Cada quien su “cruda”, resaca, hangover o “solachera”. La de Jorge Emilio González, aún conocido como “El Niño Verde”, todavía no llega. Desde que nació al seno de una familia “robo-lucionaria” hace más de cuatro décadas vive una borrachera de poder, prepotencia, lujos e impunidad que, por si fuera poco, es premiada con propiedades inmobiliarias, aviones privados, escoltas, damas de compañía e ingestión de tóxicos, como ¿“los cuatro tequilas”? del más reciente fin de semana.
Jorge Emilio González no es político, como en las muchas notas sobre su incidente con el alcoholímetro lo han calificado en los últimos días. Es un heredero del poder a la mexicana, esto es, de la corrupción y la impunidad, no del servicio público a la sociedad. Burócrata del poder dirán algunos, porque lo administra así y sea para su propio beneficio. Porque lo pone a disposición del mejor postor.
La “estirpe genética” del personaje –escribe al respecto el colega José Martínez, biógrafo de Slim, Gordillo, Hank– se remonta a su corrupto abuelo, Emilio Martínez Manautou, de quien heredó una fortuna amasada al amparo del poder político, y a su padre, de quien heredó el Partido Verde. Meritocracia. Méritos, por herencia.
“Durante la infancia de ‘El Niño Verde’, su abuelo Emilio Martínez Manautou llegó a ser un hombre muy poderoso. Era uno de los principales latifundistas de Tamaulipas que se enriqueció de una manera desmedida al amparo del poder. Ocupó importantes cargos en el gobierno gracias a su amistad con los presidentes Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo. Su padre Jorge González Torres que se casó con Leticia Martínez, hija de Martínez Manautou, pero llegó tarde a la política. Su suegro perdió todo su poder y ya no pudo impulsarlo. Martínez Manautou cayó en desgracia política pero con una inmensa fortuna. Sacó millones de dólares del país, que depositó en bancos de Suiza y en paraísos fiscales del Caribe. A principios de los ochenta se armó un escándalo político cuando se hizo pública una carta donde daba instrucciones a sus asesores para el manejo de su inconmensurable fortuna y el manejo de su herencia al momento de su muerte.
“Lingotes de oro, dólares, joyas, innumerables propiedades y obras de arte fueron el legado para su familia. Todo lo que amasó desde el poder. Fue diputado, senador, secretario de la Presidencia de la República (1964-70); secretario de Salubridad y Asistencia (1976-1980) y gobernador de Tamaulipas (1981-1987). Finalmente Martínez Manautou terminó sus últimos días en su rancho ‘El Mezquite’, localizado en las inmediaciones de San Fernando y Matamoros, sumido en la soledad, con la compañía de un empleado doméstico y rodeado de cientos de gatos finos. Murió prácticamente abandonado por su familia, así como de cientos de políticos que bajo su amparo amasaron fortunas y usufructuaron poder. Nadie derramó una lágrima por el viejo político que estuvo a punto de ser candidato a la Presidencia de la República, pero en cuyo camino se atravesó Luis Echeverría Álvarez.”
DE TAL PALO…
José Martínez también retrata al padre de Jorge Emilio González:
“Fue a principios de 1978 que conocí al papá de ‘El Niño Verde’. Entonces yo me desempeñaba como reportero del desaparecido periódico Unomásuno, que dirigía Manuel Becerra Acosta. Jorge González Torres por esos años ocupaba un cargo de quinto nivel en la Secretaría de la Reforma Agraria, fungía como jefe de un departamento de Tierras Comunales. Su familia era dueña de la cadena de farmacias El Fénix y el pequeño Jorge Emilio tenía apenas seis años de edad.
“Los hermanos de Jorge González Torres, Víctor y Javier, estaban enrolados en los negocios de los laboratorios farmacéuticos. El sacerdote de la familia, Enrique, el mayor de ellos era el flamante rector de la Ibero como se le conocía a la Universidad Iberoamericana.
“Por aquellos años, Jorge González Torres se ufanaba de ser la ‘oveja negra’ de la familia. Un asistente siempre cargaba una maleta repleta de dinero para gastarlo en los burdeles de moda: El Cadillac, La Posta, El Señorial, etcétera, donde las vedetes lucían sus pieles de zorra y hinchilla. Jorge González Torres se hacía acompañar por un grupo de periodistas ante quienes fanfarroneaba. Su objetivo era llegar a presidir el PRI en el Distrito Federal. Nunca lo logró y renunció al partido tricolor. Su sueño era ser legislador.
“Siempre lucía chamarras de piel de distintas especies animales, por eso a quienes lo conocíamos nos sorprendió que un buen día se presentara como un ‘ecologista’. Cierta ocasión me llamó la atención que Jorge González Torres se apersonara en una plaza de San Ángel encabezando una marcha de juniors, todos vestidos de blanco impecable, de huaraches y con un paliacate. Un movimiento de ecologistas light que no sabían siquiera qué era hacer una composta y que, como ‘El Niño Verde’, confundían Fenicia con Atenas, pues estaban convencidos de que Alaska estaba poblada por pingüinos…”
La borrachera, pues, no termina.
Y por su sociedad nada anónima con el PRI, continúa…
Índice Flamígero: El Poeta del Nopal, don Alfredo Álvarez Barrón, nos obsequia el epigrama intitulado “Conduce sin alcohol”: Por si el azar lo sorprende / mejor es no hacer coraje / y apechugar el ultraje / pues el que se enoja pierde; / pero si duda, recuerde: / inútil hacerse pato / ante el sencillo aparato / se achicopala el más hombre / y sin importar el nombre /
¡resalta más lo pazguato!”
bueno, difiero con el poeta del nopal el niño verde no se achicopalo para que total tiene fuero y nosotros que tal eh? quien decia para los amigos y poderosos justicia y gracia, para los de a pie justicia a secas y quien sabe o no?
Quizá tengas razón, el niño verde no se achicopaló pero si se vió más torpe de lo que en realidad es; a continuación el epílogo de tan singular historia:
El hambre, la sed, el frío,
el contacto con la plebe,
no es una condena leve
afirma en tono sombrío
y ya en pleno desvarío
deja las cosas en claro,
sin el mínimo reparo
aventura otra desliz:
“que porquería de país,
el cuete me salió caro”