Luis Alberto García / Moscú
*El español no fue monarca en Italia 1934, ni el belga en Rusia 2018.
*”El Divino”, primer profesional bajo el arco de España.
*Un poema de Evgueni Evtuchenko para Lev Yashín.
* Casi un siglo de torneos mundialistas, de Montevideo a Moscú.
*Los guardametas cambian tácticas y se cotizan como nunca.
*Una nueva generación condiciona las finanzas de clubes millonarios.
“El puesto de arquero puede ser el más infeliz de todos en un campo de futbol”, solía decir el internacional español Ricardo Zamora, primer profesional reconocido de un balompié que, sin llegar a triunfar mundialmente, marcó una época en las décadas de 1920 y 1930.
En 1925, cariñosa y devotamente apodado “El Divino”, Zamora llegó a cobrar cinco mil pesetas mensuales, y por esa razón no pudo defender el marco de España en los Juegos Olímpicos de Amsterdam en 1928; pero sí asistió a la II Copa Jules Rimet en Italia.
En 1934 alternó con otro gran portero, Juan Nogués, perteneciente a una generación en la que también brilló con intensidad Gregorio Blasco, componente de la Euskadi Selekzioa, la selección vasca que, si hubiese sido registrada como representativa de España, pudo haber ganado la final de Roma a los italianos, que debieron vencer (2-1) a Checoslovaquia, por decreto de Benito Mussolini.
El desfile de grandes porteros es interminable, sin que se pueda decir que unos son superiores a otros; sin embargo, Lev Yashín, la “Araña Negra” del Dínamo de Moscú sobresale como el mejor del siglo pasado, ganador del “Balón de Oro” europeo en 1963, cuyas hazañas y silueta elegante son aún reverenciadas después de muerto, en el cementerio de….
De que dimensiones sería su hidalguía y su condición de revolucionario deportivo al atreverse a salir de su área y jugar con los pies, que Evgueni Evtuchenko, vate de las letras rusas contemporáneas compuso un poema para él, convirtiéndolo en leyenda, como es posible apreciarlo en el siguiente pasaje:
“Nadie te olvida, Lev, no, nadie, nadie, nadie, nadie / Oso rubio de Moscú / Araña negra de los soviets / Ni el río Moscova, que frente a ti corría sin poder defenderte / Ni la lluvia, ni el viento que era el que más rugía / Ni el mar, ni el viento, Lev / Rubio Lev de arrojo / Guardameta en el polvo, en la lluvia, en la nieve, pararrayos / No, nadie, nadie, nadie como tú…”
El portero –y en eso tenía razón Ricardo Zamora- siempre ha estado rodeado de una atmósfera de tristeza o de alegría -cuando detiene un penal y cuando se lo anotan, de donde venga el disparo-; pero siempre es diferente al resto de los jugadores, sus compañeros de depresión o de euforia, héroe o villano.
En esa galería están los uruguayos Ballesteros y Máspoli; los italianos Combi, Colaussi, Zoff y Buffon; los brasileños Barbosa, Gilmar, Félix, Taffarel y Marcos; los alemanes Turek, Maier, Ilgner y Neuer; el inglés Banks; los argentinos Fillol y Pumpido; los franceses Barthez y Loris; y el español Casillas.
A ellos se sumarían otros de igual o mayor majestuosidad que nunca fueron campeones mundiales, cuyos nombres están resguardados en las anales y las estadísticas, en libros, diarios y revistas, cintas cinematográficas y videos televisivos, hasta llegar a la era del ciberespacio y los grandes negocios y traspasos multimillonarios.
Así hasta detenerse en las primeras dos décadas del actual milenio en el cual, para desilusión de los mal llamados teóricos del futbol, de la Copa FIFA / Rusia 2018 no se recuerda ninguna novedad táctica, ya que la mayoría de los partidos se resolvieron al contragolpe o a balón parado, con los porteros convertidos en la mayoría de las ocasiones en estatuas de sal.
Como ejemplos de esas poco llamativas jugadas están las selecciones de Bélgica, la campeona Francia, Rusia e Inglaterra, cuyos promedios de posesión apenas alcanzaron el 36%, mientras el 43% de los goles se marcaron a balón parado.
Es el registro en el que sobresalieron rusos e ingleses, estadística que obliga a reparar en las dos áreas y también en la delantera y en la portería, sin que se recuerde que la victoria del Real Madrid en la Champions se personificó en los errores del portero del Liverpool.
Para sorpresa de muchos, el club inglés en el que Mohamed Salah trabaja como delantero, pagó 62,5 millones de dólares por el guardameta brasileño Alisson Becker –titular de la verde amarela de “Tite” Bacchi-, procedente de la Roma.
Y en lo que a dineros se refiere, el número 1 es Kepa Arrizabalaga: 80 millones, del Athletic de Bilbao al Chelsea (2018); el 2, Alisson Becker: 65,5 millones, de la Roma al Liverpool (2018); el 3, Gian Luigo Buffon: 52,88 millones, del Parma a la Juventus (2001); el 4, Ederson Lima: 40 millones. del Benfica al Manchester City (2017)
Con el 5 sigue Thibaut Courtois: 35 millones, del Chelsea al Real Madrid (2018); el 6 es Manuel Neuer: 30 millones, del Schalke al Bayern Munich (2011); y el 7, Jordan Pickford: 28,5 millones, del Sunderland al Everton (2017).
También el éxito del Atlético de Madrid en la Europa League, se explica parcialmente por las intervenciones de Jan Oblak y, en el doblete del Barcelona, tuvieron mucho que ver Jasper Cillessen y André Ter Stegen.
El alemán fue fichado por Andoni Zubizarreta en 2014 por 12 millones, uno más de lo que costó después el chileno Claudio Bravo, nada que ver con los 80 millones que el Chelsea pagó por Kepa Arrizabalaga.
Nunca se pagaron tantos millones por un arquero como los recibidos por el Athletic bilbaíno por el vasco, que solamente había jugado 53 partidos en Primera División hasta julio de 2018, y que a punto estuvo de fichar con el Real Madrid, acontecimiento que da idea de quién manda en el negocio del futbol; es decir, que el dinero está por encima de todo.
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