Claudia Rodríguez
La legitimidad ciudadana con la que se presentaron a las urnas el pasado primero de julio tanto Andrés Manuel López Obrador y todos los demás candidatos del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), fue tan indiscutible, que la misma se refrendó de manera más que pública por sus propios contrincantes, la misma noche del sufragio masivo.
De eso mismo pueden presumir ya, gobernantes y legisladores que acompañaron a López Obrador, y que a la vez se convierte en un gran compromiso de acciones certeras para con el pueblo de México.
De tal cualidad de legítimo, nunca pudo hacer presunción el presidente Enrique Peña Nieto, quien además de manera acelerada perdió a lo largo del recorrido en la Presidencia, puntos de aceptación que hoy se encuentran por debajo de los dos dígitos.
El arribo de Peña al poder Supremo de la Federación, fue un arreglo bien orquestado y aceitado por diversos empresarios y gobernantes que sabían que estaban tramando un muy jugoso negocio: estafar a los mexicanos, una vez más.
Fueron torrentes de dinero los que llegaron al proyecto de llevar a Peña Nieto a la Presidencia de la República, aun cuando gobernaba la entidad mexiquense.
Un precandidato priista que tomó la escena a base de contratos millonarios en publicidad como si se tratara del arribo una figura del negocio del espectáculo. De efectos democráticos no había nada.
También en millones se pueden contar a las mexicanas de todos los niveles socioeconómicos, que apostaban por Peña, aun antes de entregar su voto en las urnas: el primer mandatario guapo, está carita, esa sonrisa y más expresiones se escuchaban; y como no si los pagos excesivos en publicidad hacían ver guapo a Peña Nieto sí o sí.
Conocedores los que ubicaban la pieza de peón en el tablero, no escatimaron en colocar a la figura femenina dispuesta a jugar el papel de la primera dama –como muchos aún nombran— para recaer en una actriz de telenovelas y del show business –aunque ella se presume artista.
Hasta boda de ensueño hubo, televisada y publicitada hasta el cansancio.
Pero todo lo anterior fue cosmético, lo de consumo para los posibles electores ante la novedad de la construcción inédita de un candidato. Lo real y de peso, fueron las inversiones millonarias para llevar al máximo poder a Enrique Peña Nieto, mediante la inimaginable compra del voto para asegurar el negocio.
Ahí estuvieron detrás de Peña, los Afif, los Azcárraga, los Maccisse y hasta los Camil.
Pero las grandes aportaciones fueron de Higa, OHL, Odebrecht y más grupos transnacionales.
Peña Nieto así, no llegó a su encargo a gobernar, sino a repartir dividendos de quienes lo encumbraron.
Es cierto que los votos en las urnas para Peña fueron reales, pero la trampa hacia la ciudadanía, se fue tejiendo lentamente.
Acta Divina… Apenas en enero de 2013, Gustavo Madero, entonces presidente nacional del Partido Acción Nacional, declaraba: “Próximamente quedará claro que el PRI sí ganó a billetazos, como denunció oportunamente el PAN ante el IFE. No premies este modus operandi”.
Para advertir… Después los panistas convalidaron y participaron de la repartición del pastel millonario llamado México.
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