban hacia un lado del Edificio Chihuahua.
Ahí me acurruqué, en el muro, en posición fetal; encogido, los brazos en las piernas con mis manos entrelazadas en nudo, amarradas; cierro los ojos. Le confié, en su protección, mi seguridad; porque aún no había miedo o temor en mí.
Al bajar la frecuencia y la intensidad de los disparos, abrí los ojos; y, salvo quienes ahí buscamos protección, nada vi de aquellas miles de persona congregadas apenas 30 minutos antes.
— Solo charcos de sangre, mi ropa ensangrentada y la chaqueta agujereada.
— Sentí sobre mi brazo la humedad de la sangre de alguien herido.
Al separarme del muro e incorporarme, vi frente a mí a un soldado con su rifle y bayoneta calada dirigida hacia mi cuerpo.
— ‘¿Qué?’, preguntó en voz seca, dura.
— ‘Nada’, respondí al tiempo que llevaba mis brazos atrás y las manos sobre mi nuca. Tal y como los soldados nos habían ordenado hacer cuando tomaron la Ciudad Universitaria.
Pero, salvo la sensación de lejanía de todo, frialdad inconsciente que me desubicaba y sensación de tiempo detenido, no sentí miedo ni temor de la figura de aquel soldado del Ejército Mexicano.
¿Por qué sentir miedo o temor de quien desde niño, allá en Ciudad Ixtepec, Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, nosotros los alumnos de la Escuela Primaria “Revolución” íbamos al Cuartel Militar a cantarles Las Mañanitas.
— Era celebración cívica, el Día del Soldado. Acto cívico donde entregaba un arreglo de flores cortadas del patio de la casa y cultivadas por mi madre con gran cariño.
— Acto cívico y de gran significado; como el que se da a alguien querido de la familia, muy cercano; tanto, que llegaba emocionado y salía alegre y feliz, por el deber cumplido.
Cómo no sentir ese respeto y agradecimiento al soldado cuya conducta uno veía y sentía orientada a guardar y salvaguardar al pueblo, el territorio, el orden, la convivencia social, la paz
—Y, aquel día, allá en la casa de Galeana número 2 en Ciudad Ixtepec, con la energía y bravura del canto del gallo, presuroso me levanto de la cama y corto flores del jardín para entregarlas al soldado en su día.
Por qué sentir temor y miedo de quien, allá bajo el puente del ferrocarril, en el río, escuchaba de la Banda de Guerra del Cuartel el batir del tambor por las baquetas y el metálico acento de las cornetas.
— Además, cuántos de nosotros no queríamos formar parte de la Banda de Guerra de la escuela.
Aparte de los hombres del riel, en San Jerónimo Doctor, natural eran para los meños la convivencia con los hombres del Ejército y de la Aviación; el color verde y el caqui del uniforme militar que de tan solo verlo hacía sentirme seguro, protegido.
— Por qué sentir temor y miedo ¿de quién?, ¿de qué?, no sé.
—Porque, desde niños, aprendí, nos enseñaron, al verlos cerca me hacía sentir bien; que lo que fuera, tendría en ese color verde a alguien que en sí mismo era apoyo, cuidado, protección.
Al ser alumno de la Escuela Primaria ‘Revolución’, así como tenía contacto diario y natural con las vías del ferrocarril, igual era con el Cuartel Militar.
—Por eso no me dio miedo ni temor el ver apuntándome la bayoneta calada del rifle de aquel soldado.
DEL LLANTO Y EL CRUJIR DE DIENTES
‘¡Corre!’, apremió, seco, tajante, imperativo, el soldado que me apuntaba con la bayoneta calada en el fusil. Y no pensé en nada más; solo me tiré hacia debajo de los escalones al lado. Sin mirar el Edificio Chihuahua, corrí y corrí.
Presente tengo en mí haber escuchado una voz dura reclamándole ‘¡Dale en la madre, pendejo!’. Pero para qué voltear, si ya corría y toda mi atención estaba en escapar de ahí.
Nada de voltear hacia el muro de material, donde con otras personas habíamos encontrado un refugio temporal…
—… aquel donde al incorporarme miraba la Plaza estaba vacía y con sangre por todos lados.
— Nuestros cuerpos también.
Nada había, más que esa abundante sangre derramada en aquella explanada que antes se encontraba llena de manifestantes y sus familiares.
Estoy seguro que al igual que yo, a las demás personas reunidas en la Plaza de las Tres Culturas, también se impuso la razón cívica. Si, la educación cívica que desde niños nos permite entender y asumir nuestro papel como ciudadano, que fomenta el respeto por los valores nacionales.
— ¿Acaso no fueron Generales los Presidentes de México que construyeron este país?
— Verdad que años después escucharía en voz y trazado del periodista y escritor Luis Bojorquez…
—…y de la vívida biografía del Diputado Constituyente de 1917, ingeniero Juan de Dios Bojorquez León.
— El General Porfirio Díaz, el General Álvaro Obregón, el General Plutarco Elías Calles, el General Lázaro Cárdenas, el General Manuel Ávila Camacho.
— ¿Qué no de la Ley de Instrucción Pública del licenciado don Benito Juárez, con Porfirio Díaz alcanza México el nivel de estudios superiores con la Universidad Nacional de México?
— Con Justo Sierra la Secretaría de Instrucción Pública; y la Escuela Nacional Preparatoria, con Gabino Barreda.
De ahí que a la convocatoria del Consejo Nacional de Huelga Estudiantil, todos regresan confiados a la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, Distrito Federal.
— Lo que si es que a partir del momento que las bengalas, de humo verde, blanco y rojo fueron arrojadas del helicóptero, en adelante, no se da equivocación alguna, ni error.
Porque uno tiene una razón. Hasta ese momento los grupos de represión de manifestaciones sociales, buscan detener, frenar y castigar con violencia. Esa es mi razón; y mi confianza es que no eran asesinos y menos acribillan a mansalva.
— Si los francotiradores estaban arriba, hacía ahí fueran los disparos en respuesta…
—…no hacia la multitud reunida en la explanada de la Plaza de las Tres Culturas.
AVÁNDARO
Tres años después, cuando ya eran dos los hechos sangrientos, el 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971, los días 11 y 12 de septiembre de 1971, alrededor de 250 mil personas dicen las estadísticas, se reunieron en Avándaro, Estado de México.
— El productor general de Televisa, Luis de Llano llevó a cabo el llamado ‘Woodstock mexicano’.
En pleno acelere del Peace&Love, ni un suspiro por la tarde noche de Tlatelolco y su rojo amanecer.
— Ni el Jueves de Corpus.
‘Al que se muere lo entierran y al que lo entierran lo olvidan; aunque tenga la mente esclarecida, al que se muere lo entierran y al que lo entierran lo olvidan’, escucho decir a mi padre don Gilberto Celis Casanova.
2 de octubre de 1968 ¡No se olvida!
— Por eso le digo.
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